Peter Brook tiene la mirada pícara y decidida de Patrick Dalroy, aquel irlandés imaginado por Chesterton que recorría Inglaterra de arriba abajo, burlando una estúpida ley seca con un barril de cerveza y un queso de bola, en esa obra maestra titulada La taberna errante. Brook no es irlandés; de hecho es profundamente inglés, de los de té de las cinco, aunque en su retiro se vea tomando una manzanilla, como él mismo confiesa. Pero no resulta difícil imaginarle emulando a Dalroy, en una peregrinación interminable de pueblo en pueblo; solo que en su caso, no se trataría de una taberna, sino de un teatro errante. Se intuye que a Brook le hubiera gustado ser un cómico itinerante como aquellos que retrataba Fernán Gómez, otro gigante, en El viaje a ninguna parte; tal vez en otro tiempo, en otra vida, lo haya sido.
«La experiencia teatral solo puede ser en el ahora, en lo inmediato», insiste Brook, sintetizando una de las tesis centrales de su ensayo El espacio vacío. «Ya no hace falta que se lean el libro», apostilla, divertido. Brook revela que, para él, hay dos palabras centrales: «compartido» y «útil». Para que el teatro sea una experiencia compartida, el maestro de la escena insiste en que es preciso aparcar los egos; en cuanto a lo segundo, Brook es claro:«seguiré trabajando mientras me sienta útil».
Reniega de la palabra «creador» aplicada a un ser humano, incluso a sí mismo:»Eso es una blasfemia; solo hay un creador». Pero no duda en afirmar que «todo está en Shakespeare», sin que suene a enmienda a sí mismo. Aunque profundamente inglés, se trasladó en los setenta a París, y no duda en declarar su profundo amor a España, donde ha estado en numerosas ocasiones. Incluso se atreve a chapurrear unas palabras en español, para disculparse acto seguido por sus lagunas idiomáticas:»olvidé todo de la lengua, pero nada de la felicidad de conocer a los españoles, tan simpáticos». Entre todas sus experiencias en el país, recuerda aquella aventura del 49, cuando, a su salida de casa de Dalí, fue apresado por una cuadrilla de maquis: «Nunca lo olvidaré», asegura Brook, que reconoce que temió por su vida. Para este inglés asentado en Francia y amante de España, pocas cosas hay más dolorosas que hablar del Brexit. «Es lo más estúpido que se ha realizado en los últimos años», asegura. Ante el «ideal» de estados unidos en su diversidad que plantea la Unión Europea, la escisión británica es para él «algo trágico, porque romper cosas es una estupidez». «El Brexit es uno de los errores más tristes que se han cometido. Espero que, en algún lugar, algo se pueda arreglar», sostiene Brook, antes de sentenciar:»Ha hablado un inglés». Por si había dudas.
