Pues me ha gustado «Élite», la serie española que transcurre en un exclusivo colegio en los alrededores de Madrid y gran éxito de Netflix en el complicado mercado estadounidense. Más de veinte millones de personas vieron la temporada 1 en su primer mes en la plataforma y la segunda, estrenada este septiembre, funciona todavía mejor, por lo que ya está en marcha la tercera.

El año pasado vi solo el piloto porque la intriga por saber quién mató a Marina ( María Pedraza) no me sedujo lo suficiente ante lo que me parecía la típica historia de los nuevos en el instituto, aunque no recuerdo mucho del tema porque era demasiado mayor para ver «Al salir de clase», «Física o Química», «Un paso adelante» o «Gossip Girl». Apenas me quedé en los inicios de «Sensación de vivir» cuando los inadaptados eran dos hermanos de Minnesota en California. Quizás por eso he visto todos los capítulos en cuatro días.

Ahora, en el colegio «Las Encinas», las diferencias entre tres jóvenes «de clase obrera y los alumnos ricos» acaban en un asesinato, como resume Netflix el argumento original. La víctima es el colmo de la mala suerte y alergia a los preservativos: se enamora de un chico pobre que le contagia el SIDA, luego se queda embarazada de otro que acaba de salir de la cárcel y al poco la matan.

Los prejuicios de la policía llevan a la detención de un inocente, los espectadores lo saben, pero solo el hermano del falso culpable, Samuel ( Itzan Escamilla) quiere descubrir la verdad deslizándose para ello por el peligroso terreno del delito y la mentira, donde tan bien se mueven sus compañeros de clase. Su desaparición articula la segunda temporada, del mismo modo que la investigación de la muerte de Marina hilaba la anterior.

Los personajes tienen 16 años, pero son interpretados por actores y actrices mayores más a tono -¿o no?- con las escenas de sexo en los vestuarios, alcohol y drogas. Los progenitores están apenas perfilados como corruptos, comprensivos o intolerantes, como el padre palestino de Nadia ( Mina El Hammani) y Omar ( Omar Ayuso), que ve como sus hijos escapan de casa. Otra es una de las limpiadoras del colegio que puso a su hija un nombre que no tocaba, Cayetana, convertida en una impostora que se hace pasar por millonaria gracias a su falsa vida de «instagramer».

Sin «spoilers», en «Las Encinas» pasa de todo: romances imposibles, violencia y acoso, difusión de vídeos sexuales... También hacen exámenes de vez en cuando. Preguntando por ahí, los chicos y chicas de 14 años la han visto y les encanta. No sé si a sus padres también.