Nadie esperaba que el Consell anunciará la suspensión del ciclo josefino ataviado con el típico polar y pañuelo fallero, pero los múltiples asesores gubernamentales hicieron dejación de funciones para una foto que pasará a la historia. La comparencia televisiva superaba la trascendencia habitual de las charlas pedagógicas de Fernando Simón, y ningún miembro de nuestro gobierno tiene el don de la palabra del epidemiólogo que dirige el Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad. Hace tiempo que un director me enseñó que no puedo venir a trabajar en pantalón corto y chanclas. Instrucción que he replicado cuando se ha presentado el caso. Si algún becario de la era Google se atreve a preguntar el por qué, recurro al ilustrador ejemplo que me dieron entonces, pues en nuestra jornada laboral nunca sabes donde terminarás, y puede ser en un entierro. Presentarse en un sepelio como si fueras de campo y playa no es de recibo. La indumentaria de los representantes públicos es inversamente proporcional al respeto que se tiene a los contribuyentes. Por eso, mantener un discurso dubitativo de suspensión de las Fallas porque Madrid me obliga, aunque yo tengo la competencia suprema y encima organizo manifestaciones contra el poder central porque se queda los dineros que son nuestros, parece de todo menos «valiente», el adjetivo-hashtag que pasaron a utilizar las huestes presidencialistas. Porque los socios, que presionaron hasta el final para mantener las fiestas -Compromís es más fallero que las juventudes de la extinta Unión Valenciana- no se sumaron a la campaña en redes de los socialistas. Hasta el resignado alcalde Ribó, un reconocido melómano que mantiene cerrado el Palau de la Música, se ausentó de la instantánea histórica. Es verdad que existía un gran consenso para el aplazamiento, pero nos vamos a divertir más en el debate para buscar la nueva fecha para estas fallas anómalas. En ese caso habría que recurrir a Juan Roig, el valenciano que más ha hecho para garantizar el abastecimiento y «racionalizar el miedo» al virus. La credibilidad del presidente de Mercadona es incuestionable.