En la amarga transición entre las vacaciones y el mes de septiembre, las televisiones se encontraron con la desaparición de Blanca Fernández Ochoa y se lanzaron sobre ella con esa voracidad que les caracteriza a la hora de cubrir sucesos. Familiares de otras personas desaparecidas protestaban al comparar los minutos dedicados a la búsqueda de la campeona olímpica, en ración doble, en la apertura del informativo y en la sección de deportes.

El olor a sangre atrae también a otros espacios cuyo ADN es la frivolidad y algunos de sus intrépidos reporteros no han querido pasar desapercibidos haciendo gala de la sincera naturalidad que reina en Instagram: «Todo el mundo está aquí -en Cercedilla- muy serio con el tema y nosotros estamos muy bien. Nos da un poco igual. ¿Somos malas personas?», decía uno de los enviados especiales de «Cazamariposas». Imposible reproducir las respuestas recibidas a su pregunta retórica. El programa ha lamentado los desafortunados comentarios del compañero, que por supuesto no comparten. También el gracioso se disculpó y seguimos con el duelo nacional en pantalla. Hasta el siguiente caso.

En este ambiente tóxico caí en la trampa de un buen título en el maremágnum de Netflix: «Better than us» -Mejores que nosotros-, una serie de robots, la primera original rusa de la plataforma, adquirida tras su éxito en su país. Ese título tan prometedor es casi lo mejor de una historia que presenta a unas máquinas más parecidas al rudo Terminator de 1984 que a los «Nexus-6» de Blade Runner a los que había que pasar el test «Voight-Kampff» para poder identificarlos.

La acción se desarrolla en 2029 pero los coches no vuelan, ni mucho menos. Mientras los teléfonos móviles y las tarjetas de crédito se llevan incrustados en el antebrazo, la automoción no ha avanzado nada. Los androides son camareros, asistentes domésticos, chicas de compañía, pero un par de empresarios sin escrúpulos quieren ir más allá y crear máquinas que puedan jubilar a los humanos a los 40. Y aparece la bella Arisa, concebida en la mente enfermiza de un científico chino para tener empatía, aprender, ser un poco más humana y por ello, ser saltarse las reyes de la robótica y cometer delitos. Sin destripar la trama policíaca, es esta una ficción que no pretende mostrar una sociedad distópica ni impactar con su estética ni sus profundos diálogos, con algunas buenas ideas y menos irritante que el seguimiento de la actualidad de estos días. ¿Serían los robots más comedidos al tratar sucesos en televisión?