Ciencia increíble

La ciencia da la razón a los poetas: no es imposible gritarle al viento

Lo realmente complicado es que el que grita se escuche a sí mismo porque el viento se lleva su voz

El que grita al viento apenas puede oirse a sí mismo.

El que grita al viento apenas puede oirse a sí mismo. / Hannah Popowski en Unsplash.

Redacción T21

Científicamente hablando, no es imposible gritarle al viento, como sugieren los poetas. Lo realmente complicado es escucharnos a nosotros mismos cuando chillamos. Las corrientes de aire no afectan al volumen del sonido, pero sí nos impiden percibir lo que decimos debido a la diferencia anatómica entre la posición de la boca y de las orejas.

Una creencia bastante extendida establece que es una pérdida de tiempo gritarle al viento, aunque en ocasiones esta expresión tiene un valor poético, como cuando lo utiliza el cantautor Nil Moliner: soy como el aire que revienta contra el mar y va gritando contra el viento…

Sin embargo, una investigación realizada en la Universidad Aalto de Finlandia ha demostrado científicamente que esta creencia es falsa: no es que sea difícil gritarle al viento, lo realmente complicado en una situación así es escucharnos a nosotros mismos cuando chillamos (lo que no deja de ser también otra paradoja poética).

Esto es así porque, contrariamente a la creencia popular, el sonido que sale de la boca de una persona situada contra el viento no pierde intensidad, aunque el que grite no lo note, ha comprobado esta investigación.

No se oye bien a sí mismo

"Cuando alguien grita contra el viento, sus oídos están situados a favor del viento desde su boca, lo que significa que sus oídos reciben menos sonido; es más difícil para ellos escuchar su grito que cuando no hay viento", explica uno de los investigadores, Ville Pulkki, en un comunicado.

Lo que ocurre es que los efectos de la turbulencia creada por el viento crean una zona de presión reducida alrededor de los oídos, lo que hace que la persona que grita parece que está gritando a un volumen más bajo.

Es decir, por más que gritemos, no conseguimos escucharnos con la misma intensidad que el sonido del grito. Esto crea la impresión de que la otra persona a la que gritamos tampoco puede escucharnos, por lo que volvemos a elevar la voz sin necesidad una y otra vez.

Por eso se acepta que gritar al viento es inútil. Concluimos así que cuando hay viento es imposible conversar con otra persona, porque sencillamente no puede escucharnos.

El sonido se transmite bien contra el viento, pero el que grita apenas puede oír su propia voz.

El sonido se transmite bien contra el viento, pero el que grita apenas puede oír su propia voz. / Sannakaisa Pulkki.

Sin base científica

Desde el punto de vista de la física, sin embargo, esta creencia popular tiene poca base: si la velocidad del sonido en el aire cerca de la superficie terrestre supera los 300 metros por segundo, la realidad es que las velocidades típicas del viento son mucho más bajas. Por lo tanto, no pueden afectar significativamente a la trayectoria acústica cuando gritamos en medio del viento.

Para probar estos cálculos teóricos, los científicos finlandeses viajaron por la pista de un aeropuerto en una camioneta que tenía altavoces y micrófonos en el techo.

Los resultados obtenidos de este experimento son coincidentes con los cálculos previos, aunque por encima de los cuatro kilohercios la medida del sonido proporciona valores inestables debido a la creciente influencia del viento natural, según los investigadores.

La conclusión de este análisis es que se cumple lo que en teoría pronosticaba la física: que las corrientes de aire casi no tienen efecto sobre el volumen del sonido. El que grita puede ser escuchado, aunque él crea que no es así.

Y el que grita

Si nos fijamos en el otro aspecto del hecho de gritar al viento, es decir, a por qué la persona que grita no puede escuchar la intensidad de su grito, teóricamente se explica porque la percepción de las ondas sonoras por parte de la persona que las emite cambia debido a la diferencia anatómica entre la posición de la boca y las orejas.

La explicación es el efecto de amplificación por convección o atenuación del sonido. Ocurre cuando se presentan flujos (vientos) turbulentos en alguna zona, los cuales aumentan o disminuyen la presión del aire, afectando a la propagación del sonido.

Los investigadores quisieron comprobar también experimentalmente este fenómeno, por lo que modelaron una cabeza humana en forma de cilindro.

Los cálculos numéricos y analíticos demostraron fehacientemente que si la fuente de sonido (es decir, la boca) está ubicada en el lado de barlovento del cilindro, entonces en sus lados (es decir, las orejas) la intensidad del sonido disminuirá.

Este efecto es más pronunciado para las frecuencias bajas. Además, gritarle al viento tiene el efecto contrario: el que grita se escucha peor a sí mismo, comprobaron experimentalmente los investigadores finlandeses.

Referencia

Perceived difficulty of upwind shouting is a misconception explained by convective attenuation effect. Ville Pulkki et al. Scientific Reports volume 13, Article number: 5240 (2023).