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Escribir con aguja

Durante siglos las mujeres han utilizado el bordado como medio de expresión alternativo a la escritura

Escribir con aguja

El acceso a la escritura ha estado reservado durante largas épocas históricas casi exclusivamente a los hombres. Muchas mujeres han encontrado un medio de expresarse y narrar historias en algo que sí tenían a su alcance: aguja, hilos y lienzo. Aunque no han sido suficientemente valorados como soporte cultural y medio de expresión, hay importantes testimonios en archivos y museos de todo el mundo. Dos de los más sobresalientes son el bordado conocido como la Tapisserie de Bayeux, en Normandía, y el conjunto de colcha y decoración de cama con dosel con la historia de Tristán e Isolda que se exhibe en el Victoria & Albert Museum de Londres. Otro muy destacado es el Brodat de la Creació de la catedral de Girona, del que solo se conserva una parte. En los tres casos se trata de piezas medievales de gran tamaño elaboradas colectivamente por mujeres.

La aguja y el hilo han tenido también para las mujeres una función educativa, ya que en muchos casos los han utilizado para representar las letras del abecedario y los números. Este tipo de bordados sencillos, de punto de cruz, suponían una especie de cartilla para enseñarlas a reconocer las letras y los números como nociones de lengua y aritmética básicas.

La palabra texto procede del latín textus, que significa precisamente tejido, entramado. Es el participio de pasado del verbo texo, que significa tejer, tramar, entrelazar. En los bordados citados la metáfora se revierte al ser tejido real el medio de expresar las historias.

La Tapisserie de Bayeux

La reina Matilde de Normandía narró con aguja e hilos de colores la historia de su esposo Guillermo el Conquistador en la segunda mitad del siglo XI. Este bordado es conocido como la Tapisserie de Bayeux porque es en esa ciudad normanda donde se exhibe desde entonces. La mayor parte del tapiz, que en realidad es una banda bordada, fue elaborada antes de 1082. Relata la conquista de Inglaterra por Guillermo el Conquistador, con el punto álgido de la batalla de Hastings. La narración sigue un orden cronológico, desde el desembarco de Harold en Normandía en 1064 hasta su muerte en la batalla mencionada en 1066. El bordado fue dirigido por la reina Matilde y es una obra única, declarada por la Unesco Memoria del Mundo, como los tapices Överhogdal, descubiertos en Härjedalen, Suecia, en 1909.

El tapiz mide 69,55 metros de largo, 50 centímetros de altura media y pesa 350 kilos. En él figuran 626 personajes, 202 caballos y mulas, 55 perros, otros 505 animales y bestias, 37 fortalezas y edificios, y 41 embarcaciones.

En el Victoria & Albert Museum de Londres se conservan testimonios textiles de la vida cotidiana en la Edad Media y el Renacimiento. Son colchas, tapices, sábanas y otros elementos con bordados que refieren historias religiosas y profanas. En alguno de ellos la cenefa que enmarca el bordado refleja los pasos esquematizados de una danza. Se puede afirmar que la escritura se extendía no solo en la dirección de las historias líricas o épicas, sino también en la de notas prácticas para no olvidar los pasos de baile.

La historia de Tristán e Isolda tuvo un éxito enorme en toda la Europa medieval y de ella se conservan testimonios en la literatura y en las artes decorativas. En el Victoria & Albert Museum se conserva una colcha de lecho, procedente de Sicilia, datada entre 1360-1400, en la que se bordaron 14 escenas de la historia de Tristán e Isolda. Por la descripción de la conservación se observa que fue realizada por varias manos y usada y remendada en muchas ocasiones. Perteneció a la actriz italiana Adelaide Ristori (1822-1906).

El bordado que se conserva en la catedral de Girona es conocido popularmente como el Tapís de la Creació. Mide 3,50 por 4,50 metros y representa una gran escena de la creación, con personificaciones de los meses y las estaciones del año, el sol, la luna, los ríos del Paraíso y la historia de la invención de la Vera Cruz. Fue elaborado a finales del siglo XI en el monasterio femenino de San Daniel de Girona.

El «horroroso delito» de bordar

El bordado como forma de expresión también ha llegado a tener consecuencias políticas. Mariana Pineda fue ejecutada el 26 de mayo de 1831 en Granada mediante garrote vil durante el reinado absolutista de Fernando VII. Su delito fue estar bordando una bandera liberal de color morado, con un triángulo verde en el centro y las palabras «libertad, igualdad, ley». Conocemos la descripción por los documentos del juicio pero no se ha conservado la original. Fue condenada a muerte por el «horroroso delito» de «rebelión contra la autoridad». Sus restos reposan en la cripta de la catedral de Granada. Mariana Pineda y su bandera bordada se han convertido en símbolo de la lucha por la libertad.

Probablemente los bordados que han adquirido más popularidad en el mundo son los ideados por una mujer estadounidense, Susan Karen. Ella creó los iconos de MacIntosh, por encargo de Andy Hertzfeld, diseñador de software del primer sistema de esa marca y su interfaz gráfica. Le pidieron que el diseño fuera elegante y llamativo, pero básico y fácil de leer en las pequeñas pantallas de los ordenadores de los años ochenta. Ella se inspiró en los modelos de punto de cruz que aprendió de su madre para diseñar los iconos que hoy nos son familiares en los ordenadores.

Todas estas cosas explican por qué las mujeres han estado siempre tan unidas a las piezas bordadas de su ajuar en el que tradicionalmente escribían sus iniciales. Probablemente las únicas letras que muchas mujeres escribieron en su vida. Teresa Gracia, escritora que marchó al exilio siendo niña al final de la Guerra Civil, cuenta cómo muchas mujeres iban con su ajuar: «Mi madre durante veinte años estuvo hablando de sus sábanas y preguntándose qué habría sido de ellas. En los bordes de los caminos, hacia la frontera, había montones de maletas abiertas con ropa abandonada. Se abrían las maletas para sacar algún recuerdo y se dejaban en el camino porque no se podía con el peso. Entonces, las mujeres echaban una última mirada de cariño a su ropa bordada y seguían para arriba».

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