“Salvemos la creación” de la catástrofe climática es el grito de relevantes figuras de la iglesia católica alemana que se han unido a la rebelión científica en Múnich pidiendo una nueva alianza entre la ciencia y la fe.

Alberto Coronel/Agnès Delage (*)

Al grito de «¡Salvemos la creación!», relevantes figuras de la Iglesia católica alemana se han unido a la campaña de desobediencia civil organizada en la ciudad de Múnich por el colectivo internacional Rebelión Científica / Scientist Rebellion.

Durante sus últimas acciones llevadas a cabo en Baviera, el sacerdote y científico social Jörg Alt, doctor por la Universidad Humboldt de Berlín, y el teólogo jesuita Joe Übelmesser, participaron cortando el tráfico frente al Ministerio de Justicia.

Declararon: “nosotros los teólogos, al igual que Rebelión Científica, tenemos el deber de ser sinceros y hacer que la sociedad sea consciente de la realidad física y ecológica frente a las ficciones políticas”.

 Como las activistas inglesas de Just Stop Oil, que recientemente arrojaron tomate y puré contra cuadros de Van Gogh, Monet y Vermeer sin dañarlos, estas acciones no violentas intentan atraer el foco mediático hacia un hecho reconocido por el secretario general de la ONU, Antonio Guterres: “hay que movilizar a gobiernos, ciudades, empresas, sociedad civil… para que comprendan que estamos a un paso del abismo”.

Escuchar a la ciencia

Desde lanzar sangre falsa biodegradable contra el Congreso de los Diputados en Madrid el pasado 6 de abril, hasta ocupar el pabellón de Volkswagen para denunciar la acción de sus lobbies en Alemania el 20 de octubre, las acciones del colectivo Rebelión Científica en Europa tienen siempre un mismo objetivo: que se escuche a la ciencia para salvar millones de vidas, es decir, evitar los peores escenarios previstos por la comunidad científica. 

Los miembros de Rebelión Científica son en su mayoría científicos, académicos y expertos de 35 países, a menudo de prestigio internacionalmente reconocido, que han asumido el fracaso de sus avisos a los responsables políticos y económicos sobre la extrema gravedad de la crisis climática.

Muchos de ellos han viajado a Alemania, principal motor económico de Europa, para llevar a cabo una campaña de desobediencia civil a pocas semanas de la celebración de la COP 27, que tendrá lugar en Egipto del 6 al 18 de noviembre.

Como consecuencia de estas acciones, dieciséis miembros de Rebelión Científica han sido detenidos y llevados a prisión preventiva, entre ellos, cinco españoles. Este ha sido el motivo de que los católicos alemanes hayan enviado una carta abierta llamando a la solidaridad con las personas que están llevando a cabo las protestas.

Lectura de la carta abierta a la iglesia católica alemana. Mar Sala.

 Carta abierta

En la carta abierta, titulada “Llamamiento a los dirigentes y teólogos de la Iglesia católica en Alemania ante las acciones contra la catástrofe climática”, suscriben su adhesión a los principios de la desobediencia civil no violenta del colectivo Rebelión Científica, afirmando compartir la extrema preocupación de los científicos frente a la inacción climática de los gobiernos.

Recalcan el papel de la desobediencia civil en la historia de la Iglesia católica, afirmando: “compartimos las preocupaciones de los activistas y […] pedimos que se apoyen estas acciones solidarias. Recordemos que la desobediencia civil siempre ha formado parte de la práctica cristiana hasta nuestros días, siempre inspirada de nuevo por el recuerdo de los profetas y de Jesús”.

La carta hace referencia a los últimos informes científicos del IPCC publicados en 2022, que se refieren a la extinción acelerada de las especies y a la especial vulnerabilidad de los pobres frente a los efectos catastróficos del cambio climático.

Estos teólogos alemanes cumplen con la “conversión ecológica” que está en el centro de la famosa encíclica publicada por el Papa Francisco Laudato si, sobre el cuidado de la casa común, publicada en 2015, tan sólo unos meses antes de la Cumbre de París sobre Cambio Climático que fijó el objetivo de limitar el aumento de las temperaturas en un 1,5 grado durante este siglo.

En esta fundacional encíclica, el Papa Francisco no solo mostró su gratitud con quienes luchaban por defender la Tierra, sino que apeló a todos los cristianos y a las personas de buena voluntad a sumarse a “tomar conciencia de la necesidad de realizar cambios de estilos de vida, de producción y de consumo, para combatir el calentamiento global o, al menos, las causas humanas que lo producen o acentúan”.

Una petición sin antecedentes

Los teólogos alemanes que han pasado a la desobediencia civil lanzan una petición y un ruego a todos los creyentes y responsables de la Iglesia católica: “utiliza tu influencia para que se detenga cuanto antes el camino equivocado de los combustibles fósiles. Sé solidario con los activistas y no permitas que se desprestigie y castigue a las personas que trabajan de forma no violenta para salvar la creación”.

Hoy, la gran mayoría de la comunidad científica señala que el objetivo de mantener la temperatura media del planeta por debajo de los 1,5 grados ha fracasado y la ONU anuncia que nos encaminamos hacia un aumento de más de 2,5 grados.

Hasta ahora, las alertas de la comunidad científica y el llamado de la Iglesia a los gobiernos han sido desoídos. Sin embargo, la lucha por la vida y por la justicia climática podrían ser la base de una nueva alianza entre la racionalidad y la espiritualidad, la ciencia y la fe.

Porque la Tierra es la única casa que tenemos, no dejaría de ser una esperanzadora noticia que los informes del IPCC alcanzaran la misa de los domingos y en los laboratorios resonase el grito escuchado en Alemania: ¡Salvemos la creación!

 

(*) Alberto Coronel es profesor e investigador en la Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid. Agnès Delage es catedrática de historia contemporánea en la Universidad de Aix Marseille.