La conspiranoia sobre Adolf Hitler es tan prolija como rica en sugerencias, que van desde una lógica que genera dudas a lo descabellado, pero siempre derivadas de la idea básica de que el dictador nazi sobrevivió a su supuesto suicidio. La ficción no ha sido ajena a la potencia de este atractivo planteamiento y no son pocas las que lo han desarrollado, desde la reciente Jojo's Rabbit de Taiki Waititi, que transforma a Hitler en un peligroso remedo del Hobbes de Bill Watterson, a la divertida novela de Timur Vermes Ha vuelto (Seix Barral, 2012), donde la carismática personalidad del líder nazi se convierte en una potente herramienta para la sociedad globalizada, que le lleva a ser encumbrado como estrella mediática con su mensaje intacto. Se puede llegar, por supuesto a la ucronía como Philip K. Dick, pero si me tuviera que quedar con una ficción alternativa de este género por derecho propio, elegiría casi con seguridad Mi retiro (Bang Ediciones), de Abraham Martínez. El planteamiento es sencillo y reconocible: Hitler planeó su suicidio como una tapadera para escapar del búnker berlinés donde estaba confinado. Pero a partir de ahí, la trayectoria y objetivos de la obra de Martínez se aleja de las teorías más recurrentes para desarrollar una idea mucho más lógica: el dictador, como buen germano, recaló en las Baleares durante un tiempo, donde su despreciado régimen franquista le serviría de perfecto escondite para sus intenciones de reconstrucción del Reich. Pero lo interesante de la obra de Martínez es, más que la mayor o menor originalidad de su propuesta, las inquietantes reflexiones que lanza. El autor de la estupenda Plutocracia (Bang, 2018) vuelve a demostrar su habilidad para provocar el debate diluyendo las fronteras temporales de unos discursos supremacistas hitlerianos que resultan angustiosamente actuales, tornando la lectura de Mi retiro en un ejercicio de reconocimiento de terrores cotidianos y preocupantes en su proximidad. Brillantes diálogos que el autor afila con bordes cortantes sin arredrarse e incluso ahondando en la relación con Wittgenstein, compañero de pupitre de la Realschule de Linz en su niñez.
Sin embargo, la biografía imaginada puede estar anclada a la realidad literal, pero impelida con fuerza por la admiración devota del fan. A medio camino entre la hagiografía y el homenaje, Bowie: Polvo de Estrellas, Pistolas de Rayos y fantasías de la Era Espacial de Steve Horton, Michael Allred y Laura Allred (Norma Editorial) intenta ser una biografía rigurosa pero pronto se deja llevar, para felicidad de los lectores, por la fascinación rendida hacia el personaje construido por David Robert Jones. Mike y Laura Allred ya habían demostrado en Red Rocket 7 (Aleta Ediciones, 2014) no solo ser admiradores de la música rock, sino excelentes traductores a la ilustración de armonías y canciones. Con El Duque Blanco, los Allred dan un do de pecho gráfico que va mucho más allá del tributo fervoroso, componiendo auténticas expresiones visuales del glamour de Ziggy Stardust aprovechando su poderosa iconografía, en páginas soberbias donde la imagen de Bowie se expande para convertirse en superhéroe kyrbiano, en protagonista absoluto. Es curioso cómo, en un momento dado, la rigurosidad planteada por Horton y los Allred, con un seguimiento cronológico casi estricto, se pierde ante el triunfo de la capacidad camaleónica infinita del cantante. Imposible no rendirse ante la genialidad de un creador que supo ir más allá de la música y crear un personaje que se construía sobre la potencia de la imagen, del carisma de lo visual reconvertido en icono eterno que sigue siendo hoy recordado. Mike y Laura Allred son sabedores de la imposibilidad de luchar contra esas imágenes grabadas a fuego en el subconsciente colectivo y, con acierto, se rinden a ellas y a una interpretación casi idolatrada que comparten con un lector entregado.
