Ut pictura poesis (como la pintura, así es la poesía). Sirva esta archiconocida locución latina para saludar esta primera edición de Paper València, singular iniciativa que esperamos se haga plural en años venideros. La pintura es poesía muda y la poesía es pintura hablada. Bajo esta sucinta formulación previa (atribuida a Simónides de Ceos), Víctor Segrelles, en quien ha recaído la responsabilidad de articular este feliz proyecto, ha recurrido a enfatizar con mayúsculas su denominador común: el papel. Elección preñada de resonancias electivas y de rigor selectivo, habida cuenta que es el papel, escrito, pintado, impreso, dibujado, el elemento material que vehicula la imaginación desbordante de los artistas aquí convocados.
El diálogo, la integración, las infinitas relaciones que nacen entre la literatura y las artes, confluyen en esa no menos común dimensión poética que se percibe allí donde mires, allá donde leas. Poesía en tanto que crisol en el que se funden el hacer creativo y la belleza contemplativa. Lo bueno se guarda en frasco pequeño, Lo bueno si breve, dos veces bueno; serían eslóganes más que apropiados que planean elípticos obra a obra, verso a verso. Es sabido el poder inmenso de la evocación, de la sugerencia, de ese decir sin decir que reside en el buen hacer.
El encuentro se consuma con una cuidada y atinada selección de galerías y editoriales -tanto monta, monta tanto- que se han caracterizado por su firme compromiso por profundizar en las posibilidades expresivas que encierra este binomio que tantos buenos momentos no ha ofrecido a todos aquellos amigos de leer con los ojos bien abiertos, de mirar con los cinco sentidos, de disfrutar sin contemplaciones de los mejores frutos de la naturaleza humana.
Entre las galerías valencianas, Ana Serratosa presentaba las obras del maduro Carlos Franco y del joven Sirin Salehi. Pepita Lumier optaba por otro tándem, compuesto por Javier Mariscal y Paula Bonet. Dos pesos pesados de su concienzuda apuesta por la ilustración y el diseño gráfico/editorial. Set Espai d'Art ofrecía un atractivo stand interdisciplinar altamente disciplinado, con Chingsum J. Luk, Isidro Ferrer, Sean Mackaoui y Cristina Almodóvar.
Entre las nacionales, dos galerías históricas y ejemplares en su integración de literatura y artes. La sevillana Rafael Ortiz, con una secuencia casi cinematográfica de obras de Carlos Domingo, Miki Leal, Nico Munuera y Curro González, y su especialísima colección (Los Sentidos ediciones) de escritos de artistas -joyas preciosas y raras talladas con la pasión de la experiencia. Juan Riancho (Siboney) fiel y constante, nos deleitaba con los trabajos de Alvira, Verbis y la grata sorpresa de Emilio González Sainz. Para concluir, Travesía Cuatro mostraba papeles de gran formato de Vicky Uslé y unas exquisitas piezas de Elena del Rivero que rinden homenaje a Hilda af Klint, considerada la auténtica pionera del arte abstracto en Europa.
La representación libresca ofrecía similar nivel de refinada exigencia. Auténticos clásicos del oficio editorial, ese que procura sacar a la luz la oscura belleza esencial que reside en las palabras, en las voces. Así, Pre-Textos, Vaso Roto y Alba se daban la mano para sumar calidad e interés con las prometedoras Edicions del Buc y Ultramarinos.
Punto y aparte merecían los proyectos encabezados por Banda Legendaria (Veintiún Versos y las enigmáticas obras de G. Peyró Roggen) y la no menos activa Fire Drill dirigida por Paco De la Torre. Cerraba este sucinto recorrido la presencia, como artista invitado, de Miquel Navarro preci(o)samente presente con cuadernos de poesía, múltiples y ediciones. Como complemento necesario, diversas actividades paralelas: mesas redondas, presentaciones y recitales poéticos, suponían, esta vez desde la oralidad originaria, el broche de oro de esta propuesta, nunca mejor dicho, poética. Pequeña en tamaño pero grande en ambiciones y proposiciones.
