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Judío

«Una sociedad que tolera el desprecio, el odio, las prácticas discriminatorias, la segregación, las agresiones, es una sociedad enferma»

Basta con empezar por unas cuantas preguntas sencillas para convencernos de lo necesario de este libro y del acertado modo en que está escrito: unos encuentros conformados como pregunta?respuesta entre el autor (sociólogo parisino de 1946 y de prestigio, experto en racismo) y una joven descolocada cuyo amigo fue insultado como «¡Judío de mierda!» a la salida de la escuela. Las preguntas citadas: ¿Es lo mismo judío que hebreo? ¿Es lo mismo antijudaísmo que antisemitismo? ¿Es lo mismo israelí que israelita? Judío e israelí ¿son sinónimos? ¿Israelita y hebreo? ¿Antisionista y antisemita? Si se responde que sí a todo, o que no, o que qué más da ?y me temo muy mucho que así sería en gran medida en los tiempos que corren?, queda sentada la urgencia de explicar las cosas con claridad, para que la abominación de Auschwitz ?por ejemplo y como símbolo globalizador? nunca jamás se repita. Millones de judíos exterminados lo exigen. No lo olvidemos: «La democracia es frágil, y en situaciones de crisis los discursos simplificadores e irracionales pueden barrer el sentido común» (página 60).

El antisemitismo «es el odio a un grupo humano considerado como una raza, los judíos», explica Wieviorka. Es, por lo tanto, una forma de racismo. La raza: esa idea «en sí misma falsa». El antisemitismo es un «invento de Europa Occidental». Recorriendo la Historia, nos va explicando cómo del antiguo antijudaísmo se va pasando a ese odio institucionalizado que ve en lo judío el origen y la causa de todo mal social, que ve en los judíos la encarnación de lo diabólico, una raza que jamás se identifica con la comunidad en que vive («cosmopolitas», tanto para nacionalistas como para comunistas), deicida y destructora del mundo. Para conseguir inocular en la gente esos sentimientos y tal modo de pensar, nunca se pararon mientes en urdir acusaciones a cual más delirante (los judíos comiendo niños), en mentir (los falsísimos «Protocolos de los sabios de Sión»), en inventar lo que hiciese falta. El judío fue siempre «el otro». Frente a los semitas, se alzarían los arios: el bien absoluto, la raza superior. Ojo, alerta: «El antisemitismo concierne a todo el mundo. Una sociedad que trata distinto a un grupo humano, que tolera el desprecio, el odio, las prácticas discriminatorias, la segregación, las agresiones, es una sociedad enferma, una sociedad injusta, no democrática, que se aleja de los valores humanistas que afirma respetar o promover». Y como este párrafo revela el modo de pensar de Wieviorka, queda descartado que este librito (por sus pocas páginas) sea un instrumento de propaganda ciega. No evita nunca los temas más escabrosos: la creación y pervivencia del Estado de Israel (analizando las razones de los judíos que se opusieron a su existencia: los hay, los hubo, sépase); la confusión tan habitual entre el Estado de Israel y el gobierno de turno; la cuestión palestina y las atrocidades que sufrió y sufre ese pueblo (parte final del libro); el antisemistismo actual, común a grupos de extrema derecha y de la izquierda más extrema (la anticapitalista: el judío como símbolo del capital); el llamado «Shoah business»; el más que apasionante tema del rechazo que otras minorías ofrecen a que sea tratado el Holocausto como única y exclusiva abominación genocida, olvidando el colosal sufrimiento de otros grupos sociales, antes y ahora mismo€

Si bien el lector español lamentará un poco que tantas veces se centre en Francia el libro (lógico por la nacionalidad del autor y el lugar de su publicación primera) o se refiera con especial particularidad a la Argentina (sede de la editorial que lo publica) o tropiece la traducción con giros nada españoles, resulta un acierto total haberlo sacado a librerías. Pues el lugar común, la torpeza terminológica, la ignorancia plana y plena sobre los judíos, sobre cualquier minoría masacrada, sientan las bases para repetir la Historia no en forma de farsa: en forma de horror.

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