Recibo la indignación de una amiga milenial recién llegada de la feria del automóvil. Venía espantada después de ver un mundo de hombres, dirigido en buena parte por hombres y con productos vendidos por hombres, que se dirigen a un cliente potencial hombre, a no ser que se trate de uno de esos vehículos pequeños y bonitos de diseño italiano. Las mujeres, me contaba indignada, estaban representadas en forma de esbeltas azafatas que se dedicaban a atraer a tanto público masculino.

Que una chica de veintisiete se espante, es tan normal como anormal lo es en la sociedad una estampa como la antes descrita. Esta anomalía por reparar es consecuencia de ese modelo de educación tan extendido como desfasado basado en el azul y el rosa. Lo veo cuando abro el buzón y me encuentro con el codiciado catálogo de juguetes, que, salvo excepciones, dividen el mundo pequeño en dos: muñecas y figuras de acción?

Poco, pero algo ha cambiado la cosa cuando observo y me sorprendo gratamente con una foto de unos grandes almacenes en la que un niño sostiene en brazos una muñeca vestida de rosa y a su lado otra niña con un bebé de goma vestido de azul. Estampa inimaginable a principios de los ochenta, donde me recuerdo bailando como si no hubiese mañana ese himno de Teresa Rabal que rezaba «Me pongo de pie, me vuelvo a sentar porque a los oficios vamos a jugar». Y jugábamos. Los niños éramos camioneros y ellas costureras.

Eran las mismas tardes de bocata que se alimentaban de gnomos donde él, David, era el protagonista y su mujer Elisa representaba la entrañable compañera que le esperaba en casa para frotarle la nariz con el mantel puesto, antes de convertirse en árbol.

Soñábamos con ser Willy Fog, aventurero y soñador que contaba a su lado con una princesa de nombre Romy, la princesa india rescatada, que se presentaba en la sintonía cantada por Mocedades en la cabecera con toda una declaración de intenciones: dulce, fiel y vivo enamorada de él. Que yo recuerde Willy nunca se pronunció al respecto de tal fascinación.

Mucho por hacer y educar, todavía hoy nosotros adultos porque somos consecuencia del azul y rosa. De aquellos machismos vienen estas estampas de coches y hombres.