Existe en nuestra forma de hablar una serie de expresiones de la cuales no tenemos medida. Cuando nos referimos a la admiración hacia una acción provocada por alguien, el «qué grande» ganaría si estuviésemos en un «ranking» de la hipérbole. Su uso y abuso, sobre todo en el campo de las redes sociales, acaba desvirtuando la esencia de tal magnitud. No es el caso de las dos personalidades que más «tweets» y minutos de pantalla han protagonizado en la última semana (obviando el bochornoso quién en el juego de las sillas de los nuevos gobiernos).

De Rafael Nadal se puede decir que es un fenómeno, máquina, «crack» o cualquier calificativo que describa su heroicidad construida a base de esfuerzo y constancia, pero el «Grande» le viene como anillo al dedo y además le añado una mayúscula. Qué menos y todo a pesar de impedirme la siesta un fin de semana de junio al año, sucede alrededor del 40 de mayo y ya van 12. El verano empieza oficialmente cuando el chico de Manacor gana el Roland Garros, ya es tradición. Su victoria vista en Discovery Max, desencadenó una vez más una marea de cariño y orgullo generalizado, tanta como la frustración que debe generar a todos y cada uno de sus jóvenes contrincantes.

Para afecto el recibido por la familia de Narciso Ibáñez Serrador, genio. El mago de la tele ya recibió en vida merecidos homenajes, pero son tantos que no cabían todos y la justicia televisiva ha hecho que muchos lloremos su ausencia. Chicho es un coche en marcha con azafatas sonrientes encima; la divulgación del sexo cuando nadie se atrevía; los aplausos a Cañita Brava a modo de vaticinio televisivo; es terror inquietante y mayúsculo, mucho antes de Mike Flanagan; es cómo esquivar la censura y recibir infinitos aplausos? Y para mí, por encima de todo, la persona que despertó mi pasión por una caja a la que entonces le llamaban tonta pero que no tenía un pelo. Hoy trabajo dentro de ella y si lo hago es porque mi yo niño se emocionaba al máximo cada vez que empezaba la función y Mayra bajaba las escaleras estrechando manos. Así que un último, verídico y más grande ¡Qué grande maestro!