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La ópera en las ciudades

La ópera en las ciudades

La ópera es una de las formas culturales acrisolada entre los siglos XVIII y XIX con una mayor capacidad de supervivencia y adaptación en el largo proceso de asentamiento de lo que ahora llamamos cultura mundial.

Nacida hace cuatrocientos años —es en 1617, aproximadamente, cuando en Italia se utiliza esta denominación para señalar a un género de teatro musical—, los primeros cultivadores pretenden restablecer la autenticidad de la tragedia griega en cuya práctica, se piensa, la participación del coro era cantada.

Desde sus primeras manifestaciones, la ópera reune elementos del teatro, la música, el canto y el ballet, concediendo una gran importancia a la escenografía y al poder emotivo de las historias. El primer gran nombre asociado a la ópera es el del compositor italiano Claudio Monteverdi cuyo Orfeo, compuesto en 1607, aún se representa.

Ligado a otras manifestaciones del teatro musical cultivadas en otros países, entre las cuales destacan la zarzuela y el singspiele, la ópera alcanza un primer esplendor en los territorios de la Italia cuya soberanía se reparten las potencias europeas de los siglos XVII y XVIII como España, Francia o Austria y durante su proceso de maduración se convierte en una clara manifestación de la identidad de lo que en la segunda mitad del XIX será el movimiento de lucha por la unidad nacional italiana.

Curiosamente, el poso nacionalista que está presente en la ópera y que adquiere una relevancia especial en la obra y la proyección pública de uno de sus grandes creadores, Giuseppe Verdi, se combina con una estética de inspiración internacional y una ambición de proyección global.

De este modo, una música de melodías pegadizas y fáciles de memorizar con grandes efectos orquestales se combinaba con el virtuosismo de los cantantes y con historias sacadas de la tradición popular, de la Biblia o de piezas teatrales o novelas de éxito de Francia, Alemania o España. En la mayor parte de los casos con intensos contenidos dramáticos y con personajes cargados de gran poder de seducción o arquetípicos.

La magnitud de la ópera como espectáculo exigía, desde un principio, un escenario adecuado lo cual dio origen a la construcción de teatros a lo largo de toda Europa pero, sobre todo, en las ciudades italianas de todo tamaño que competían por reunir el dinero para poder pagar un espectáculo caro y exigente.

Apadrinado en un principio por la aristocracia, fue la burguesía enriquecida por la industria y el comercio la que sufragó la construcción de los teatros y la que instauró el carácter comercial que tuvo su desarrollo uniendo las figuras de los grandes compositores con las de los «impresarios» capaces de reunir un elenco de calidad y un escenario adecuado .

El éxito de la ópera en los últimos ciento cincuenta años ha sido prodigioso.

«Ópera, pasión, poder y política», la exposición que presentó el Caixa Forum la semana pasada en Madrid es una excelente producción que consigue introducir al visitante en el corazón de la ópera, en muchas de las incidencias de su historia —al menos desde Claudio Monteverdi (1567-1643) hasta Dmitri Shostakóvich (1906-1975) pasando por la obra de otros seis gigantes de la música como Händel, Mozart, Verdi, Wagner, Richard Strauss y el español Isaac Albéniz— subrayando la estrecha vinculación de la ópera, el crecimiento de las ciudades en la época moderna y contemporánea y la evolución ideológica de las sociedades europeas.

El trasfondo de la exposición es una interesante y sintética reflexión sobre las relaciones entre el poder político y social y la creación artístic destacando el proceso de construcción de la identidad nacional de Italia y el momento de cambio del leninismo al estalinismo en la Unión Soviética de los años 30 del siglo pasado. La exposición nuestra con gran claridad cómo la ópera formó parte de cambios cruciales en la evolución de ciudades como la Venecia que dejaba la posición central del comercio europeo con otros continentes, el Londres que ganaba su papel como centro del comercio internacional, el París que se convertía en un imán para la innovación cultural o la Barcelona de la Renaixença y la remodelación urbana del plan Cerdá.

La exposición, que muy probablemente venga a Valencia cuando el Caixa Forum abra sus puertas aquí, precisamente en los aleñados el Palau de les Arts, pide una continuación para iluminar lo que ha sido la ópera a partir de los años 30 del siglo pasado.

Junto a una excelente documentación con piezas demostrativas de la cultura de la ópera, el visitante disfruta la música de las ocho óperas elegidas mediante un sistema de audición inteligente que se le entrega a la entrada.

«Ópera, pasión, poder y política» es una excelente propuesta para entender la vitalidad actual de la ópera —con la experimentación escénica y dramatúrgica que la mantiene en la vanguardia de las artes— y la pasión que ha despertado y sigue despertando en las cuatro esquinas del mundo. Una pasión que queda reflejada en aquella loca aventura del industrial que quiso llevarla al corazón de la selva amazónica y que el cineasta alemán Werner Herzog plasmó en su extraordinaria película «Fitzcarraldo».

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