Ciencia y sociedad
¿Explica nuestra base genética la victoria de Trump y el auge de la ultraderecha?
Somos cazadores-recolectores en una sociedad tecnológica que difunde el pensamiento rápido a cientos de millones de personas
Votar por Trump es una decisión primaria del sistema de pensamiento rápido que está en nuestros genes de cazadores-recolectores. Provoca que mucha gente se identifique con un líder negacionista que baja los impuestos sacrificando sanidad o educación. Es una decisión intelectualmente poco elaborada que solo procesa la información que coincide con esa creencia.
Miles de analistas políticos han propuesto multitud de explicaciones de lo más diversas intentado dar con las claves del triunfo de Donald Trump. Sorprende que tantos millones de personas, supuestamente inteligentes, hayan podido votar a negacionistas de toda evidencia científica, orgullosos de decir que no existen los virus y ser antivacunas.
En este sentido muchos reflexionan sobre las causas de la expansión de la ultraderecha en las democracias occidentales. La verdadera causa podría ser muy sencilla: está en nuestros genes.
Cazadores-recolectores del S.XXI
Los primeros seres humanos de nuestra especie surgieron por evolución hace unos 250.000 años. Puede parecer mucho tiempo, pero en realidad, desde una perspectiva evolutiva, es muy poco. Tan poco que genéticamente hablando cualquiera de nosotros es prácticamente igual a sus antepasados que vivieron durante el Pleistoceno.
Tenemos buenas pruebas materiales de ello: aunque nuestros dientes se nos pudren en vida (y tenemos que ir varias veces al dentista), una vez que morimos resisten mucho. Sorprendentemente el ADN de personas que vivieron mucho tiempo atrás se conserva en buen estado en el interior de los dientes. La ciencia dispone así de un buen archivo de ADN fósil de nuestra especie.
Cuando comparamos la secuencia del ADN de cualquiera de nosotros mismos con las del ADN de seres humanos de nuestra especie que vivieron miles de años atrás, apenas encontramos diferencias, probando que a nivel genético seguimos siendo prácticamente idénticos a los cazadores-recolectores que vivieron en el Pleistoceno.
Un año de evolución
Así, aunque mayoritariamente pensamos que somos miembros de una sociedad del conocimiento, urbana, industrial y tecnológicamente avanzada, en realidad nuestra especie pasó la gran mayor parte de su historia viviendo en pequeños grupos de cazadores recolectores nómadas.
Para darnos cuenta de la verdadera la escala temporal de lo que somos, reduzcamos a un año de duración toda la historia de nuestra especie desde sus orígenes hasta hoy en día. En este símil nuestra especie habría vivido como cazadores-recolectores nómadas casi todo el año, concretamente desde el 1 de enero en que se originó, hasta el 20 de diciembre, momento en el que aparecerían los primeros asentamientos agrícolas.
La revolución industrial empezó alrededor de las cinco de la tarde del día 31 de diciembre. A menos de una hora para que dieran las 12 de la noche del final de año los humanos dispusimos por primera vez de ordenadores. Y los grandes logros de la inteligencia artificial se produjeron mientras nos llevamos a la boca la última de las 12 uvas.
Mismo genoma
Nos guste o no, la realidad es que biológicamente seguimos siendo primates que durante casi toda nuestra existencia como especie (concretamente durante el 97%) fuimos seleccionados para ser cazadores recolectores nómadas viviendo en grupos pequeños. En realidad, aún no hemos tenido tiempo suficiente para que nuestro genoma haya cambiado para llegar a ser otra cosa. Y nuestro cerebro sigue siendo el de un cazador recolector nómada.
La realidad objetiva es que el desarrollo que sufrió nuestro cerebro durante la evolución durante el últimos 3 millones de años estuvo dirigido principalmente a procesar las relaciones sociales que se daban dentro de los pequeños grupos de cazadores-recolectores y no a ser más inteligentes.
La inteligencia apareció como una propiedad emergente en un gran cerebro que es necesario principalmente para procesar las complejas relaciones sociales que se establecieron dentro de los grupos en los que vivimos.
Dos sistemas de pensamiento
Como demostró el premio Nobel Daniel Kahneman, la principal consecuencia de nuestra historia evolutiva es que nuestra genética hace que tengamos dos sistemas de pensamiento: uno de ellos -el sistema de pensamiento rápido- toma la mayoría de nuestras decisiones de manera casi instantánea en base a comportamientos que fueron seleccionados durante nuestra larga etapa de cazadores-recolectores; el otro -el sistema de pensamiento lento- reflexiona en profundidad y nos permite llegar a soluciones creativas y muchísimo más acertadas respecto a la verdad objetiva, pero consume mucha energía y requiere tiempo, así que lo empleamos muy pocas veces en nuestra vida (y bastante gente no lo emplea casi nunca o incluso nunca).
La mayor parte de lo que somos (y lo que somos durante la mayor parte del tiempo) depende de nuestro sistema de pensamiento rápido. Esencialmente las relaciones sociales requieren respuestas rápidas. Por ejemplo, si alguien me da los “buenos días” debo responderle con diligencia y para ello empleo un sistema de pensamiento rápido pues no tendría sentido que me pusiese a pensar con el sistema de pensamiento lento y respondiese a los “buenos días” cinco horas más tarde. Por eso es relevante saber qué es lo que nuestra genética grabó en nuestro sistema de pensamiento rápido.
Gestionando pequeños grupos
Lo esencial es que el pensamiento rápido es adecuado principalmente para gestionar las relaciones sociales dentro de pequeños grupos y no para descubrir la verdad objetiva. Un ejemplo: a partir de los conocimientos sobre ecología, genética de poblaciones, paleontología, etc., sabemos que durante unos 300.000 años el mundo del Pleistoceno sostuvo a unos 10 millones de cazadores recolectores nómadas de nuestra especie organizados en unos 40.000 grupos de unos 250 individuos de media.
Diversos modelos de ecología indican que lo más adaptativo era que al alrededor del 98% de la gente permaneciese toda su vida en el grupo de cazadores-recolectores donde había nacido y en concordancia con estos modelos, mientras que estudios de flujo genético indican que solo alrededor del 2% de la gente abandonaba el grupo en el que había nacido. Seguramente la mayoría de la gente que permanecía toda su vida en un mismo grupo de cazadores-recolectores pensaba que su grupo era el mejor.
Indudablemente es falso: teniendo en cuenta el número de grupos diferentes de cazadores-recolectores la probabilidad de que tu grupo fuese el mejor es de solo el 0.0025%. Pero creer esta falsedad estaba favorecida por la selección natural, ya que era lo más eficiente para dejar la máxima descendencia y por eso se fijó en nuestro sistema de pensamiento rápido. La selección natural no buscaba la verdad. Solo adaptarse al mundo de cazadores-recolectores en pequeños grupos.
Pensamiento rápido dominante
De ahí que nuestro sistema de pensamiento rápido tenga una serie de características que lo vuelven inadecuado para adaptarse a un mundo de ciencia y tecnología compleja.
En primer lugar, en este sistema de pensamiento rápido tenemos un arraigado sentido de pertenencia a un grupo. En la actualidad ya no vivimos en pequeños grupos de cazadores-recolectores nómadas, pero nuestro sistema de pensamiento rápido nos lleva a sentir la necesidad de integrarnos en un grupo. Esto facilita que nos identifiquemos con grupos “modernos”, por ejemplo siendo hinchas de un equipo de futbol, creyendo en una de las 4.200 religiones que se practican en el mundo hoy en día, o sintiéndonos identificados con un determinado político.
El problema está en que nuestra base genética nos convence de que nuestra opción es la mejor, aunque en realidad no sea así (mi equipo es el mejor, mi religión es la verdadera, mi partido es el que nos proporcionará un mejor futuro…).
Asimismo, nuestro sistema de pensamiento rápido nos hace que nos identifiquemos con un líder fuerte que capitanee nuestro grupo. El líder de mi grupo es el mejor, el más capaz, el más bueno…
Culto a la personalidad
La historia está llena de gente que se identificó con líderes ineptos, alejados de la verdad objetiva, extremadamente malvados, incluso genocidas y que llevaron a sus seguidores al desastre absoluto, desde Adolf Hitler en una Alemania que era el país más culto del mundo por aquel entonces, a Mao Zedong y la revolución cultural en China.
Ambos costaron muchísimos millones de muertos, sufrimiento ingente y ruina absoluta, pero en su tiempo fueron líderes incuestionados por el que muchísimos millones de personas entregaron sus propias vidas. Pero estos líderes fueron aceptados por el sistema de pensamiento rápido codificado en nuestro genoma y que toma la mayoría de nuestras decisiones.
Para el sistema de pensamiento rápido la pertenencia al grupo de Donald Trump es una excelente decisión. Se trata de un grupo de los elegidos, monolítico y potente. Tampoco necesito un gran desarrollo intelectual para sentirme integrado en el grupo de Trump. Por el contrario, Kamala Harris agrupaba a diversos grupos de una identidad mucho más difusa (mujeres progresistas, intelectuales universitarios, ateos…) donde es más difícil sentirse miembro mediante el sistema de pensamiento rápido.
Decisión primaria
Votar por Trump es una decisión primaria del sistema de pensamiento rápido intelectualmente poco elaborada. No votarlo es una decisión del sistema de pensamiento lento, mucho más sofisticado y complejo. Una prueba de ello está en las encuestas de voto realizadas entre el profesorado y los alumnos de las mejores universidades del país: el voto a Trump fue de menos del 4% (y mayoritariamente asociado al voto de los deportistas de élite contratados por las universidades). Pero uno no puede ser miembro de una universidad de élite solo con el sistema de pensamiento rápido, sino que tiene que hacer funcionar muchas veces su sistema de pensamiento lento, lo cual es mucho más difícil.
Por otra parte, en nuestro sistema de pensamiento rápido también tenemos grabado una fuerte aversión por las pérdidas. Un cazador-recolector nómada tenía pocas posesiones materiales y a menudo le eran difíciles de reponer. Por ejemplo, el sílex es un excelente material para construir herramientas líticas, pero es escaso y a menudo solo estaba disponible en la corteza terrestre a centenares de kilómetros de donde vivían la mayoría de los cazadores-recolectores. Perder una herramienta de sílex podía ser muy grave.
Preferencias contradictorias
Como estudiaron una serie de economistas, la aversión a las pérdidas es tan grande que condiciona incluso las decisiones de los gestores de grandes empresas. El nivel de esta aversión a las pérdidas es sorprendente: sentimos más aversión y dolor por una pérdida que alegría por una ganancia 20 veces mayor. Por eso mayoritariamente la gente va a preferir que le bajen un poco los impuestos (la pérdida), aunque eso le impida acceder en un futuro próximo a una buena sanidad o educación (una ganancia muchísimo mayor).
Además, nuestro sistema de pensamiento rápido funciona mediante uno de los peores sesgos cognitivos que existen: el sesgo de confirmación. Rápidamente -y sin reflexionar mucho sobre ello- decidimos creer en algo. A partir de aquí solo procesamos la información que coincide con nuestra creencia, y no tenemos en cuenta la información que no coincide con ella. Este sesgo es tan fuerte que incluso rechazamos las pruebas mejor fundadas que demuestran que nuestra hipótesis es falsa.
Sesgo de confirmación
Este sesgo de confirmación es exactamente lo contrario al pensamiento científico, donde se plantea una hipótesis que explique bien las observaciones y luego se diseñan y llegan a cabo experimentos para demostrar que es falsa. Solo cuando nadie consigue demostrar su falsedad se asume que puede ser verdad provisionalmente.
El sesgo de confirmación nos permitió sobrevivir como cazadores recolectores. Pero seguimos siendo cazadores recolectores durante casi 300.000 años. Bastaron apenas 3 siglos de pensamiento científico para crear una sociedad tecnológica.
Sorprendentemente es esta sociedad tecnológica la que permite en sus redes sociales difundir el pensamiento rápido en una agrupación de cientos de millones de personas.
La ciencia ha hablado.
- Manu se despide en Pasapalabra: 'Quiero agradecer al programa...
- Obligada a posponer su concurso en Pasapalabra al quedarse embarazada
- Primeras palabras de Manuel Díaz 'el Cordobés' sobre su separación de Virginia Troconis
- Revelación sorpresa de Rosa en Pasapalabra: 'Feliz con lo que venga
- El bonobús sube en València tras decaer las ayudas al transporte del Gobierno
- Una vecina en Picanya: 'Encontré a mi abuelo muerto por TikTok, a mí nadie me llamó
- La sobrepoblación de jabalíes va en aumento y cada vez somos menos los cazadores
- Un millón de jubilados valencianos se quedarían sin su aumento de pensión