Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Publicación

La mar de Fernando Delgado

El último poemario del escritor es un regalo sensorial donde sobresale el compromiso de la fuerza de sus versos

La mar de Fernando Delgado

La poesía es el acto más íntimo del escritor, donde hace el amor con las palabras. Durante el enlace surgen los versos que dan sentido a la caligrafía de la vida. Como recuerda Guadalupe Grande en el prólogo de la antología Prenda de abrigo de Francisca Aguirre, su madre, Federico García Lorca recitó lo siguiente en la inauguración de la biblioteca pública de Fuente Vaqueros en 1931: «Yo si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro». Leer un artículo o un libro de Fernando Delgado sacia el apetito, sus novelas son intensas y visuales, sus ensayos sociales y su poesía definitiva.

La mar desnuda (Pre-Textos), el último libro de Fernando Delgado, es un regalo sensorial. «Has vuelto al río al cabo de los años / y has limpiado tus labios después de tantos besos / que el falso amor propicia. / Todos los besos fueron sin duda necesarios, / pero no hay nada más fugaz que un beso. / La fugacidad, no obstante, jamás implica olvido. / Con frecuencia / se obstina en ser deseo inacabable». Pasión, mar y arte, como la oda «La mirada del mar» dedicada a Joaquín Sorolla que empieza con: ¿Si Sorolla supiera que no se pinta el mar / porque la mar no existe? Un pintor al que Delgado ya dedicó unos versos en El pájaro escondido en un museo, donde además del pintor de la luz versa a Picasso o Barceló.

La segunda parte de La mar desnuda está inspirada en una invitación de Ernesto Halfter para una ópera sobre la historia de un mencey guanche, pero el compositor no pudo concluir su trabajo. Delgado poema la vida y las traiciones de Tanausú, el líder de los aborígenes canarios que más se resistió a la conquista castellana de las islas a finales del siglo XV. «Tanausú optó por la muerte en el mar a favor de su libertad y la de los suyos», avisa el poeta. «Hasta la muerte juro / que tuya será mi vida / y será mía la tuya. / Y tu muerte mi muerte. / Y, con igual destino, / mi voz será tu voz, Tanausú, / mía tu voz».

«Paisaje de Millares» cierra el poemario, dedicado a su amiga Elvireta Escobio, y a Eva y a Coro Millares, sus hijas.

Fernando Delgado es un poeta prolijo desde su primer libro editado en Tenerife, Urgente palabra, Premio Julio Tovar 1968. Intenso literato, compagina desde siempre el periodismo, la narración y la poesía, el empeño más alto. Como cuenta en Mirador de Velintonia, la casa de Vicente Aleixandre era un espacio de acogida de excelentes poetas y principiantes. Bajo la confesada influencia de Aleixandre, pero también de Francisco Brines, Carlos Bousoño y José Hierro, la poesía de Fernando Delgado está anclada en el compromiso de la modernidad, un poeta-ciudadano, como se aprecia en la selección poética Presencia de ceniza (Identidad, 2001), una selección de toda su poesía anterior. Como asegura el propio autor: «He agrupado aquí una parte de mis poemas, en tres grupos de aproximación temática, con la intención de ofrecer una posible manera de lectura, distinta a la que los libros originales ofrecen por sí solos. He querido que sea lo más unitaria posible dentro de la evolución de mi obra, sin atender al orden cronológico de su escritura ni al de su publicación, como suele hacerse en las antologías. Supongo que es una selección y ordenación tan lícita como cualquier otra y con la misma suerte de provecho para el lector».

Potencia lírica

Delgado ha publicado trece novelas, la primera Tachero, en 1974, con la que recibió el Premio Benito Pérez Armas, todas deslumbrantes, aunque hay tres esenciales: La mira del otro (1995), El huido que leyó su esquela (2017) y Háblame de ti (1994). Tras Presencias de ceniza publicó los poemarios El pájaro escondido en un museo (Pre-Textos, 2010) y Donde estuve (Vandalia, 2014), un libro de geografía personal donde domina la memoria de los paisajes o los seres amados o perdidos.

La fuerza de los versos de Delgado nunca dejan indiferentes, como el poema «Una barca perdida» de La mar desnuda:

Viajar hacia la muerte

carece de sentido.

O tal vez, no.

La muerte es una barca

que termina perdida

no se sabe en qué mar.

Al menos que el infierno

sea un fondo marino

y el cielo un arbolado,

un monte en el que el fuego

pide agua y nos lleva

a un río en el que Dios

nos reciba nadando.

Se puede deliberar sobre el sentido de la muerte, aunque los poetas son eternos, porque como escribió Dylan Thomas «la muerte no tendrá dominio».

Compartir el artículo

stats