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Cómic

Fantasías espaciales de ayer y hoy

Tillie Walden se desplaza hasta los confines de la galaxia para ofrecernos una historia de una gran sensibilidad gráfica

Fantasías espaciales de ayer y hoy

«El espacio,

la última frontera€»

Seguro que, con mayor o menor pasión, todo el mundo recuerda esta frase con la que comenzaba la añorada y sesentera primera temporada de «Star Trek». Gene Roddenberry resumía con estas cinco palabras la fascinación de la humanidad por el espacio, por esos misterios que podría haber más allá de las estrellas y que han contagiado la creatividad humana desde hace siglos. Hemos soñado con viajar a esos mundos lejanos desde que Kepler escribió su Somnium sive Astronomia lunaris y Verne certificó que el sueño podía ser realidad. El cómic, claro, no ha sido ajeno a esta seducción y los personajes galácticos ocuparon las páginas de los periódicos de principios del siglo XX, desde aquél ingenuo Buck Rogers de Phillip Nowlan y Dick Calkins al majestuoso Flash Gordon de Alex Raymond (por cierto, no dejen pasar la impresionante edición que ha hecho la editorial Dolmen de esta etapa del personaje, quizá algo envejecida en lo argumental, pero insuperable todavía en su barroquismo gráfico), para no dejar de ser parte de la oferta del noveno arte a lo largo de la historia. No solo desde una concepción puramente aventurera del género, sino explorándolo desde otras facetas, aprovechando la arquitectura formal que provee la ciencia-ficción para ahondar en las esencias del comportamiento humano. Quizás, el primer ejemplo que pueda venir a la cabeza de esta vertiente moderna sea la magistral Love & Rockets, de los hermanos Hernández, máximo exponente del movimiento independiente americano de los 80, que combinaba sin prejuicios el realismo mágico del Palomar, de Beto, con la reescritura de la «Space Opera» que practicaba su hermano Jaime en Mechanics, donde la aventura espacial era tan solo el escenario de las relaciones cotidianas. Heredera directa de aquella creación de Jaime Hérnandez es hoy la sorprendente En un rayo de sol, de Tillie Walden (La Cúpula), una obra de gran ambición que no deja indiferente. Walden es una jovencísima autora que deslumbró ya con Piruetas, interesante narración del reconocimiento de la identidad sexual acreedora ya de un Eisner, pero que con esta nueva obra de casi 600 páginas (inicialmente publicada como webcómic) deja al lector desarmado no solo ante lo arriesgado de la propuesta, sino por los excelentes resultados que obtiene. El punto de partida puede parecer manido, el relato de dos chicas jóvenes que descubren el amor, pero Walden erige a su alrededor una obra tan compleja como atractiva: un escenario de un futuro indefinido, donde solo existen aparentemente mujeres, que se forman en un instituto espacial para viajar por el espacio con una extraña tarea relacionada con arreglar desperfectos variados en una u otra galaxia. No hay explicación de este punto de partida y todo lo que envuelve la relación entre las mujeres de la tripulación es tan conscientemente difuso como magnético, dejando al lector la sensación de una profunda y gran complejidad de la que tan solo atisba una pequeña porción a través de las viñetas. Una decisión que permite a la autora jugar con dos niveles de narración interrelacionados, la relación entre las dos protagonistas y las reglas del universo que lo alberga pero que, gracias a la indefinición del segundo, consigue focalizar toda la atención del lector en el primero. Añádase a eso un tratamiento cromático tan minimalista como cautivador, que adquiere su propio discurso y protagonismo en la obra, para asegurar que estamos ante una de las grandes obras del año.

Walden solo tiene 22 años: imaginen el futuro realmente gozoso que nos espera a sus lectores y lectoras.

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