Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Sonidos y aromas

La obra de Oswaldo Maciá (Cartagena de Indias, 1960), transita a través de materias de investigación diversas que abarcan desde la mirada microscópica hasta las decisiones macro-políticas

Sonidos y aromas

Desde Marcel Duchamp, e incluso mucho antes, con los simbolistas a finales del siglo XIX, la idea, el concepto de lo que el artista quería mostrar, ha sido en muchas ocasiones más significativo que el proceso creativo, e indudablemente ha primado por encima del resultado artístico. Si a ese proyecto se le dota de unas connotaciones sociales o políticas, si el planteamiento que subyace puede generar un debate en la sociedad, afrontar al espectador para que salga de la exposición planteándose cuestiones, que no respuestas, el autor habrá logrado su objetivo.

Entrar en una galería y ver cómo un agua negra se está desbordando de una bañera situada bastante por encima de lo que sería habitual, sobre un pedestal, genera en el espectador desconcierto, como primera reacción, y un poco de asco -ciertamente- como segunda. Lo lógico es que el agua en la que uno se baña esté más limpia a la entrada que a la salida. A la inusual tonalidad del agua hay que añadirle un sonido ambiente, como el que haría una máquina de una fábrica o el escáner de un hospital, que no invita precisamente a la relajación. Hay, sin embargo, un sutil aroma en el ambiente, dulzón y agradable, que interactúa con el sentido de la vista y el oído y, curiosamente, los atenúa. Ahora, ni el agua que vemos es tan negra, ni genera tanto desagrado, ni el sonido es tan industrial.

Los proyectos del colombiano Oswaldo Maciá, reunidos por la galería Visor bajo el título de «Geopolíticas de la naturaleza», giran en torno a las percepciones, el oído y la vista, especialmente. Así, el sonido a través de un megáfono en el que se pueden escuchar, con suerte, el canto de aves sobre cuyos registros y archivos Maciá lleva trabajando desde hace tiempo; las decenas de dibujos realizados por el artista sobre la inmensa variedad existente de pájaros que reúne no solo su país sino todos por los que ha ido viajando, como si al pintarlos estuviera a la vez reflexionando sobre su composición, plumas, colores o incluso comportamiento; la recreación de una iluminación especial, un amarillo apagado que no acabamos de entender pero que, sin duda, remite a algún tipo de no-luz que pueda encontrarse en los países nórdicos, donde el colombiano ha instalado parte del proyecto «Un regalo para Svalbard». En esta última sala de la galería se han colmado las paredes con bocetos de aves. Y es entonces cuando empezamos a relacionar el título de la muestra, «geopolíticas», con lo representado: las migraciones de las aves no son sino el equivalente de las humanas. Al igual que los pájaros, también los hombres se desplazan en busca de mejores oportunidades, de otros espacios, de una interrelación que posibilita el intercambio de conocimientos y experiencias.

Pero además de lo acústico, grabando sonidos -de los pájaros, del viento o del hielo- en lugares tan desérticos como pueda ser el Polo Norte, también están las obras olfativas. Ese sutil cambio de actitud entre lo que vemos y lo que el olfato acaba por modificar en nuestro celebro. Oswaldo Maciá trabaja, asimismo, sobre la polinización que realizan las moscas en aquellas zonas inclementes en las que el frío impide sobrevivir a las abejas y mariposas; o el proyecto realizado junto a un perfumista introduciendo el olor de las rosas procedente de las plantaciones de los países que forman parte del Tratado de Svalbard, de 1920 y a punto de vencer -con lo que eso pueda conllevar a nivel de protección de los recursos naturales, tanto de la zona como a nivel mundial.

«Geopolíticas de la naturaleza» es de esas exposiciones que, sin el inestimable y necesario texto del comisario, Álvaro de los Ángeles, el espectador únicamente se habría hecho una idea de los elementos con los que trabaja el artista, incluso es posible que hasta intuya sus inquietudes, pero lamentablemente no habrá entendido nada. No será hasta que lo lea cuando empiece a entender el por qué de ese altavoz por donde sólo en el último minuto de cada hora se reproduce una paleta sonora de 1.900 especies de la aves que recorren el país colombiano como imagen de esa imparable extinción que el ser humano infringe a los animales (un millón de especies según el último informe); el por qué de los gráficos sobre los dibujos, o la razón de esa bañera desbordada de agua que simboliza, en palabras del comisario «la dificultad que supone conocer este mundo complejo que queda por debajo de la mirada del público, como el borde de esa bañera anegada». Lean y empiecen a comprender.

Compartir el artículo

stats