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Exposición

El IVAM puja de nuevo

El IVAM puja de nuevo

Camus estuvo toda su vida buscando a dios. O, al menos, un punto de referencia al que agarrarse para no convertir la existencia en un sin-sentido. En cada uno de sus libros encontramos un punto de nostalgia, de negrura, una consciencia dolorosa y pesimista de que no hay nada más allá y de que este mundo, tal cual es, es el único existente. Y hay que disfrutarlo, lucharlo, sufrirlo. Sus obras hablan de un compromiso con la vida, con la libertad y, sobre todo, con el ser humano.

Esa veladura negra, la oscuridad, la importancia de las imágenes y la revisión constante de su interpretación, características todas ellas, por cierto, de las obras del artista Chema López con las que comienza la exposición «Tiempos convulsos, historias y microhistorias en la colección del IVAM», son el resumen y discurso narrativo de esta extensa muestra con la que el Instituto celebra su trigésimo aniversario.

Plantear resumir un siglo a través de la creación plástica, desde los años 30 del siglo pasado hasta nuestros días, resulta un tanto vertiginoso. En una misma sala el espectador se encontrará desde artistas tachados de «degenerados» por el régimen nazi, como George Grosz, a cercanos creadores como Anzo y sus aislamientos, Equipo Realidad, o «Los años de plomo» del ya mencionado López, obras con las que muchos hemos podido adquirir una mayor comprensión del antes y después de una guerra fratricida que tuvieron que sufrir nuestros mayores; una guerra que , aun hoy en pleno siglo XXI, apenas es mencionada en las familias e ignorada en las aulas.

En esos primeros años 30, cuando Europa apenas había salido de la Gran Guerra y se cocían los ingredientes de una segunda (crisis, movimientos sociales, migración y xenofobia, temas que hoy en día nos suenan más que el jingle de la Coca-Cola), artistas como Darío Carmona de la Puente boceteaba dibujos con títulos tan «sutiles» y tremendos como «Un adolescente intenta desprenderse del cuerpo», «Suicida» o «Es muy peligroso salir por las noches solo». Unas salas más allá, el título de la obra de Richard Prince, «Con bombas que destrozan una ciudad y un estado no tengo incentivo para comprar un par de pantalones» arranca nuestra sonrisa -pocas en tiempos tan convulsos- a la vez que nos introduce en el espacio que se ha agrupado bajo el subtítulo «El cuestionamiento de las imágenes». Como indican los comisarios, María Jesús Folch, Sergio Rubira y el director del IVAM, José Miguel Cortés, «la imagen icónica y su tratamiento, los mecanismos de su manipulación y construcción, (..) el contexto político cultural y sus estructuras semánticas y constitutivas» son algunas de las características que vamos a encontrar a lo largo de los espacios. Obras casi todas ellas pertenecientes a los fondos del museo y, por tanto, aunque a veces se nos olvide, patrimonio de todos los valencianos.

Rauschenberg, protagonista también en esta muestra, da fe de este tratamiento de las imágenes cuando a través de sus ensamblajes refleja a muchos de los actores de la América del siglo XX, desde el magnicidio de John Kennedy pasando por la guerra de Vietnam, los desechos propios de la sociedad de consumo, los juegos olímpicos y el triunfo de un hombre negro frente a la supremacía de la raza aria. En este sentido, acopiar todo un conjunto de imágenes para proporcionar una foto fija de los acontecimientos más impactantes de nuestra realidad política y social, es la constante en esta exposición: Equipo Crónica, Warhol, Martha Rosler o «Bagdad», de Erro, un acrílico realizado en 2005 y cuyas consecuencias siguen siendo de lamentable actualidad.

La exposición evita dar un tratamiento cronológico a su recorrido y, por el contrario, reunir las obras en torno a temas que demuestran que si hay algo en común en el arte contemporáneo es su aspiración por romper con las reglas. Lo bello e institucionalizado ya no es válido para los artistas y sí transgredir, desmontar y desvelar la realidad, las contradicciones y miserias de nuestro entorno, esa negrura de la que hablábamos al inicio y que se plasma en ciudades que construyen Muros -obra de Kavafis- para «defenderse» (¿de qué?), las calles como medio de transmisión de mensajes, el Mediterráneo como frontera inexpugnable, o cartografías de nuestras ciudades -véase la estupenda instalación de López Cuenca sobre València. Esther Ferrer, Cindy Sherman, «Hombre, mujer, mano» de Juan Hidalgo, o el estupendo «Museo del hombre», de Carmen Navarrete forman parte del área titulada «Cuerpos disidentes» donde se ha dado cumplido protagonismo a la reivindicación de la teoría de género y la homosexualidad. Como mujer, he de confesar, he echado de menos alguna representación más sobre los movimientos feministas.

«Tiempos Convulsos» se posiciona. Sus artistas demuestran que no son seres que se encierran en su estudio y pintan ajenos al mundo, injusto y desigual. Al igual que Albert Camus, y a pesar, o precisamente por esa turbiedad que lo invade todo, son conscientes de que en un momento u otro deben inmiscuirse, comprometerse, luchar por un mundo más justo. Los comisarios por su parte, y por ende el IVAM, posiciona la Institución para volver a situarla entre los grandes. Y el espectador valora ese compromiso.

Hay exposiciones que no pueden dejar de verse.

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