Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Nuevo caso de Caldas

El inspector Caldas recibe la visita de un hombre alarmado por la ausencia de su hija

Nuevo caso de Caldas

Hemos esperado 10 años para volver a tener en nuestras manos nueva novela policiaca del autor Domingo Villar; El último barco, es la tercera de las entregas protagonizada por el inspector vigués Leo Caldas, tras las anteriores y exitosas Ojos de agua y La playa de los ahogados, sus lectores esperaban inquietos el retorno literario al fascinante entorno de las Rias Baixas. La tardanza en la publicación se debe únicamente a la voluntad del autor, que solo cuando considera que su trabajo está ya a la altura de lo que su medio millón de lectores esperan de él, lo pone en manos de su editorial. No entra -el autor- en el juego de editar en los plazos prefijados que en ocasiones imponen las editoriales, sino al contrario, su auto-exigencia determina el momento de la entrega, por lo que el resultado final de la novela acaba siendo un producto artesanal, cuidado en sus detalles, mimado como un instrumento musical, creado y afinado por las hábiles manos de un lutier para obtener un sonido perfecto.

Resulta de fácil lectura, aunque el lector se puede impacientar por lo lenta que transcurre la acción en la primera parte del libro donde el ritmo acusa cierta digresión innecesaria, pero, conforme está avanzada comprueba que sobra poco en esas 700 páginas; no están de más la recreación en los paisajes recónditos de la parroquia de Tirán, ni en los personajes de la ría: el inglés fotógrafo de aves marinas, las mariscadoras rastrillando la arena en busca de bivalvos, los marineros del transbordador a vapor -aunque hace medio siglo que funciona a gasoil- que une la población de Moaña con la estación marítima de Vigo, ni sobran las entrevistas con los profesores en la Escuela de Artes y Oficios, ni esas relaciones humanas y de algún modo compasivas, del inspector con su viejo padre bodeguero, con su antigua amiga Elvira, y con otros personajes como Camilo, el niño autista, o Napoleón el mendigo experto en latín. La historia desborda la intriga policial y la aportación de personajes sólidos y creíbles refuerza una interesante descripción social, sugerida a través de los diálogos que mantienen, los reconocemos desenvolverse en su realidad cotidiana.

No es tampoco un thriller, no esperen el tenebrismo de muchas novelas actuales de las denominadas negras, el inspector Caldas va uniendo concienzudamente las piezas del rompecabezas una a una, pacientemente, errando y volviendo a reconstruirlo, nos muestra sus progresos, sus sospechas y sus descartes en la investigación al tiempo que él las descubre, no queda nada al azar.

Toda la trama comienza con la denuncia por parte del famoso cirujano, el influyente doctor Andrade, de la desaparición de su hija Mónica, joven profesora de dibujo; apremiados por el comisario, Leo Caldas y su ayudante el impetuoso aragonés Rafael Estévez, inician la investigación y tanto en el entorno de la supuesta víctima como en la visita a la casa azul de esta, todo muestra aparente normalidad, aunque, comprobarán que en la vida, como en el mar, la más apacible de las superficies puede ocultar un fondo de devastadoras corrientes; interrogatorios a amigos, vecinos y compañeros de trabajo de la desaparecida, no conducen a mantener una hipótesis clara, no se descarta la huida voluntaria; a pesar de la agobiante presión ejercida por el padre, apenas se avanza en dilucidar entre los posibles sospechosos.

Relato entretenido, correcto, recomendable, mucho más interesante que la mayoría de las numerosas traducciones de novelistas mediocres autores de best sellers que circulan por las librerías. Aunque el autor no consigue la eficacia narrativa que adquirió con La playa de los ahogados, la novela gana interés conforme avanza su lectura.

Compartir el artículo

stats