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Evolución del artista

Bob Dylan en la cima del Everest

Las fotografías de Jerry Schartzberg recogen la metamorfosis del cantante a mitad de los años sesenta - Del juglar de la canción protesta al trovador eléctrico.

Bob Dylan en la cima del Everest

El martes Bob Dylan cerraba en València su gira española, ese «Never Ending Tour» que de momento, haciendo honor a su nombre, parece no tener fecha de caducidad. El cantante llegaba a punto de cumplir 78 años y formando parte de ese irreductible batallón de septuagenarios del show-bussines. No sabemos si sus intenciones se encuentran en emular la longevidad artística de cantantes como Charles Trenet y Charles Aznavour que murieron con las botas puestas sobre el escenario pasados los noventa años. A estas alturas de la música popular, resulta una obviedad señalar que la figura de Dylan marca un ante y un después en el horizonte musical a partir de la segunda mitad del siglo XX. Quizás, no con la irradiación popular de unos Beatles, pero sin duda con la autoridad de un cantante-creador que ha señalado las convulsiones de la épica pop en todos estos más de sesenta años de actividad artística, transformando las propias raíces de la canción popular.

Tratar de dibujar un retrato lo más completo de Bob Dylan enfrenta al realizador del empeño con la figura siempre escurridiza de un creador poliédrico y multiforme como se encargó de captar el director Todd Haynes en su centelleante oleo visual, «I'm Not There», sobre el bardo de Duluth. Las sucesivas vidas artísticas y musicales del cantante acaban descolocando al más meticuloso investigador como bien sabe una autoridad como el escritor Greil Marcus, seguramente el crítico que más empeño ha puesto en poner luz sobre los claroscuros intensos del cantautor norteamericano en todas estas décadas, dejando algunos de los textos claves para desentrañar el enigma dylaniano.

Bob Dylan ejemplifica, y a su vez, configura, el perfil del creador que se ha batido a lo largo de su vida por escapar a cualquier etiquetaje fácil o determinista. Una actitud por otro lado nada complaciente. Esta tenacidad del músico por salirse de los caminos más trillados ha acabado por determinar su propia leyenda y aureola musical. Su traspaso del juglar del folk al dandi insolente y electrificado le supone más de un exabrupto durante los conciertos, reencarnándose en esa figura tan querida para la literatura del «héroe y el traidor», según se decante el péndulo por el lado acústico o eléctrico de la melodía. Bajo el titulo de Dylan par Schatzberg (Skira) un libro recoge el encuentro entre el cantante, en ese momento- mitad de los años sesenta- en el Everest de su propia mitología como creador y el fotógrafo norteamericano Jerry Schatzberg, por otro lado, uno de los creadores gráficos más audaces dentro de la nueva ola de la fotografía que está revolucionando la imagen en revistas y medios de comunicación. Schatzberg realizará años después su traspaso a la dirección cinematográfica alcanzando el éxito con la película El espantapájaros y la pareja Gene Hackman y Al Pacino como protagonistas.

Las fotografías de Dylan bajo el objetivo de Schatzberg, más allá de su valor creativo, tienen el poder testimonial de recoger ese momento en que el músico ha renunciado a ser el mesías de todas las causas, de la Guerra del Vietnam al desastre nuclear, de la liberación sexual a la comida macrobiótica y dejar que el verbo dylaniano se ensanche sin urgencias ni ordenanzas. Es cierto que el cantante ha dejado para usufructo de su auditorio engagé canciones como «Blowin in the Wind», «Master of War», «The Times They are a changing», pero el futuro, como señalan sus nuevos derroteros musicales, le pertenece solo a él. Álbumes como «Bringing It All Back Home», «Higway 61 Revisited» y «Blonde on Blonde» son la respuesta. Schatzberg asiste a las sesiones de grabación de Higway 61 Revisited donde Dylan registra su seminal «Like a Rolling Stones». El vis-à-vis emocional entre ambos es instantáneo. Para su siguiente álbum, «Blonde on Blonde», el material gráfico, desde la portada a las fotografías interiores del disco, serán obra de Schatzberg. Como anécdota, entre las imágenes del disco, se encuentra una fotografía de la actriz Claudia Cardinale que Dylan ha querido incluir como material gráfico. La fotografía de la estrella italiana sólo aparecerá en la primera edición del disco, desapareciendo en las reediciones posteriores a causa de la demanda de los representantes de la actriz.

Las fotografías del libro Dylan par Schatzberg son la crónica de un periodo de la música popular, en la encrucijada de los años sesenta, en que los músicos pop sustituyeron a las estrellas de cine y princesas de la realeza en el nuevo calendario de la mitología popular. Schartzberg redefine el mito Dylan descubriéndolo a la vez sofisticado y misterioso. Ese personaje que se escurre por la bohemia neoyorquina, entre la Factory de Warhol y los clubes de moda, y al que parte de su antiguo auditorio no le ha perdonado su nuevo rumbo musical. Solo un año después, el cantante emprenderá una nueva metamorfosis.

Coincidiendo con la aparición del libro de fotografías de Jerry Schatzberg se edita una caja de 14 cds que recoge la legendaria gira «Rolling Thunder Revue» de Bob Dylan, los conciertos que entre 1975 y 1976 el músico realizó acompañado de artistas como Joan Baez, Joni Mitchell, el poeta Allen Ginsberg y otros colaboradores. La edición musical acompaña el documental «Rolling Thunder Revue-A Bob Dylan Story» de Martin Scorsese, que estrenará Netflix el próximo 12 de junio, donde el director vuelve a sumergirse en la figura del músico como ya hiciera con «No Direction Home» y los inicios del mito.

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