No conozco la paternidad, pero si de mi dependiera el crecimiento de una pequeña persona, en su camino hacia la madurez, evitaría la temprana cotización en la seguridad social antes de la adolescencia. Hablo como padre potencial, que no espectador porque estos días ando enganchado a la versión infantil de «La Voz», apuesta grande otoñal en Atresmedia. El producto es un valor seguro, infalible, en el que el arte de los pequeños es juzgado con benevolencia a la par que pedagogía, por un jurado estelar que funciona mejor que en la reciente versión adulta.

Los peques, al igual que nuestros mayores, son la verdad tan difícil de encontrar en la televisión y tan entretenida para verlos salerosos y escuchar una música sin filtros aunque eso sí, aderezada con testimonios que provoquen una empatía mayor con el espectador. Apareció la hija adolescente de Michel Salgado y no la cogieron, pero vimos como cantaba para los chicos del Real Madrid en su avión privado, y como asaltaba a su ídolo Bisbal para hacer un dueto improvisado.

Ser niño no está reñido con la saturación, al ver a esa pequeña de Algeciras con exceso de actividad, cante del sur y un pelo que casi rozaba el suelo. No pude evitar pensar que podía llegar a ser insoportable, con el sentimiento de culpa que conlleva que un niño te caiga mal?

O bien, para contrarrestar, una joven rusa de adopción española que hipnotizaba y erizaba a la vez, con una deliciosa interpretación de «Miss Celie's blues» de Shug Avery?

Y de repente Bisbal se gira y se sube a la silla moviendo los brazos, como si estuviese en un estadio a rebosar; Rosario abraza a un pequeño que apenas llega al medio metro y se funde arriba, en sus brazos, en una emoción pura, sin los postureos que conlleva la edad adulta. Vanessa Martín llora, Melendi a punto y yo, preparo el pañuelo porque la magia está servida, la audiencia también, y ya cuando se apaguen los focos, allá cada padre?