Esperen, esperen! No abandonen la lectura de esta columna por lo árido de su título. Les prometo que lo voy a explicar todo de una forma muy clara y sencilla. Verán, se denom€se llama «falacia mereológica» al intento de atrib€ de aplicar a una parte del cuerpo carac€ cosas que son propias del organ€ de la persona en su conjunto -y ya paro con esta bromita idiota-. Por ejemplo, cuando se dice que «tal lóbulo del cerebro decide que€», cuando en verdad la que decide es la persona; o cuando leemos que «tal grupo de neuronas interpretan que€», cuando aquí el único agente que puede interpretar algo es el individuo tomado como una unidad. No vuelan las alas, sino los pájaros. No habla la boca, sino el hablante. En la falacia mereológica se confunde al órgano con el organismo.

Y en la falacia antimereológica ocurre al revés, y se confunde al organismo con el órgano. Esta falacia aparece con mucha menor frecuencia, pero todos los medios se inundan de ella cada 19 de octubre, día contra el cáncer de mama. Esta vez lo que oímos -ejemplo: ayer en el Telediario de La 1- es que la paciente «lucha» contra el cáncer, cuando, como mucho, es el sistema inmunitario el que hace algo parecido a luchar contra las células cancerosas. Nadie diría que el griposo lucha contra la gripe o que el diabético ha de luchar contra su diabetes, pero, sin embargo, el padecimiento del cáncer, -especialmente si es de mama-, se ha rodeado en los medios de una épica de luchas, guerreros, supervivientes y demás conceptos bélicos, dentro de una empanada mental en donde células, personas, fármacos y voluntades se confunden entre sí para disfrute de los horteras y sufrimiento de los ya bastante sufrientes pacientes.

No perdemos ni una puñetera ocasión para ser cursis. Éste es uno de nuestros problemas. Suerte que tenemos a la filosofía para denunciar las falacias mereológicas y antimereológicas. ¿Quién ha dicho que Aristóteles no puede ser de ayuda para un paciente de cáncer?