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Inframundos rurales

Pep Brocal y Javier Peinado vuelven con dos novelas gráficas

Inframundos rurales

Pep Brocal es un autor que se prodiga poco el mundo de la historieta. Formó parte de esa brillante generación de autores de los 90 cohesionada alrededor de Mr. Brain, una recordada publicación de Camaleón ediciones que practicaba un cómic mordaz y satírico con estética de serie B y sabia reivindicación de la escuela Bruguera de los 50, donde compartía nómina con Manel Fontdevila, Padu y Marcel Piqué, ahí es nada. Tras un par de series que certificaban su rápida progresión como Hola Terrícola o V-Girl, el colapso que vivieron las revistas de los 90 le llevó a especializarse con solvencia en el cómic infantil en publicaciones como Tretzevents o Cavall Fort, para luego casi desaparecer de la escena comiquera, una ausencia solo aliviada con pequeñas joyas como los fanzines Épreuve de Vie o esa gozada de la experimentación formal llamada Llibres mutants.

Afortunadamente, en los últimos años Brocal vuelve con fuerza en la historieta para alegría de sus seguidores, tanto en el ámbito infantil, con las excelentes series que está firmando para la colección Mamut (El pequeño Olaf y Lily Megamosca) como con novelas gráficas tan estimables como Alter & Walter o Cosmonauta, donde recuperaba claves de sus antiguas creaciones que han sido ampliadas y brillantemente resueltas en su última novela gráfica: Inframundo (Astiberri). El descenso literal a los infiernos de Amalia, su protagonista, podría entroncarse en la extensa tradición que va de Ulises y Eneas a Dante pasando por Orfeo, pero Brocal decide desde el principio labrar una cuidada y tupida telaraña de referencias entre los mitos clásicos y la cultura popular moderna para reescribir el mito: desde los emisarios demoníacos reconvertidos en hombres de negro a evidentes guiños a Carroll, la bajada al Hades de la protagonista se convierte pronto en un continuo reto para el lector, donde la búsqueda de la identidad propia de Amalia es también un recorrido cultural que encuentra nexos tan aparentemente alejados como relacionar a Dante con Bruce Lee.

Con un tratamiento del color que genera atmósferas densas y potentes, Brocal introduce al lector con inteligencia y un socarrón humor en el inframundo de la serie B, de una subcultura que no deja de ser una parte más de nuestra existencia, esos recuerdos olvidados que, como a la protagonista, son los que generan nuestro yo de hoy.

Brillante y muy recomendable, como la nueva obra de Javier Peinado, otro autor que se hace de rogar pero que cuenta todas sus obras por aciertos: no se pierdan sus colaboraciones con Santiago García, con el que firmó obras tan interesantes como la revisión shakesperiana de La tempestad o la peculiar mirada postapocalíptica de El fin del mundo.

Para su nueva obra, La Auditora (Astiberri), se alía con el escritor Jon Bilbao (aconsejo acercase a sus espléndidas antologías de cuentos, como Estrómboli o Bajo el influjo del cometa) para desarrollar una sorprendente historia que enlaza claramente con el estilo literario del guionista, pero que Peinado adapta con un trazo de línea clara que consigue un sorprendente contraste. Nada es lo que parece en La Auditora: el escenario rural, de pesada atmósfera casi lovecraftiana, es cercano y reconocible, casi recordando a las historias de Etienne Davodeau pero con un trazo deudor de Hergé y la línea clara, que pronto nos introducirá en una historia de ciencia-ficción de sorprendentes recovecos, revelando un inframundo rural que poco tiene que envidiar al planteado por Brocal.

Hay que reconocer que la obra engancha y deja descolocado en cada requiebro, componiendo una especie de atractivo Black Mirror de una España profunda futura. Dos obras para disfrutar del cómic.

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