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De vuelta a 'España' desde 'Ordesa'

De contar el caos de la vida a narrar la verdad, la transición de las dos novelas de Manuel Vilas

De vuelta a 'España' desde 'Ordesa'

Manuel Vilas (Barbastro, 1962) tiene el don de ver la vida de la gente. Vilas puede ver en directo la vida de todo un país, como si fuera un medio de comunicación, porque como escritor se dedicó a romper el tiempo o, al menos, a no someterse a sus cánones. En sus libros, hasta la llegada de Ordesa, que supone un punto y aparte, no parece existir ni el pasado, ni el presente, ni el futuro. En sus libros, lo que tenemos es la vida, que es un caos.

Vilas puede ver incluso la vida de un país como España, tan inestable en los cánones del tiempo y del espacio. En 2008 publica en la mítica editorial DVD un libro titulado ni más ni menos que España, ahora recuperado por Alfaguara, pero entonces era profesor de instituto y ni Vilas ni nadie sabía que diez años después sería el autor de un libro como Ordesa, así que, por ambas razones, pasó más o menos desapercibido, a pesar de que la revista Quimera lo designara libro del año. De todos modos, tanto para los que lo hayan leído en su momento como para los que no, ahora será inevitable (re)leer España bajo la alargada sombra de Ordesa, porque Ordesa supone un antes y un después en la narrativa de Vilas, del mismo modo que el año 2008, antesala de la gran crisis, supone un antes y un después en la historia de España.

La cuestión es cómo hacerlo, dónde están las claves para volver a España desde Ordesa sin traicionar a España. Lo primero que se me ocurre tiene que ver con la masiva reacción emocional que Ordesa ha supuesto entre los lectores. Ordesa no cuenta la vida, cuenta la verdad. Para el Vilas de Ordesa, la verdad es lo más importante de la literatura. Ya no quiere contar la vida sino la verdad. España cuenta la vida de un país, pero no surge de la necesidad de saber cosas ciertas, de saber «qué me está pasando». Ordesa surge de la necesidad de recuperar el propio pasado tras la muerte de sus padres, un pasado que se perdería si no fuera recuperado mediante la escritura. Ordesa se somete en carne propia a los cánones del tiempo, asume que existe un pasado, un presente que lo necesita para dotarse de sentido y un futuro que lo redima. La autoficción de España ha dado paso a la autobiografía de Ordesa. El estilo salmódico, celebratorio, la constante reiteración, el tono hímnico unas notas por encima de lo común, la (auto)parodia de la cultura de masas española solamente aparecen en Ordesa en sordina. Toda la revoltura de España se depura en Ordesa. Hay más limpieza, más orden, a lo que no es ajena la obsesión del propio narrador por mantener limpio su apartamento cuando siempre ha vivido en el caos. En Ordesa no hay experimento, el riesgo formal se transforma en riesgo personal. Si en España te gustaba reconocerte en la burla irónica, Ordesa te muestra el reverso y te reconoces en el desamparo, el sentimiento de culpa, la desnudez del mensaje.

De todos modos, aunque nada volverá a ser igual en el planeta Vilas tras la escritura de Ordesa, este libro no hubiera sido posible sin España. Imbuida de la corriente autoficcional tan en boga durante la primera década del XXI, Vilas juega con la perspectiva de narrador y de personajes llamados Manuel Vilas, Bolaño, Ballard, con la música de Johnny Cash, Nino Bravo o Paulina Rubio. Una lectura irónica y alucinada del pasado, presente y futuro de España en una dimensión única y horizontal. Una salvación a través de la ironía, una burla barroca que a la vez es consuelo. España transmite a Ordesa que no hay ideas salvo en las cosas. Los «prodigios baratos», que dice Vilas. Los objetos adquieren una significación esencial en ambos libros. Un Seat 850 de cuatro puertas, por ejemplo. Las cosas adquieren su propia alma. Pasillos, casas, alfombras, cocinas, muebles, camisas constituyen, al fin y al cabo, nuestro tránsito por la vida. España está escrito entre 2002 y 2007, Vilas atraviesa una época personal de inclinación a la vanguardia, se da cuenta de que su vida forma parte de un tiempo concreto, una sociedad y una identidad cultural llamada España, así que inventa otra forma de estar en ella, se inventa un delirio personal en el que gravita un cruce de voces discordantes trabajadas desde la alegoría y el énfasis en la rareza de las situaciones. Todo es ironía generalizada. Medio centenar de historias que el propio texto se ocupa de constituir como totalidad a partir de continuas autorreferencias. Un formato de post de blog en un contexto en el que se dispara el fenómeno de la digitalización y la puesta en red de lo literario. Todo se estira, todo se lleva al límite. Sin ese recorrido y su distensión no hubiera sido posible escribir un libro como Ordesa. Entre otras cosas, no hubiera sido posible aprender a mirar las cosas así: «Hay gente en este mundo que ha pasado más tiempo al lado de un televisor o de una nevera que al lado de un ser humano. En todo hubo belleza».

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