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Pasado, presente, futuro

Tres ejemplos de la fuerza de la historieta, sus orígenes; la incorporación de la autoría femenina y las nuevas propuestas que descolocan al lector

Pasado, presente, futuro

Dentro del eterno debate sobre el origen del cómic, hay cierto consenso general entre los especialistas en señalar la figura del suizo Rodolphe Töpffer como el punto de inflexión fundamental en la evolución del lenguaje del cómic. Sus creaciones se pueden interpretar como historietas modernas, perfectamente identificables con ese «objeto cultural no identificado» - como bien lo definió el teórico Thierry Groensteen- llamado «cómic». Töpffer fue el primer autor consciente de estar trabajando en nuevo medio, al que llamó «literatura en estampas», teorizando sobre él desde sus estudios de caricatura y fisiognomía, pero, sobre todo, experimentando con la composición y narrativa para sentar las bases de lo que hoy entendemos por cómic. La editorial El Nadir, creadora de un imprescindible catálogo de títulos que hacen auténtica arqueología de las raíces europeas del cómic moderno, desde el propio Töpffer a Doré, Cham o Caran d'Ache, publica ahora un compendio fundamental de las obras más famosas del autor suizo, Historias en estampas, incluyendo en una cuidada y exquisita edición obras míticas como Monsieur Jabot, Monsieur Crépin o Monsieur Vieux Bois, entre otras. Una auténtica delicia para entender el pasado del cómic, pero que sorprende por su moderna actualidad.

Si algo está marcando el presente de la historieta es, sin duda, la incorporación de la autoría femenina, siempre apartada o invisibilizada en un medio que parecía diseñado para el lector masculino. Lejos de ese tópico que repetidamente se nos ha querido hacer creer de que aportan una sensibilidad especial, las autoras han aportado una novedosa visión recia en influencias ajenas a la historieta y, fundamentalmente, la necesaria y definitiva incorporación del discurso feminista al cómic, despojado de lecturas tangenciales o aprovechadas. Y un buen ejemplo de esta realidad es Los sentimientos del Príncipe Carlos (Reservoir Books), donde la autora sueca Liv Strömquist apuesta por el lenguaje del cómic para desarrollar un ensayo que desmonta esa visión tópica del amor romántico construida desde la cultura popular y de masas. Strömquist hace un recorrido exhaustivo por diferentes visiones modernas del amor desde la filosofía y la psicología, prolijamente documentado, que ilustra con ejemplos tan clarificadores como contundentes, aderezados con un humor corrosivo que saca a la superficie esos micromachismos que asumimos con naturalidad en lo cotidiano y que están arraigados en la educación y las maneras sociales. Y el resultado es tan revelador como doloroso en la necesaria autoconciencia que provoca su lectura.

Y el futuro estará definido por esa generación de jóvenes autores y autoras que son capaces de plantear a través del cómic nuevas propuestas y caminos de expresión. Sergi Puyol es uno de esos autores, que desde sus obras siempre ha bordeado lo obvio para transitar por historias diferentes y atrevidas. En La Sangre Extraña (Apa Apa Cómics), se lanza a una pirueta sin red para construir un relato de extrañezas y proximidades, que paradójicamente reflexiona sobre el poder hipnótico de la palabra desde la potente sencillez del trazo dibujado. Un objetivo complicado, que decide aderezar con el contraste entre el austero realismo de literatura soviética y la atractiva exuberancia de los misterios sobrenaturales. Pero los aromas rusos no acaban en lo literario: Puyol compone su relato como una matrioska, escondiendo historias dentro de historias que van dejando descolocado al lector ante una obra que cambia continuamente ante sus ojos, mutando y reconstruyéndose; quizás, en el fondo, desnudándose para dejar apenas entrever un relato profundamente personal sobre esa otredad que todos compartimos.

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