Miles de mujeres están hoy en huelga y manifestándose por la igualdad. Porque todavía no la hay. Así de simple a pesar de que algunos intenten matizar. Estamos mejor que hace 40 años y mucho mejor que en otros países pero siguen existiendo la violencia de género, las agresiones sexuales, la brecha salarial, el techo de cristal y otras barreras por el simple hecho de ser mujer. Tras la espectacular movilización de 2018, este año, en plena precampaña electoral, los políticos se han intentado apropiar del movimiento. Sin embargo, el feminismo está por encima de partidos e ideologías. Trata de personas, más de la mitad de la población. En «El Intermedio», Sandra Sabatés lo dejó claro: «El feminismo no es una camiseta que te pones o te quitas para ganar votos».

Queda tanto por hacer que hasta un partido que reivindica la lucha feminista cae de la manera más estrepitosa en el machismo más rancio. Los sagaces expertos en marketing político y redes sociales detrás del cartel de la vuelta de Pablo Iglesias deben tener menos de treinta años. No conocen el lema del anuncio de una colonia, «Vuelve el hombre», con un morenazo guapísimo acercándose a una rubia espectacular. Era 1989. Lo he buscado para comprobar la fecha pero fue la primera idea que me saltó a la mente -a mí y a muchísimos más- al ver la imagen de Iglesias puño en alto delante de las masas. Sin entrar en el resto de ideologías acabadas en ista que sugiere, demuestra que Irene Montero tendrá que pelear para que ella u otra mujer sea la próxima secretaria general de Podemos, como afirmó que sucedería en la entrevista con Carlos Franganillo en La 1; por cierto, menos vista que la de Pedro Sánchez y Pablo Casado. Al secretario de Organización, Pablo Echenique, se le ha escapado del subconsciente que él no puede hacer huelga porque tiene mucho que hacer. El mundo se pararía sin su trabajo; el de miles de mujeres es recuperable.

Para avanzar hacia una sociedad totalmente igualitaria, los hombres deben darse por aludidos. Muchos están comprometidos, es cierto, pero otros, no. Demasiados. A seguir, el ejemplo de Berto Romero que exigió que su compañera en la serie «Mira lo que has hecho», Eva Ugarte, cobrara lo mismo que él. Sumaron los dos sueldos y los dividieron por la mitad. Las reivindicaciones en el sector por la equiparación de salarios es conocida. Robin Wright quiso cobrar lo mismo que Kevin Spacey en «House of Cards» y pareció conseguirlo aunque después denunció que la habían engañado. «Si dos personas trabajan lo mismo, deben cobrar lo mismo», decía el cómico catalán en «La Resistencia». Para que una obviedad como esta se dé en el cien por cien de los empleos, hay que seguir luchando. Y, por desgracia, no es la única.