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Crónicas de la incultura

Ellas

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Las pasadas Navidades estuve charlando con algunos familiares con los que no tengo ocasión de convivir el resto del año, entre otros con mis sobrinas Paula y Rocío, dos adolescentes despiertas y lenguaraces. Como siempre, su conversación era un guiso coloquial chispeante, pero esta vez me llamaron la atención varios tropezones que sabían a manjar exótico y desconocido. Así que les pedí que me mandasen una explicación de esos términos en un whatsapp. El otro día recibí la contestación de la mayor, Rocío, que es una quinceañera seria y reflexiva. Ahí van tres botones de muestra, que copio literalmente:

Al carré: significa algo así como «ya está». Por ejemplo, «Tengo hambre, así que como algo y al carré» sería como decir «Tengo hambre, así que como algo y ya está». Y yastaria es parecido a al carré, pero se utiliza más en situaciones de risa.

La hueles: significa «lo llevas claro», por ejemplo si alguien te pide copiar tus deberes, le dices «la hueles» para decir que no. Normalmente mientras lo dices te das unos golpecitos en la nariz.

Ni tan mal: equivale a «perfecto». Por ejemplo cuando alguien te cuenta que le ha pasado algo bueno, por ejemplo que han sacado una buena nota, le respondes «Eh, pues ni tan mal».

No sé si lo que ha recogido son giros comunes al lenguaje de los adolescentes en España, en una ciudad o en un solo colegio. Lo interesante es su descripción detallada de estas expresiones fraseológicas, que no mejoraría un diccionario profesional. ¿Qué digo? Desde luego el diccionario académico lo hace mucho peor. Por ejemplo, ya que no registra este tipo de expresiones, fíjense en su inverosímil definición de manzana: «Fruto del manzano, de forma globosa algo hundida por los extremos del eje, de epicarpio delgado, liso y de color verde claro, amarillo pálido o encarnado, mesocarpio con sabor acídulo o ligeramente azucarado, y semillas pequeñas, de color de caoba, encerradas en un endocarpio coriáceo». ¡Carape! La próxima vez que me saquen esa fruta de postre me pensaré seriamente si le hinco el diente.

Se me ocurren dos reflexiones a propósito de los párrafos de mi sobrina. Uno: ¿quién dijo que los jóvenes son unos descerebrados y unos vagos, que con ellos vamos al desastre, que si patatín, que si patatán? Dos: ¿quién dijo que las mujeres son seres de cabellos largos e ideas cortas? Lo primero es cierto (y buena envidia que nos da), lo segundo, por lo general, es manifiestamente falso. Sospecho que es falso en todos los órdenes de la vida, pero aquí hablaré solo del mío, en el que puedo garantizar lo que digo: el mejor lexicógrafo español, sin ninguna duda, fue lexicógrafa, se llamaba María Moliner y era una aragonesa afincada en València. Directora de la biblioteca de la Universidad de València, colaboradora de la Institución Libre de Enseñanza y de las Misiones Pedagógicas de la II República, Moliner fue postergada por el franquismo mientras su marido era represaliado y separado de su cátedra. En este largo destierro cívico dio a luz su increíble Diccionario de uso del español, una obra única en el panorama lexicográfico del hispanismo que fue premiada por la RAE negándole su ingreso en la institución, no solo en el primer intento cuando, propuesta por el valenciano Rafael Lapesa y por Dámaso Alonso, la superó Emilio Alarcos, un filólogo reconocido, sino más tarde, cuando ni siquiera la propusieron frente a candidatos muy inferiores. Ya se sabe que las mujeres están bien como adornos, pero es intolerable que se postulen como competidoras.

Me temo que el panorama no ha cambiado tanto desde entonces. Puede que haya damas «feminazis», como se dice últimamente, pero lo que es seguro es que las mujeres son tan inteligentes como los hombres y que algunas sobresalen por sus cualidades excepcionales. Mientras esto no se entienda por todos (y todas, como gusta de decir el lenguaje tontorrón hodierno) estaremos dilapidando los recursos humanos de nuestra sociedad.

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