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Biología, Historia

Así se titula el último libro de poemas de Antonio Jiménez Millán: Biología, Historia. Es un título raro, con pretendida voluntad antipoética, o, mejor dicho, con voluntaria pretensión de alejarse del lirismo más común, y de aspirar a lo que Borges llamó alguna vez las secretas magias del prosaísmo.

A día de hoy, el lector que se ha ido adueñando de mí, la versión lectora del individuo que soy, o que creo ser (sobre todo, gracias a la lectura), resulta menos proclive a dejarse impresionar por los malabarismos verbales y las piruetas del ingenio. A día de hoy, aquello que más me interesa en la literatura es encontrar, junto con las mejores palabras, ordenadas de la mejor manera, a un hombre. Tropezar con una vida, con la voz que cuenta las aventuras de un corazón en el tiempo. Los escritores que prefiero son «cordiales» en sentido etimológico, es decir, los que muestran, como escribió un gran poeta, su corazón al desnudo.

Biología, Historia: son dos asignaturas siempre pendientes, dos extremos entre los que parece discurrir la existencia, dos ingredientes con los que los grandes pensadores occidentales, administrándolos en proporciones distintas, han cocinado el banquete de sus respectivos sistemas filosóficos.

En este magnífico poemario (el mejor de los suyos hasta el día de hoy), Antonio Jiménez Millán no nos obliga a elegir entre la Cultura y la Naturaleza, entre la Razón o el Sentimiento, entre la Biología o la Historia. Su criterio se resuelve con sencillez sintáctica: Biología, «coma», Historia.

Nuestra vida, nuestra aventura en el mundo, nuestra experiencia al completo es la suma de esas dos cosas, de esos dos inabarcables universos -el de nuestros accidentes y el de nuestras circunstancias-, la unión indisoluble entre el relato privado, íntimo, y el relato público. Una unión que cristaliza de forma natural en el propio cuerpo, porque allí, en el cuerpo, se hallan los límites que nos definen: somos un cuerpo en el que encarna nuestra biografía; esto es, nuestro transcurrir biológico en la Historia.

Este libro de Antonio Jiménez Millán es un compendio de poemas escritos desde el cuerpo, por el cuerpo, y para el cuerpo, porque el cuerpo del poeta constituye el verdadero agente de la Historia, el elemento que se enfrenta a la exterioridad inclemente. Poemas amargos, duros y secos, en su mayoría, producto de la aproximación del autor a la vejez, y de la experiencia de la enfermedad. Textos escritos en sordina, la mayoría con apetito narrativo, sin halagos ni concesiones al lector, pero que a la vez, como sucede siempre con los buenos poetas elegíacos, nos transmiten una honda sensación hímnica.

El poeta que se duele por la herencia del tiempo y sus trampas, sabe rescatar a la vez los momentos de intensidad que ese mismo tiempo le ha legado. Los obsequios del deseo, de la amistad, de la literatura, de la infancia, de la admiración intelectual, de las ciudades visitadas constituyen también parte de nuestra anatomía, y nuestra anatomía es un compendio tan histórico como biológico.

Toda una lección «cordial» -dictada por los impulsos de la inteligencia y el corazón-, para dibujar un retrato del artista, desnudo de biografía para abajo.

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