Nunca es poca toda la información que estamos recibiendo gracias a la cumbre de un clima que está cambiando, y para muestra otra visita más de la DANA que ya la considero casi de la familia. El temporal de esta semana invita a resguardarse y a disfrutar del acontecimiento cinematográfico del momento.

Tres horas y media delante de la pantalla se pueden hacer cortas si te encuentras con una joya como 'El irlandés' de Martin Scorsese. Netflix ha encontrado la cinta definitiva para cambiar el curso, ahora sí, del consumo audiovisual porque esta historia del hampa bien vale los ocho euros de una entrada de cine y se me apuras más, con lo que te ahorras en refrescos y palomitas en el sofá casa. Cierto que echo de menos mientras la veo, el romanticismo de la pantalla grande y el no saber dónde poner las piernas a medida que la historia avanza.

En cambio, las pocas pulgadas de pantalla no les restan un ápice de grandeza a los protagonistas, porque Robert de Niro demuestra que siempre será el mejor intimidando e interpretando al gánster por antonomasia sin escrúpulos. Le sigue Al Pacino porque sin él, el género no tendría sentido y la película no tendría el derecho de convertirse en clásico.

Pero el tercero en concordia es como un vino reserva cosecha de talento, maduro que con arrugas supera las secuencias ochenteras de 'Goodfellas' y 'Érase una vez América'. Joe Pesci se presenta inmenso manejando los entresijos de la violencia de la camorra en un río de manchas de sangre en la pared construido a base de disparos de pistola a bocajarro.

El señor Scorsese refleja el costumbrismo mafioso para ofrecernos el desenlace decisivo de un viaje que empezó con 'Malas calles' allá por 1973. 'El irlandés' cierra una era y a la vez abre otra en la que nadie morirá. El vídeo nunca llegó a matar a la estrella de la radio y tampoco creo que Netflix acabe con la taquillera en la puerta del cine.