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Cine oblicuo, su origen normando

Cine oblicuo, su origen normando

Eugène Green (Nueva York, 1947), fundador del Théâtre de la Sapience, profesor de actores, cineasta de culto (films como Toutes les nuits o La Sapienza), y teórico del cine, que es lo que aquí nos ocupa.

Como casi todo afrancesado es inmoderadamente francés. Cuando tenía dieciséis años vio El desierto rojo de Antonioni, que decidió su vocación.

Efectúa un sumario lírico del libro, el solapista de esta edición: «El imbatible palacio a oscuras de los fantasmas es el cine, esa manera alquímica de abolir el símbolo y tallar un signo material, para que el signo susurre lo no-dicho y conceda una fugaz visión de lo no-visto. Tendrás que acercarte a ver muy lentamente y tendrás que callar. La lentitud y el silencio son el don de los gatos y el nervio del cine».

Green esboza un árbol genealógico del cine, antes de que de que éste adquiriera su nombre; los orígenes los encuentra en las fotografías de Nadar, Atget y Marville; en la pintura de Boudin, Monet y Moreau; en el teatro de Maeterlinck y Claudel; en la literatura de Flaubert y Mallarmé?Es dúplice su Santo Grial: la obra de Carl Theodor Dreyer y de Robert Bresson.

Presencias viene a ser una mixtura de textos fotográficos, narrativos, pictóricos, arquitectónicos, musicales?y, naturalmente, de teoría del cine.

En torno a 1850, dos elementos de origen normando marcan una ruptura importante con la cultura burguesa del siglo XIX: la ficción de Flaubert y los comienzos del impresionismo. Pero además de unidad de lugar de ambos fenómenos y del hecho de que constituye la primera impugnación moderna del romanticismo, Green postula que estas propuestas normandas constituyen los inicios del cine.

Cita pasajes del epistolario de Flaubert: «nada de lirismo, nada de reflexiones, personalidad del autor ausente». Un resumen doctrinal del cine clásico.

El movimiento literario del Nouveau roman irrumpió cincuenta años después de la creación del cine y fuertemente influido por él; Madame Bovary aparece medio siglo antes a la invención del aquél, y lo anticipa. En sus momentos más logrados, la ficción flaubertiana funciona como cine en estado puro.

El dibujo practicado por Boudin, y transmitido a su joven discípulo Monet, es la representación de un momento presente, con todo lo que conlleva de fugaz, pero también con lo que cada presente particular conlleva de eterno. Al aproximarse lo máximo posible a la realidad material de su tema, Boudin libera su energía oculta, su misterio, incluso su irrealidad.

La actitud normanda consiste en decir si y no al mismo tiempo; sin ser hipócritas ni cobardes, estos artistas, como los hombres de la época barroca, comprendieron que allí se encuentra la única verdad posible para el hombre moderno. Esta respuesta normanda será también la del arte del cine.

Propone también una provocativa interpretación de la obra de Stéphane Mallarmé. Éste retoma la vía negativa de los grandes místicos barrocos: conocer la luz en las tinieblas, y Dios en su ausencia, y hacer aparecer el espíritu al representar el mundo que sólo quiere materia. No es exagerado afirmar, afirma Green, «que aquel que se buscaba, a través del Sueño del Fauno, en la ausencia visible del verbo encarnado, fue uno de los primeros metafísicos del cine».

La tesis central de Green se resume en las siguientes observaciones: «aprehendemos la presencia de lo real mediante el reconocimiento de signos. Lo que constituye una religio son los vínculos que permiten a miembros de una misma comunidad humana reconocer en los mismos signos un pensamiento espiritual. En nuestras sociedades actuales, no solo ya no hay religio sino que el pensamiento dominante excluye la idea de que el mundo puede tener sentido general, ese sentido cuya manifestación, justamente, son los signos. Ahora bien, creo que, sin signos, no hay cinematógrafo».

Y perfilando la idea anterior: «Opuesto al símbolo, que jugará un rol determinante en numerosas tendencias de la expresión artística de fines del siglo XIX, y que es siempre manifestación de una voluntad intelectual y un discurso racional, el signo es simplemente una presencia visible, natural, que deviene epifanía del misterio del mundo. El signo será una de las claves de la representación cinematográfica».

Robert Bresson expuso su concepción del cine en Notas sobre el cinematógrafo, dentro la tradición aforística de los Pensamientos de Blas Pascal; su discípulo Eugène Green, efectúa parecida operación utilizando elementos narrativos, propios de la mística barroca, a la manera de la Guía espiritual de Miguel de Molinos.

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