Otra vez la tele tomada al asalto por una campaña electoral. Otra vez la agenda televisiva marcada por la agenda política. Cancelaciones, renovaciones y estrenos de programas, concursos y series sepultados por declaraciones, debates y entrevistas con las mismas variaciones, combinaciones y permutaciones de las mismas caras intentando que les hagamos caso otra vez. A este lado de la pantalla, los ciudadanos estamos tan hartos que pensamos que da igual quién nos hable y da igual lo que nos diga porque solo sabemos que estamos hartos. Sin embargo, el pasado miércoles me sorprendí siguiendo con interés en la tele el inicio de la campaña electoral. Se lo debo a Francis Franco, nieto de Francisco Franco.

Por si su repentina omnipresencia televisiva en el proceso de transmomización del tirano fuera poco, «laSexta Noche» invitó el sábado a Francis, ya saben su apellido, para que se explayara. Más de treinta minutos de entrevista a tumba abierta son muchos minutos, pero antes de que pasaran dos ya se produjo el milagro. Tras una sorprendente defensa del espíritu de Montesquieu en la que el angelito denunció que en España «La separación de poderes deja mucho que desear», este ángel nieto nos contó, otra vez, aquella vieja historia tan simpática: «Hay una frase de mi abuelo, muy buena, que muchas veces, cuando venía algún ministro, alguna persona, y le decía 'me han dicho que va a cambiar tal ministro', le decía: 'pues mira, haga usted como yo, no se meta en política'. Yo abomino de la política. No es una cosa nueva».

Tuvo que ser ahí. Oír esta batallita otra vez, oírla de sus labios y oírla con ese colofón me recordó que no debemos olvidar el noble sentido que los griegos dieron a la palabra «política». Los humanos no somos dioses pero tampoco animales. Nos necesitamos unos a otros y participamos en el noble interés por la política, por todo aquello que nos afecta a todos, nos compete a todos y, mal que pese a algunos, es de todos. Feliz campaña electoral, ciudadanos, y muchas gracias a Francis Franco, Franco, Franco.