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Champagne y calentamiento global: El cambio climático empieza en El Palmar

Champagne y calentamiento global: El cambio climático empieza en El Palmar

La recomendación de no chupar la cabeza de las gambas -porque concentran un metal pesado como el cadmio- y las declaraciones de la presidenta del Madrid D.F. -la niña Ayuso- acerca del poder nutritivo de la contaminación urbana, han animado el debate ambiental, en los recientes días de jolgorio, burbujas y risas, de la manera que mejor se puede y se debe practicar: con mucha coña.

Chupar y aspirar

En efecto, parece bastante razonable considerar que otras formas de succión, aparte de la cefalofagia que nos invade así las gambas llegan por toneladas en las fiestas de Navidad, pueden practicarse sin que se resienta nuestra salud y en combinaciones de bajo poder calórico. Aunque yo me pregunto: ¿No sería mejor tratar nuestros vertidos e impedir que el cadmio -el plomo, el antimonio y El Periodista Digital- lleguen al mar con toda su probada capacidad tóxica? ¿No sería preferible que comprobáramos si la niña Ayuso tiene el Bachillerato? No es un dato ocioso: compañeros suyos de camada eran y son especialistas en hinchar currículos, aunque no es cierto que Pablo Casado sea soltero. También puede, la niña, aspirar un poco de óxido nitroso: te mueres entre grandes risas. Lo que pierdes por un lado, lo ganas por el otro.

Casos cercanos

Los vecinos de las pedanías del sur de Valencia -o del norte y este de los Països Suecans- han hecho su guerrilla para que ninguna conveniencia pública les impida moverse arriba y abajo con el coche por la carretera de El Saler, sin limitaciones. Incluso tienen un programa oculto independentista: Wellcome to the fight, que decía Arnaldo Otegi cada vez que tenia que ir al dentista. Incluso han propuesto que el dinero destinado a reducir carriles, poner semáforos, límites de velocidad y pasos de cebra, pueda usarse para mejorar la calidad de las aguas de la Albufera. Conmovedor interés ambiental si no fuera porque a mayor velocidad y paso de vehículos, mayor contaminación de las aguas y no sólo de los aires, pillines. Dicen los expertos que tenemos treinta años -hasta 2050- para adecentar nuestro patio pringoso y envenenado. Pero no al estilo de los malos estudiantes que dejan la tarea para la víspera del examen, sino desde el primer día. Sospecho que nadie nos sorprenderá en un exceso de aplicación.

El autobús eléctrico ya debería ser tan familiar como la zona azul pero la Cumbre del Clima de Madrid ni siquiera clasificó sus residuos quizás piensan en quemar contenedores como los «nihilistas de clase media» de Barcelona.

Cierto que proteger las pesquerías, aumentar el número de parques terrestres y marinos o gestionar mejor los bosques son medidas viables, pero más fácil es no ampliar el puerto de València, cuando ya no exportamos ni juguetes, ni textiles, ni nada de nada y en cambio ofrecemos una excesiva y por lo que se ve creciente porosidad al catálogo chino de chucherías chinas.

¡Tírenme un zapato!

Lo peor del cambio climático es la acumulación de tareas. Solo de ver el montón de asuntos pendientes se te caen los atributos funcionariales de puro desánimo. Al ponerme en plan cruzado de la causa me ocurre lo que a Woody Allen que, por combustión espontánea o un proceso similar, se convertía en rabino. Yo me transformo en el profeta Jeremías, con barba de tres años. Pueden arrojarme a la cabeza las Camper (con tacón) si tal cosa ocurre.

De momento veo muy puestos a los chinos en sus recientes y animosas tareas ambientales. Claro que a toque de pito y uniformados, cualquiera barre. El mérito estaría en practicar todas las formas de libertad, y alguna de libertinaje cuando los obispos no miren, y que cada cual barra y friegue su trozo de acera como hacía mi vecina, la abuela Catalina, la del carrer Carabassers.

Si no, seguiremos viendo como arden Andilla y la Cueva Santa, Portugal, California y Australia. Y lo que es peor: a las Kardashian abandonando sus hogares en brazos de forzudos y hermosos bomberos privados y sus fotos en Telegram. El resto de fogueados tienen que conformarse con las brigadas de presidiarios, a dólar la hora. Se nota que estos grandes quemados son de poca calidad: se cotizan muy bajo.

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