El último sábado volvió a pasar, cual día la marmota anual, me junté con los amigos y quinielas en mano, nos pegamos a la pantalla dispuestos a disfrutar de la Champions de la canción europea. Eurovisión no cambió el guion previsto y me animó, una vez más, a dejar de creer en un concurso en el que, si por mí fuera, desaparecería como país algunas ediciones, así, en plan huelga festivalera. Sentimientos de Big Five marginado aparte, si hablamos de protagonistas, ni el ganador de los Países Bajos cuyo nombre ya no recuerdo, ni la legión de horteras presentes, la noche fue Madonna y punto. La actuación del millón de dólares ya preveía los comentarios que «ipso facto» sucedieron: Que si el desafino hizo sangrar oídos, que si un gato atropellado destrozaba el clásico «Like a Prayer»? Nada nuevo a la vista porque la afinación de la diva ha permanecido con su irregularidad intacta desde que empezó allá por los 80, así que quien se sorprenda, simplemente todavía no la conocía. Y nunca es tarde para descubrir a un icono contemporáneo y todo lo que representa a sus 60 años. Precisamente la edad de la cantante también fue protagonista, en una velada en la que Twitter ardía plagado del mezquino insulto arrojadizo, gratuito, expresado de mil formas, siempre considerando la madurez de una forma despectiva, reflejo del mal extendido en la sociedad que se burla de la experiencia. Precisamente tantas aspirantes a divas que se encontraban en la sala tendrían que verla como un espejo sagrado en el que mirarse. Primero ha tenido que existir ella para que después naciesen otras tantas, aunque ninguna haya alcanzado hoy la repercusión de la ambición rubia. Sus casi 40 años de carrera son desentonos, caídas y un arduo trabajo por visibilizar la diversidad con todos sus matices, especialmente el sexual en una batalla en la que todavía queda recorrido. Las generaciones posteriores a ella se lo tendríamos que agradecer.

Sólo Madonna Louise Veronica Ciccone es capaz de unir, en un mismo plano perseguido por la censura, a las banderas de Israel y Palestina, abrazadas, ante 200 millones de espectadores y no hay duda de que sólo el gesto, bien vale más que un puñado de gallos descarados?