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La corteza de las rocas (no es lo que parece)

La revolución digital ha dinamitado los fundamentos de la imagen fotográfica. Eduard Ibáñez nos ofrece una magnífica oportunidad para comprobar que los cambios forman parte sustancial del arte y de la vida.

La corteza de las rocas (no es lo que parece)

Corría el año 1977 cuando Susan Sontag, en su celebérrimo ensayo Sobre la fotografía engastaba, entre otras, la siguiente perla: «Una falsa pintura, cuya atribución es falsa, falsifica la historia. Una falsa fotografía falsifica la realidad». Esa identificación entre imagen fotográfica y realidad saltó hecha añicos con el advenimiento de la era digital y las enormes posibilidades de manipulación ofrecidas por estas nuevas tecnologías.

Eduard Ibáñez (Tavernes de la Valldigna, 1954) contaba con una dilatada y sólida trayectoria cuando la fotografía era sólo analógica y sigue demostrando su capacidad de integrar los recursos gráficos de la imagen digital, a los que confiere un tratamiento exquisito. E. Ibáñez es un profundo conocedor y un inquieto experimentador de las posibilidades expresivas de la técnica (tekhé era una de las palabras que los gringos utilizaba para referirse a la belleza) y acariciar así las formas evanescentes de la belleza. Para ello se inspira en una de las fuentes inagotables de las artes de todos los tiempos; me refiero a la Naturaleza en general y al paisaje en particular. Paisaje en tanto que uno de los más asentados géneros pictórico, como campo de operaciones primordial para las primeras experiencias fotográficas que requerían largas exposiciones para registrar las placas fotosensibles ¿Qué modelo más sereno y estable que un pedazo de naturaleza contemplado desde un punto de vista determinado?

El título de la muestra «Mimesi», abunda en ese principio filosófico aristotélico que se mantuvo vigente durante siglos: el arte imita a la Naturaleza. Pero aquí terminan las pertinentes referencias. La primera impresión del espectador no será otra que estar ante unos paisajes fotográficos cuidados en todos sus detalles: encuadre, composición, iluminación€ Sin embargo, una segunda mirada más detenida y reflexiva va a generar una sensación de extrañeza, de curiosidad que estallará en sorpresa cuando se descubra que nada es lo que parece, que hasta las más sólidas rocas lucen una segunda piel de otra materia, de madera. En sentido estricto, la raíz etimológica de la palabra materia proviene de madera, y es que la madera es la primera materia orgánica, viva como los restantes seres vivos que en su inmensa mayoría se alimentan directa o indirectamente gracias al universo vegetal. En «Mimesi», cada fotografía duplica primero y multiplica después, sus lecturas, sus sentidos, sus interpretaciones y evocaciones. Con la pericia y el perfeccionismo de un consumado maestro, Ibáñez realiza una doble operación técnica y estética, con la precisión quirúrgica de un bisturí láser, levanta esa falsa capa de imágenes convencionales de paisajes, y con un finísimo hilo de experiencia, sutura una nueva piel compuesta de fragmentos de maderas previamente recogidos, seleccionados, ordenados, dispuestos tras un profundo análisis estructural. La corteza de las rocas trasmite una corriente de energía que hace palidecer sus millones de años y nos muestra la eterna juventud de su renovado perfil.

Los enclaves elegidos son especialmente elocuentes en aquellos casos que resignifican diversas canteras, enormes cicatrices abiertas por el hombre, quien no duda en destruir la tierra con el pretendido fin de construir un mundo mejor. Tras la indudable carga onírica de estas imágenes, no deja de latir un posicionamiento ético y crítico respecto a las tormentosas relaciones del ser humano con su entorno primigenio.

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