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La materia prima de la novela del precariado

La materia prima de la novela del precariado

«Si los muertos de Bérgamo y Brescia pudieran hablar, nos pedirían que reabriéramos. ¡En su honor!». Palabras de Matteo Renzi el pasado 29 de abril en el Senado, una defensa a ultranza de la inmediata apertura de las fábricas tras el confinamiento pandémico. Renzi fue el secretario general del elitista Partido Democrático de centroizquierda y ha fundado el nuevo partido Italia Viva. En el uso de los muertos por la covid-19 superó a la extrema derecha populista heredera de Forza Italia de Silvio Berlusconi.

Alrededor de un tercio de la población de Bérgamo, unos 40.000 aficionados, se trasladaron a Milán el 19 de febrero para ver a su equipo, el Atalanta, jugar contra el Valencia en la ida de los octavos de final de la Champions. Unos 2.500 valencianistas viajaron a la capital lombarda a ver el partido. Para la OMS, aquel desplazamiento de tifosi bergamascos a San Siro fue «un acelerador» para la propagación del virus.

Nadie sabrá ya que dirán los obreros muertos de las zonas industriales de Bérgamo y Brescia, pero sus familiares se han unido para reclamar justicia. De eso, de salud y economía, de explotación laboral, de fútbol y vida va Amianto, la novela de Alberto Prunetti. Un relato íntimo sobre la biografía laboral de su padre Renato, que empezó a trabajar a los 14 años y murió a los 59 a causa de un tumor, después de una vida soldando entre refinerías del norte fabril italiano.

Alberto Prunetti atiende la videollamada desde su domicilio toscano. Amianto (Hoja de Lata) es el primer libro de la colección Working Class. «En la literatura working class, el punto de vista es subjetivo, de abajo hacia arriba. Nos narramos desde dentro, los explotados del mundo de los explotados contamos nuestras historias a nuestra manera», sostiene el escritor y ensayista, sorprendido como todos por «un coronavirus que ha hecho parar al obrero».

Prunetti se ha propuesto «volver a dar voz a los obreros». Eso hace en Amianto, un relato que desde la primera página se sabe como termina, pero ha sido capaz de reconstruir la vida laboral de su padre como el protagonista de una novela en la que se pueden identificar millones de europeos de tres generaciones, la de los nacidos en los años cuarenta del siglo pasado, la de sus hijos e incluso algunos de los nietos. De hecho, el Renato de Amianto podría ser nuestro padre. Sin embargo el autor nunca la llama papá en el libro.

«Renato fue algo más que mi padre», desliza, y «por eso siempre le llamo por su nombre de pila, y no papá». «Murió en 2004, pero hasta 2010 no pude escribirlo», confiesa. Muchos le preguntan si le costó esfuerzo poner negro sobre blanco la historia de su padre «y siempre digo que no». Es más, «cuando cuento mi historia durante las presentaciones de mi libro -salió el 2014 en Italia- no me pongo triste, lo hago cuando oigo las historias de duelo de la gente».

El escritor asume que nació bajo el signo del amianto. «Vine al mundo en Piombino, la ciudad industrial del hierro, y fui concebido en Casale Monferrato, la capital del luto y del amianto. Sí, todo comenzó allí: una célula fecundada, una esquirla de amianto que anida en los pulmones. Vida y muerte amasadas en un única amalgama fibrosa».

Artesanos

Isaac Rosa alude al «callo como zoom» en el prólogo, recordando El artesano de Richard Sennett. Recuerda, con razón, que los colectivos de trabajadores más representados en la novela contemporánea son policias, periodistas y escritores, mientras que «los trabajadores manuales» están invisibilizados.

Amianto dispone de banda sonora. Prunetti pone una canción para cada capítulo, de la popular cantante Nada Malanima o del cantautor Piero Ciampi. Aunque nada idílico. «El hambre y la mierda, esa es la materia prima de la humanidad en nuestra zona».

«No tengo nostalgia de la clase obrera del pasado», asegura, al tiempo que avisa sobre «la narración tóxica que nos venden sobre que la sociedad no existe, solo los individuos». Por eso cuestiona que se «hable de distanciamiento social, me gusta más distanciamiento físico». Las palabras nunca son neutrales, igual que la sociología y física son ciencias plurales y diversas.

«Da igual donde sea, siempre en la periferia, sin ver nunca las catedrales ni las calles empedradas de los cascos antiguos de las ciudades. Respirará benceno, el plomo penetrará en sus huesos, el titanio taponará sus poros y una fibra de amianto se colará en sus pulmones. Pero esto será muchos años después. Porque si hubiera ocurrido de inmediato Renato no habría podido conocer a Francesca en la sala de fiestas Gigliola, en Follonica, no se habrían casado y estas páginas no las habría escrito nadie, puesto que las estoy escribiendo yo, que soy el hijo de Renato».

Quedan también retratados los sindicalistas que hacían campaña entre sus camaradas con el argumento de que «criticar a la fábrica es como escupir en el plato que comemos».

«Al final el único que sale ganando es el patrón que, probablemente, tras haber liquidado la vieja empresa, habrá empleado a obreros con contratos flexibles; es decir, precarios, o con una protección sindical reducida. De hecho, Renato conoce, por un periodo de pocos años -por suerte-, el azote que posteriormente golpeará a toda una generación, la mía: el sistema de los falsos autónomos para enmascarar un contrato de trabajo subordinado».

El precariado es la clase emergente del siglo XXI en Europa, Estados Unidos y Japón, pero carece de representación política, mientras el populismo se abre paso entre el antiguo electorado de izquierdas. Los intentos de cerrar el debate entre salud y economía a favor del primero se eternizan.

Mientras tanto, el incremento de casos en Bérgamo han vuelto a crecer después de reabrise las fábricas. Poco hemos aprendido de esta pandemia, Amianto ya nos avisa del nulo interés histórico por la salud laboral de los motores del bienestar. Prunetti novela un presente preocupante.

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