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Testimonios bajo el virus (II)

Con las galerías y ferias optando por la visita virtal, el negocio del arte se apresta a la teledistancia

Testimonios bajo el virus (II)

Primeras pruebas de adaptación del mundo del arte plástico al desastre vírico -tras la explosión internáutica del confinamiento-, a la creciente apertura de las galerías de arte bajo los comunes protocolos de la higiene, la distancia social, la cita concertada y las expectativas sobre el nuevo modelo de relación interpersonal, se suman los eventos referenciales en edición online como lo fue ArcoLisboa y lo será ArteSantander, campos de prueba para las nuevas circunstancias de las que ya nadie se fía sean transitorias. Con las galerías y ferias renunciando al foco mediático que suponen las convocatorias de inauguraciones y presentaciones para optar por la visita virtual, el negocio del arte se apresta al experimento de la teledistancia.

En Santander tendrá un stand virtual la galería originalmente valenciana My Name's Lolita Art hoy en Madrid; su titular, Ramón García, lo tuvo claro desde el principio y tras estrenarse en la fase 0 del confinamiento en las redes sociales como documentalista histórico de la galería y cronista de una pródiga generación pictórica consagrada como la Figuración Neometafísica Valenciana y ejercer de anfitrión de su propia colección en casa con una serie de vídeos, se embarcó en su primera exposición online a cargo de las pinturas de Gonzalo Sicre, experiencia de nuevos tiempos contradictorios de la que se declara satisfecho del producto digital pero escéptico del telenegocio: «El trabajo de ingeniería fue impresionante. Un resultado increíble, porque realmente el espectador estaba recorriendo la exposición fielmente reproducida en una visión virtual, donde los cuadros de Gonzalo Sicre estaban perfectamente colocados a escala en las paredes», agregando a su satisfacción por las virtudes prácticas de las herramientas del pixel, la ensoñación de que, a contracorriente de los agoreros de la despersonalización tecnológica: «Yo creo que se va a volver a presentar el cuadro como si fuera un diamante maravilloso en una caja de terciopelo negra. Pienso que la obra de arte tiene que estar envuelta en una atmósfera sofisticada, donde el coleccionista y el galerista dialogan sobre el proceso artístico y sitúan la obra de arte en su contexto contemporáneo» apostando aún más al ser preguntado por el modelo de las small galleries de los 70s londinenses «por un acercamiento presencial más elitista y exclusivo». «Yo estoy en esa posición más que en una exhibición masiva online de distintos cuadros de diferentes artistas con imágenes que van sucediéndose según pasas el dedo en el móvil o en el Ipad». Aunque aclara que ante la situación «la galería va a mantener el formato de exposición virtual en los eventos que se tenían programados», y que «My Name's Lolita Art quiere continuar con su programación y que esta pandemia no cambie nuestra agenda profesional», continua pensando «que se volverá a la cita previa, a observar y a analizar una obra de arte de una manera más atenta, fuera de cualquier discurso decorativo. Esa locura online de imágenes: 'Compro, vendo, vendo, compro'. Creo que no beneficia al arte contemporáneo. Propongo volver al mundo narcisista que históricamente siempre ha envuelto al proceso creativo y, por lo tanto, al mundo de las galerías».

A la experta en el Mercado del Arte, María Tinoco, la declaración de la pandemia le sorprendió en pleno proceso iniciático de su nueva empresa, The Blink Project, ni más ni menos que un original modelo operativo galerístico tras 11 años dirigiendo el más convencional espacio de Mr.Pink. A pocos meses de su estreno reconoce que nuevamente «Estoy reformulando el proyecto y volviendo a cuestionarme el espacio físico, algo que ya hice con el proyecto actual. El espacio de The Blink Project está pensado para que los proyectos sean diseñados para ser visitados desde la calle a través del escaparate, solo si el espectador desea una experiencia más completa y realmente quiere visitarla, puede hacerlo en un horario muy específico o con previa cita. Esta nueva situación hace que me replantee, tomando como punto de partida la virtualidad, aún más el concepto y la utilidad del espacio expositivo físico, el rol de la galería y el de los artistas con los que trabajo». Hasta ahora renuente a la nueva normalidad con condiciones, se explica: «Lo enfrento con calma, meditando cada paso que doy, pensando muy a corto plazo y en aquello que veo realmente realizable. Hay galerías que ya han abierto, en mi caso no lo haré hasta que haya una estabilidad más o menos asumida por todos. Es una decisión que he tomado en consenso con los artistas con los que trabajo, ya que no quiero que ninguno se sienta más perjudicado, aún si cabe, por esta situación. Desde mi punto de vista, inaugurar ahora una exposición con las características de mi proyecto es perjudicar al artista que lo haga». Tinoco tampoco tardó en reaccionar, y con la cuarentena activada improvisó un diálogo entre sus artistas en la web que según la fórmula del cadáver exquisito en red vinculó el sentimiento grupal de sus representados, la crónica de las emociones y pensamientos encontrados del momento y la idea de la inevitabilidad del arte, en cualquier circunstancia. Con dos Solo Project vigentes online y a la espera de su momento presencial, ante la cuestión tecnológica no duda: «Cada vez me interesan más los medios electrónicos y son los que me llevan finalmente a la contemplación real o no. La realidad virtual y los nuevos medios trabajan para conseguir que esa experiencia con el arte sea lo más real y atractiva posible».

En aquel ejercicio de diálogo artístico a distancia participó Cristina Ghetti, autora de una obra cinética que aúna el cálculo algorítmico y la destreza manual, la pantalla y el lienzo, para su expresión óptica oscilando entre soportes: «Creo que en buena medida cualquier artista contemporáneo tiene asumido como natural ese pasaje o transvase entre medias, en mi caso boceto en ordenador, luego voy al lienzo, trabajo animación, y luego capturo stills de las mismas, de lo objetual a lo presencial, de la pantalla al hecho pictórico, todas esas idas y vueltas. Me encanta saltar de un medio a otro y reivindico el derecho soberano que tenemos los artistas de hacerlo». Familiaridad tecnológica que no obstante- y con su último proyecto expositivo, presencial, aplazado sin fecha segura-, durante el confinamiento le llevó a renunciar a publicar obra pictórica bidimensional en la conversión digital de la red cuestionando la fidelidad de la transferencia estética de las características ópticas vibrantes de su trabajo, pero dio un paso adelante con una pieza netamente electrónica. «Como creo que cada medio tiene su especificidad y realmente enseñar pintura o instalaciones en una pantalla no me parecía oportuno, decidí trabajar en una pieza de net art, realizada en y para internet que ironiza (utilizando glitchs de patrones ópticos y frases descontextualizadas) sobre la saturación visual y de imágenes a la que estamos sometidos cotidianamente, y aún más en cuarentena», así, planteada como un solaz ante la pesadilla, la pieza, una animación de efectos hipnóticos y vaciamiento conceptual, se exime de toda referencia a la crisis, llamativo signo que la artista puntualiza ante la urgencia catártica: «Mi obra trabaja con sentimientos o discursos que necesitan ser decantados, transformados y que quizás no son tan inmediatos», constatando que permanecemos en ello. Hasta entonces y con la incertidumbre en vigor, el impredecible futuro asoma: «El arte nunca desaparecerá, el sistema si, o quizás no desaparecerá pero tendrá que 'aggiornarse'; estos cambios son necesarios hace tiempo: El sistema de galerías, ferias, obra única, la figura misma del artista, todo está en cuestión», asevera asentando la duda como gran protagonista y síntesis de una transición imposible de programar.

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