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Exposición

¡Que vienen los rusos, que vienen!

¡Que vienen los rusos, que vienen!

«No fue la Revolución la que forjó las vanguardias y la modernidad» señala Jean-Louis Prat, comisario de la exposición De Chagall a Malevich. El arte en revolución que presenta la Fundación Mapfre a propósito de ese momento histórico. «Fueron los artistas los que se erigieron en revolucionarios antes de la Revolución, seguros de que esta se convertiría en lo que se esperaban y, por consiguiente, en lo que la propia Revolución esperaba de ellos». En estos vasos comunicantes entre creadores plásticos y fermento revolucionario en la Rusia de principios de siglo XX, que desembocará en el gran estallido insurreccional marcando la historia contemporánea, se sitúa la muestra que acerca al público los creadores que iluminaron las vanguardias de primeros del siglo XX.

La exposición se proyecta sobre los nombres de Marc Chagall y Kazimir Malevich como figuras de referencia, dos creadores plásticos que coincidirían artísticamente en esos primeros años del periodo revolucionario, para después abrazar caminos y trayectorias distantes, cuando no, opuestas. Si Chagall abre el camino al movimiento surrealista, aunque después, marcará sus diferencias, Malevich hará otro tanto, en el de la abstracción y sus experimentaciones. Del Chagall más poético y narrativo al Malevich, radical y sintético. La exposición como señalan sus promotores «es un recorrido por una de las páginas más influyentes en la evolución del arte moderno». Un momento histórico «marcado por la experimentación, la tentativa, el temor y el entusiasmo ante la llegada de un nuevo orden». Los propios artistas vivirán, y algunos acabarán pagando, con el exilio, el destierro o el ostracismo, las propias contradicciones y seísmos revolucionarios. A los dos nombres referenciales, la exposición suma una serie de artistas, cerca de una treintena, creadores que han señalado esa edad de oro de las vanguardias como Vassily Kandinsky, Alexandr Ródchenko, El Lisitski, junto a otros menos conocidos, Natalia Goncharova, Liubov Popova, así como una selección de artistas que cultivaron disciplinas como el diseño gráfico y el campo editorial, con el libro de artista como arma creativa. Los primeros años de la Revolución Rusa supusieron un territorio efervescente para el desarrollo del libro, como expresión plástica y compromiso político. La muestra hace especial hincapié en el papel de las creadoras, la presencia de una importante representación de mujeres artistas «cuyo trabajo resultó fundamental en el desarrollo de las vanguardias rusas previo y posterior a la Revolución de Octubre». «Una experiencia de feminización de las artes que tardaría años en repetirse».

La exposición recorre los diferentes «ismos» que transitaron en ese periodo, que va desde un neoclasicismo decimonónico hasta las experimentaciones de movimientos como el Suprematismo y Constructivismo. Con el telón de fondo de un régimen zarista en descomposición Rusia se consolida en esos años como uno de los centros de la vanguardia artística europea, proyectando algunas de las propuestas más radicales del arte y el diseño moderno. Centros como Paris y Berlín acogerán a algunos de estos creadores, produciéndose una confluencia y diálogo entre los diferentes movimientos, todo ello en un paisaje de ruptura con lo que ha sido el arte tradicional o decimonónico. En ese contexto jugaran también un papel decisivo algunos coleccionistas rusos comprando numerosas obras vanguardistas en las galerías de Paris, colaborando a la difusión del nuevo arte en las capitales rusas.

Encuadrados entre un arte antiguo y para ellos, moribundo y un nuevo arte, libre y comprometido, los creadores de este periodo histórico, harán de compañeros de viaje, de pioneros o profetas o de proyectores de un proceso revolucionario que acabaría plasmando un nuevo régimen que señalaría todo el siglo XX. La exposición se detiene en la década de los años treinta, en ese momento crítico en que los artistas comienzan a ver, cada vez más, reducida su capacidad de acción ante la evolución de un régimen que se transforma en un estado totalitario. Para entonces las vanguardias habían dado paso al kitsch como arte de tendencia.

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