Nullius in verba (5)

El sistema judicial de las democracias modernas no resiste el análisis científico

Las sentencias se formulan mediante un sistema alejado del rigor que aporta la generación de conocimiento

El sistema judicial de las democracias modernas podría mejorar.

El sistema judicial de las democracias modernas podría mejorar. / Gerd Altmann en Pixabay.

EDUARDO COSTAS (científico) y EDUARDO MARTÍNEZ (periodista científico)

El sistema judicial de las democracias modernas adolece del rigor que caracteriza la creación de conocimiento científico, por lo que sus sentencias son muchas veces paradójicas y contradictorias. Acarrean en ocasiones desoladoras consecuencias para las personas y la sociedad.  

En Estados Unidos la ciencia ha podido estudiar en detalle cómo fallan los jueces, algo que en España resulta imposible en la práctica.

Sin embargo, de lo que sabemos de esas investigaciones, se deduce que el sistema judicial de las democracias avanzadas está muy alejado de los parámetros que rigen la producción del conocimiento científico.

El resultado son sentencias judiciales que adolecen por principio del rigor metodológico que caracteriza a la ciencia, por lo que acarrean muchas veces desoladoras consecuencias para las personas y la sociedad.

El método científico, que está enraizado en la cultura griega, particularmente en las leyes de la lógica definidas por primera vez por Aristóteles hace más de 2.000 años, es una poderosa herramienta que en algunos aspectos podría ser válida también para mejorar el sistema judicial de las democracias modernas.

¿Mejor un algoritmo que un juez?

Al igual que ocurre con las hipótesis científicas, pensamos que la aplicación, salvando las lógicas distancias, del método científico a los procedimientos judiciales, mejoraría los resultados que afectan a personas e instituciones.

Creemos que es un esfuerzo que merece la pena. Pongamos un ejemplo de ciencia aplicada: en un célebre experimento de Inteligencia Artificial, se programó un algoritmo informático para que juzgase determinadas causas judiciales.

Una serie de personas fueron juzgadas por este algoritmo y también por jueces en ejercicio de carne y hueso. Tras años de estudio, el grado de satisfacción con la justicia fue significativamente mayor cuando la gente era juzgada por un algoritmo que cuando lo era por un juez.

Gemelos menos para la justicia

No es un hecho aislado. En España ocurrió en 2013 un caso paradójico: dos hermanos compraron dos pisos idénticos en el mismo edificio, contrataron dos hipotecas iguales en el mismo banco, la misma oficina, las mismas condiciones, en el mismo notario, el mismo día… Afectados por la cláusula suelo, ambos fueron a juicio.

Pero sus casos se han resuelto de manera muy diferente por dos jueces distintos. Uno de los hermanos recuperará 17.000 euros que, según uno de los jueces, le cobraron de más, pero el otro hermano recibió el fallo contrario por otro juez y no recuperará nada "por falta de transparencia en la negociación". Entre ellos todo es igual (incluso sus propios genes).

Incluso en los casos de tribunales colegiados asistimos muchas veces a que un determinado número de magistrados opta por un determinado veredicto, mientras que otros optan por el veredicto contrario, analizando exactamente la misma información. A menudo algunos jueces acompañan su reflexión con un voto particular. No resulta fácil entender estas paradojas.

Mismos delitos, diferentes sentencias

Más ejemplos: en una serie de rigurosos trabajos realizados en países de habla inglesa (entre ellos uno de 2016, realizado por un equipo de investigación de la Universidad Estatal de Luisiana, que resultó especialmente prolijo en datos), una serie de científicos norteamericanos demostraron que ante un mismo delito penal (robo con violencia) la diferencia en las condenas de cárcel impuestas por distintos jueces llegaba a superar los 1.500 días. Los científicos trabajaron este tipo de condenas por resultar cuantificables de forma precisa.

A menudo estas diferencias tenían que ver con la ideología de los jueces. Por ejemplo, los jueces que se definían a sí mismos como progresistas solían dictar condenas significativamente menores que los que se definían como conservadores.

Asimismo, los jueces que decían creer en la existencia de diferencias entre razas humanas mostraban diferencias significativas en la duración de las condenas entre negros, hispanos y blancos, algo que no se manifestaba en los jueces que no creían tanto en las diferencias raciales.

El día de la semana influye

Hay más circunstancias presentes en los veredictos judiciales. Tras una rigurosa recogida de datos en Estados Unidos, se han demostrado algunas cosas sorprendentes. Por ejemplo, los jueces son más indulgentes con los acusados si la fecha de la audiencia en el tribunal coincide con el cumpleaños del acusado. Algo semejante ocurre cuando el juez está de cumpleaños.

Estadísticamente, lo peor que le puede ocurrir a un acusado es ser juzgado un lunes, justo cuando el equipo de fútbol favorito del juez acaba de perder un partido por sorpresa.

Tras cuantificar cientos de casos, los investigadores comprobaron que este incidente deportivo cuesta una media de 159 días adicionales de cárcel a los condenados por un delito grave.

Hay sentencias contradictorias que resultan llamativas.

Hay sentencias contradictorias que resultan llamativas. / Clay Banks en Unsplash.

Difícil de entender

Con un completo análisis estadístico, los investigadores han demostrado asimismo que el estrés emocional de los jueces llega a ser responsable de castigos excesivos por un total de más de 1.332 días.

Pero ha habido experimentos mucho más sorprendentes. Algunos científicos norteamericanos lograron permiso para un experimento en el que algunos jueces juzgaban exactamente el mismo caso, pero con 5 años de diferencia (eran casos “experimentales" en los que lo único que cambió fue el supuesto nombre de los acusados). Y asombrosamente las sentencias cambiaban.

Para quienes no somos profesionales del derecho, es difícil de entender que distintos jueces dicten sentencias diferentes ante un mismo caso, pero mucho más difícil es entender que sea un mismo juez quien falle de diferente manera cuando juzga el mismo caso.

Protocolos científicos

Esta situación contrasta con lo que propiamente hablando se llama ciencia, que tiene sus protocolos para asegurar lo que es la base de su validez y aceptación social, unos requisitos igualmente exigibles a la justicia.

Lo primero que da credibilidad a un resultado científico es que un experimento arroje siempre el mismo resultado: cuando un científico hace un experimento con el que validar o rechazar una hipótesis, su trabajo debe ser repetible. Si se realiza muchas veces el mismo experimento, en todas ellas se debería obtener idénticos resultados.

Lo segundo es que el experimento también debe ser reproducible. Si un científico hace un experimento, cualquier otro científico que lo repita debería obtener los mismos resultados.

Lo tercero, los científicos publican sus hallazgos en forma de artículos en revistas especializadas. Antes de enviar a publicar sus artículos suelen circularlos entre colegas próximos que les ayudan en las primeras correcciones.

Cuando un artículo llega a una revista científica, el editor lo manda también a una serie de “referees”, que son científicos expertos en el tema, que estudian detenidamente el artículo y proponen realizar una serie de correcciones adicionales para mejorarlo.

Al final, la versión que se publica es un artículo revisado por pares significativamente mejor que el trabajo original del científico.

Internacionalización y comunicación

Otra característica de la ciencia es su internacionalización. Los científicos publican en inglés, el idioma oficial de la ciencia, en revistas internacionales. Los equipos de investigación a menudo son internacionales. Existen normas internacionales sobre buenas prácticas en ciencia. Los científicos pasan largos períodos en laboratorios extranjeros.

Todo esto hace que lo que publica en una revista científica un investigador de Kenia o de Argelia, sea tan fiable como lo que publica un norteamericano o un alemán. La ciencia es una.

Otra de las características de los científicos es que realizan un considerable esfuerzo de divulgación para que la sociedad entienda lo que hacen. Los científicos acuden a los medios de comunicación y aparecen en redes sociales explicando sus investigaciones, intentando que se comprendan.

Otra de las grandes particularidades de los científicos es que sus perfiles son públicos. Resulta posible ver qué cargo ocupa cada uno y qué ha hecho para merecerlo. Cualquiera puede ver si un científico progresó porque realmente era bueno o si fueron otras las causas que explican su éxito.

Por último, si recurrimos de nuevo a investigadores norteamericanos, descubrimos otra característica de la profesión judicial: el cociente intelectual (IQ) medio de los jueces norteamericanos está entre 20 y 30 puntos por debajo del de ingenieros, científicos o médicos. Un dato llamativo difícil de interpretar, aun teniendo en cuenta las posibles reservas que pueda suscitar la metodología IQ.

justice 6570152 1280

justice 6570152 1280 / Mohamed Hassan en Pixabay.

Comparativa con los jueces

La gran paradoja de todo lo expuesto es que, si la ciencia dispone de unos requisitos comprobados y exitosos que la hacen respetable y tremendamente útil a la sociedad, no puede decirse lo mismo del sistema judicial de las democracias modernas, visto desde la óptica científica.

La realidad es que, tras un exhaustivo trabajo de investigación, los jueces también dictan sentencias, pero a diferencia de lo que ocurre con los resultados científicos, no son siempre repetibles, ni reproducibles. Imaginemos como sería la ciencia si con cada científico se obtuviese un resultado diferente en los experimentos. No podría haber ciencia.

Aunque en ocasiones sus veredictos son el resultado de una reflexión colectiva, los fallos colegiados de la judicatura con frecuencia son contradictorios: su metodología no es comparable con la establecida por el método científico, teóricamente capaz de armonizar veredictos sobre casos parecidos.

Tampoco los perfiles de los jueces son tan públicos como los de los científicos, garantía de transparencia para asegurar resultados rigurosos, ni tampoco podemos decir que la justicia siempre sea la misma, como ocurre con la ciencia, cuyos resultados son válidos en todo el mundo. Incluso el sistema judicial es socialmente más impenetrable que sistema científico.

Ante semejante panorama, la cuestión es: ¿juzgan bien los jueces? ¿Podrían hacerlo mejor? No lo sabemos, pero si existiera esa voluntad, tanto el método como la experiencia científica posiblemente ayudarían mucho a conseguir un sistema judicial más propio de la época complicada que nos ha tocado vivir.

Referencia

Eren, Ozkan, and Naci Mocan. 2018. "Emotional Judges and Unlucky Juveniles." American Economic Journal: Applied Economics, 10 (3): 171-205. DOI:10.1257/app.20160390

LOS PODERES, BAJO LA MIRADA CIENTÍFICA

•   Artículos para entender lo que nos pasa desde una óptica rigurosa

 

Nuestra vida cotidiana transcurre en un mundo extremadamente complejo. Entenderlo nos plantea un extraordinario reto intelectual. Los análisis dialécticos clásicos, por más elaborados que resulten, no parecen ser suficientemente capaces de explicarlo.

Mientras aumenta enormemente la dificultad de los desafíos a los que se enfrenta la humanidad, cada vez hay más adeptos incondicionales de las ideologías simples polarizadas en extremo. Numerosos bulos y fake news, teorías de la conspiración, a cuál más irracional, se abren paso atrayendo a decenas de millones de personas.

Algunas de estas creencias son simplemente ridículas (por ejemplo, el terraplanismo). Pero otras (antivacunas, negacionistas del cambio climático, etc.) dificultan sobremanera la solución a retos de los cuales depende el futuro de nuestra especie.

En medio de este panorama debemos plantearnos cuán acertadas son nuestras opiniones, pero -sobretodo- cuán acertadas son nuestras decisiones.

No es una mera curiosidad académica. Interpretar lo mejor posible la realidad que nos rodea nos permite tomar buenas decisiones, algo esencial si queremos construirnos una buena vida y conseguir que la sociedad vaya mejor.

Tal vez sea hora de abordar la realidad desde un enfoque diferente.

Conocimientos para analizar la realidad

La ciencia experimental nos ha proporcionado el conocimiento más completo y fiable del que dispone la humanidad. A base de responder preguntas aplicando rigurosamente el método científico experimental, hemos conseguido proezas tales como desvelar cuál fue el origen de nuestro universo, datar con precisión cuando ocurrió, revelar la naturaleza íntima de la materia y la energía, describir lo que ocurre a velocidades próximas a la de la luz, desentrañar los misterios de la relatividad y de la mecánica cuántica, liberar la energía del átomo…

Hemos podido comprender también la esencia de la vida, descifrando el complejo funcionamiento de su maquinaria molecular y la manera en que evolucionan los organismos, escribiendo una crónica detallada de la biodiversidad durante los últimos 3.500 millones de años.

Incluso nos aproximamos a la comprensión de la base material de nuestra propia consciencia y desarrollamos inteligencia artificial sobre soportes materiales no biológicos.

La ciencia triplicó nuestra esperanza de vida y nos permitió unos estándares de bienestar material impensables durante la mayor parte de nuestra existencia como especie. Por primera vez en nuestra historia no vivimos cubiertos de parásitos, tenemos analgésicos y no estamos muchos de nosotros permanentemente hambrientos.

Mejorar nuestras opciones

Si la ciencia experimental consiguió tan gigantescos logros, también podrá explicar certeramente lo que pasa en nuestra vida cotidiana, proporcionar una visión mejor de la política o la economía y ayudarnos a acertar en nuestras previsiones.

Decía Carl Sagan que una buena manera de entendernos a nosotros mismos es realizar un experimento mental imaginando que unos extraterrestres extremadamente inteligentes, tremendamente avanzados a nivel tecnológico, que para adquirir sus conocimientos solo siguen un razonamiento científico-matemático extremadamente riguroso: nos estudian a distancia sin interferir en nada con nosotros.

De hecho, ni siquiera sabríamos que nos están estudiando. Nada saben de nosotros, ni de nuestra historia, ni de nuestras ideologías, creencias o religiones. Simplemente nos analizan sin prejuicios solo en base al método científico. ¿A que conclusiones llegarían?

Eduardo Costas, científico profesional, catedrático y académico, y Eduardo Martinez de la Fe, periodista científico con una larga trayectoria, colaboran desde hace años en diversos proyectos de divulgación científica.

Ahora asumen un nuevo reto: analizar, aplicando rigurosamente el método científico, diversos problemas a los que nos enfrentamos en la actualidad, intentando sacar las consecuencias necesarias que nos ayuden a mejorar la vida.

Es un objetivo ambicioso que afrontamos con total humildad intelectual.

Certezas basadas en evidencias

El nombre elegido para esta nueva sección es Nullius in verba, que puede traducirse del latín como “no confíes en la palabra de nadie” y que tiene un gran significado en la historia de la ciencia. Es el lema de la Royal Society, la sociedad científica que cambió nuestra historia al resultar clave para el desarrollo del mundo moderno.

Resume nuestro objetivo con esta serie de artículos de entender la vida cotidiana desde una perspectiva científica. La búsqueda de la verdad debe dejar de lado las presiones políticas, sociales o religiosas y sustentarse en hechos demostrables en vez de en la palabra, la autoridad o la fama de alguien.

Trataremos desde este enfoque temas de actualidad que a todos nos preocupan (políticos, jueces, emigración, economía…). Nos ayudará a entender. Nos ayudará a acertar en nuestras decisiones en estos tiempos de gran incertidumbre.

En los albores del siglo XX, Ortega y Gasset reflejó este momento incertidumbre con una fase célebre: no sabemos lo que nos pasa y eso es lo que pasa. Nosotros añadimos: aunque seguimos sin entender muy bien lo que pasa, queremos entender por qué nos pasa. Como veremos, las herramientas científicas son tremendamente útiles para conseguirlo.

 

Otros artículos de esta serie:

 

<em>Los comportamientos políticos no resisten el análisis científico</em>

<em>Halcones y palomas sobrevuelan la política española, según la ciencia</em>

<em><u>El pensamiento rápido domina nuestra sociedad y distorsiona la democracia</u></em>

<em>Cae un mito: el talento no es tan importante para alcanzar la riqueza</em>