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Biografías desde el silencio

Biografías desde el silencio

La abstracción ha sido el patito feo de la historia de la pintura. A pesar de contar con su mito fundacional (que algunos atribuyen al dibujo): el de la hija de Butades de Corinto. A pesar de estar presente en los orígenes de la pintura desde la prehistoria. A pesar de sus puntuales momentos de gloria? los cisnes blancos que una inmensa mayoría admira, tienen esbeltas figuras que exhiben sobre las aguas de la representación y la narración. Incluso dentro de la minúscula minoría social que se interesa por las manifestaciones artísticas contemporáneas, se traslada -modificado- ese predominio del qué sobre el cómo, del pensar sobre el hacer, de la traición sobre la tradición, del espectáculo sobre la modestia, del escándalo sobre el silencio.

Precisamente ese silencio, tan ausente como necesario, es el que convocan (en orden de aparición) las obras de Ana H. del Amo (Cáceres, 1977), Mar Vicente (Lugo, 1979), Nico Munuera (Lorca, 1971) y Guillermo Mora (Madrid, 1980). Jóvenes artistas de diversas generaciones que no han dudado en reflexionar, sin palabras, mostrando la pertinencia de sus respectivas apuestas abstractas dialogando en torno a la dilatada trayectoria-fiel siempre a la abstracción- de Jordi Teixidor (València, 1941). Figura fundamental de esta vía minoritaria que se inició en España con el Informalismo de filiación norteamericana. Tras unos breves escarceos figurativamente pop y abstractamente geométricos, Teixidor fue uno de los principales introductores de esa corriente rebautizada como Abstracción Lírica. Lirismo de matriz emocional y literaria, propio de personas cultivadas, inteligentes, sensibles. En estas pocas pero significativas piezas que articulan el conjunto, se puede rastrear algunas constantes que han ido evolucionando hacia el silencio del gesto y del color, dando paso a la presencia serena de la serialidad rítmica e integradora de la superficie y el marco, del papel, la tela y la madera, de lo pictórico y lo escultórico. Teixidor ha ahondando como pocos en esa singular relación entre color y materia, entre gesto y superficie, entre bidimensionalidad y objetualidad.

Cada artista ha tenido la oportunidad de elegir la obra de Teixidor con la que establecer un tête à tête, un vis à vis franco que sin embargo se ofrece generosamente al público. El resultado es un conjunto profundamente armonioso donde se pueden saborear los extraordinarios matices que los artistas son capaces de mostrar cuando se pone en juego el valor inmenso de la identificación. Cada uno de ellos ha encontrado en la obra de Teixidor, aquello que le resuena de modo preciso y resulta acorde con las propias obras. Cada uno de ellos ha sabido reconocer determinados aspectos del trabajo creativo de Teixidor, gestuales, compositivos, cromáticos, estructurales, procesuales, reflexivos? grata y sorprendentemente tan activos como actualizados en sus respectivas trayectorias.

Allá donde el espectador fije su mirada atenta y ceda el paso a la contemplación, podrá disfrutar no sólo de las obras aisladas -cortadas bajo el patrón admirable de la exquisitez más sencilla, de la sencillez más exquisita- sino también de los diferentes diálogos que brotan como manantiales serenos entre las piezas sabiamente dispuestas y triangulan con ese actor mudo que cierra el hecho artístico y da verdadero sentido a las obras de arte. Esas mismas sobre las que Gertrude Stein dejó unas brillante reflexiones en su conferencia: Qué son las obras de arte y por qué son tan escasas. Aquí tenemos un buen puñado, disfruten en silencio.

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