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Traducir a Stanley Kubrick

Traducir a Stanley Kubrick

Vicente Molina Foix, nacido en Elche, estudio Filosofía en Madrid y fue profesor de literatura en Oxford. Es novelista, poeta, dramaturgo y hombre de cine. Una de sus novelas, La quincena soviética, obtuvo el premio Herralde en 1988. Otros títulos como La misa de Baroja o El abrecartas (premio Salambó y Nacional de literatura en 2007) le consolidaron como escritor así como la antología de relatos El hombre que vendió su propia cama y otros títulos. A finales de los ochenta del pasado siglo le hice una entrevista donde me confesó su vocación de escritor nocturno y no estar ligado a ninguna generación literaria en particular.

El cine ha ocupado muchas horas en su quehacer literario. Un buen día recibió, en su domicilio londinense, una llamada de su amigo el director Carlos Saura que colmaba no solo sus ansias de cinéfilo sino que le proponía un trabajo creativo de primer orden a la altura de sus conocimientos cinematográficos.

Saura le puso en contacto con Stanley Kubrick. Palabras mayores. Este le encargo las traducciones de algunas de sus películas para que tuvieran, a la hora de su proyección en las salas españolas, una versión adecuada que permitiera al espectador meterse de lleno en ellas. A lo largo de 20 años se prolongó esta colaboración que hizo de Molina Foix el traductor de cinco películas del genial cineasta nacido de el Bronx. Colaboración que iba a durar hasta la muerte de Kubrick en su casa de los alrededores de Londres.

Este creativo trabajo permitió acercar a los espectadores a películas clave como La naranja mecánica, Barry Lyndon, El resplandor, La chaqueta metálica y Eyes Wide Shut. Películas deslumbrantes donde se encuentran muchas las claves del cine de Kubrick. Un trabajo de artesanía, metódico y filológico, para encontrar, en ocasiones, encaje adecuado al español corriente de ciertas expresiones inglesas del lenguaje más obsceno y callejero. Un trabajo difícil lo de adecuar palabrotas y tacos que tan solo parecían tener sentido en su inglés original, en tacos y palabrotas familiares a los oídos de los españoles. La propuesta de Saura llevó a Molina Foix no solo a ver las películas citadas con detenimiento sino a la reflexión y al análisis global de la escasa pero excelsa producción cinematográfica, de uno de los mejores talentos de toda la historia del que fuera llamado «séptimo arte».

El resultado de todo ello hace de Kubrick en casa un libro delicioso donde Molina nos hace confidentes de sus propias valoraciones, de sus dudas; lectores de un dietario salpicado de observaciones interesantes, de conversaciones con intermediarios de Kubrick como su amanuense Leon Vitali entre otros, que dan muestra de la erudición y amor por el cine de su autor. Molina nos da a conocer sus opiniones acerca de otros cineastas y de otras películas que pudieran o no tener relación con el autor de 2001.

Molina recuerda, por ejemplo, el escandalo que suscitó La naranja mecánica, comparable al que levantó, Perros de paja de Sam Peckinpah. Ambas cintas fueron censuradas como películas X. No obstante, La naranja mecánica no necesitó ser cortada por la supuesta ambigüedad del paisaje geográfico donde se desenvolvían los brutales drugos. Sin embargo, en la España de Franco, tuvo un tardío estreno en 1975 quedando relegada a verse tan solo en cines que proyectasen películas V.O. (Versión Original) con subtítulos, accesibles a un público minoritario. Se hizo preciso el doblaje al español. Un procedimiento que no le gustaba a Kubrick ni a Saura.

A partir de ese momento surgió la chispa que permitió conectar a Kubrick con Molina Foix. La conversación telefónica de Molina con una convincente Geraldine Chaplin, quien «con su español delicioso» le explicó que había detectado errores y americanismos en la versión con subtítulos que requerían al mejor traductor. Todo le condujo a una cita en las cercanías de Londres, a una antigua librería «celebre por su oferta contracultural y offbeat (excéntrica)», a base de feminismo, poesía en traducción, ensayo alternativo, títulos de literatura gay que se mezclaban en sus dependencias con perfumes de oriente y «humo psicotrópico».

Un libro, pues, que hará tanto las delicias del cinéfilo como las de los amantes de la literatura, pues Molina muestra sus habilidades de escritor, tanto como las de buen periodista en la entrevista, al propio Kubrick, con la que cierra su libro.

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