Generada por una intensa tormenta solar, una grieta temporal en el campo magnético de la Tierra permitió que las partículas energéticas penetraran profundamente en la atmósfera del planeta, creando auroras rosas extremadamente raras que encendieron el cielo nocturno en Noruega.

El 3 de noviembre, una brecha en la magnetosfera de la Tierra permitió que las partículas solares de alta energía penetraran más profundamente de lo habitual en la atmósfera terrestre, provocando auroras rosas que se apreciaron en Noruega: las luces de colores inusuales duraron alrededor de 2 minutos, según los testigos del evento. Habitualmente las auroras son verdes, pero en este caso se produjeron otro tipo de interacciones que derivaron en el cambio de tonalidad.

Una grieta en nuestro “escudo protector”

Las auroras rosadas pudieron verse poco después de la apertura de una pequeña grieta en la magnetosfera, el campo magnético invisible que rodea a la Tierra y que es producido por complejas interacciones entre el núcleo de metal fluido ubicado en el interior del planeta y las partículas solares que impactan en la atmósfera. Este “escudo protector” es vital para que la Tierra sea habitable, porque nos protege de las emisiones solares más nocivas.

Según informa Spaceweather.com, los científicos detectaron la brecha en la magnetosfera luego que una tormenta solar menor, clasificada como de clase G-1, impactara contra la Tierra el 3 de noviembre. El agujero de la magnetosfera se cerró alrededor de 6 horas después de su apertura, pero el tiempo fue suficiente para producir intensos fenómenos: además de las auroras rosas en Noruega, una extraña cinta de luz azul también emergió en los cielos de Suecia, donde permaneció inmóvil durante unos 30 minutos.

Las auroras se forman cuando las corrientes de partículas cargadas de alta energía, conocidas como viento solar, atraviesan la magnetosfera. Aunque el campo magnético del planeta nos protege exitosamente de la radiación cósmica en toda la superficie de la Tierra, su acción es levemente más débil en los polos norte y sur, haciendo posible que el viento solar atraviese la atmósfera, generalmente a una altitud de entre 100 y 300 kilómetros sobre la superficie terrestre.

Más bajo de lo normal

A medida que las partículas solares van surcando la atmósfera, los gases que la forman se sobrecalientan y luego brillan intensamente en el cielo nocturno, produciendo las auroras. En la mayoría de las ocasiones, el viento solar penetra a una altura que solamente permite su interacción con los átomos de oxígeno presentes en la atmósfera, derivando en una intensa tonalidad verde. Para que las auroras tomen otro color, es preciso que las emisiones solares impacten en zonas más bajas de la atmósfera de lo habitual.

De acuerdo a un artículo publicado en Live Science, esto es precisamente lo que sucedió en este caso: las auroras rosas son un signo de nitrógeno, que aparece cuando las partículas energéticas del Sol golpean más bajo de lo normal en la atmósfera, interactuando con moléculas de nitrógeno a un nivel de 100 kilómetros o incluso menos. En ese sector de la atmósfera, el nitrógeno es el gas dominante.

Al parecer, el tiempo de apertura de la brecha en la magnetosfera fue suficiente para producir este fenómeno inusual. La grieta en la magnetosfera de la Tierra también ayudó a generar fuertes auroras verdes durante la noche, al igual que la cinta de luz azul apreciada en Suecia. Sin embargo, los expertos no han podido confirmar todavía si la franja azulada fue un tipo de aurora nunca antes vista causada por el impacto en la magnetosfera o si, en realidad, fue el resultado de otro fenómeno atmosférico aún no determinado.