Los candidatos a la presidencia del Gobierno van dejándose caer por los platós. A Pedro Sánchez le preguntan mucho por Íñigo Errejón por si fuera parte de ese plan que dice tener para vencer el bloqueo. Ana Rosa Quintana quiso saber si el de «Más País» era «un niño mimado». Vaya pregunta, debió pensar el socialista: «No», deslizó de inmediato, insistiendo en que ni le conoce personalmente. Pablo Iglesias eligió el «Todo es mentira» de Risto Mejide sin el susodicho, de baja paternal. Su sustituta, la colaboradora del espacio Marta Flinch, patinó al bromear con la posibilidad de que Iglesias hubiera dormido en el sofá la noche en que Podemos rechazó el pacto con el PSOE que convertía a Irene Montero en vicepresidenta. Albert Rivera fue a «Los Desayunos» de TVE, a la que volvió a llamar «TeleSánchez», a pedir la dimisión de Rosa María Mateo.

Estas entrevistas no pasarán a los anales de la televisión mientras que la de Santiago Abascal se ha colocado en uno de esos pódiums que se recuerdan: fue la tercera más vista de «El Hormiguero» después de la primera aparición televisiva de Isabel Pantoja tras salir de la cárcel y de otra con Bertín Osborne, vaya usted a saber por qué. Allí han estado Mariano Rajoy, Pedro Sánchez, Albert Rivera y Pablo Iglesias. Para Santiago Abascal era la primera vez y como tal, se había preparado. En la campaña de hace unos meses no se enfrentó a 'Trancas y Barrancas', no porque no le invitaran, sino porque no quiso. Ahora el que no quiere ir es el presidente en funciones, como dejó bien a las claras Pablo Motos, antes de sentarse con el cabeza de lista de Vox, un partido al que ya no etiquetan como de «extrema derecha» en RTVE porque en estos momentos es suficientemente conocido.

Los espabilados de las redes, o quién sabe si los community de Vox, organizaron un boicot a la entrevista y, como era de esperar, ayudaron a que más de cuatro millones de ciudadanos de media le escucharan durante cerca de una hora sin bailes ni jueguecitos. Fue lo más visto del día, minuto de oro y trending topic con ciento cincuenta mil tuits. Días después, se sigue criticando la presencia de Abascal en un programa de televisión, como si no estuvieran en el Congreso, en los ayuntamientos, en las calles... El problema con Vox no es que salga en los medios. Dejémonos de paternalismos, lecciones y peticiones de censuras a la carta.