Ciencia y sociedad
Estamos a la deriva: el asesoramiento científico a los gobiernos no está funcionando
La falta de entendimiento entre políticos e investigadores dificulta la adecuada gestión de los grandes problemas mundiales como pandemias, inteligencia artificial y cambio climático

Los científicos y los gobiernos no se entienden bien ante los grandes problemas globales. / IA/T21
Cada vez se impone con mayor claridad el asesoramiento científico para mejorar la gestión política de problemas como el cambio climático, la IA o las pandemias, pero es un camino tortuoso debido al histórico desencuentro entre la ciencia y los gobiernos y a las crecientes actitudes anticientíficas de la sociedad.
En un mundo cada vez más complejo y desafiante, la ciencia se presenta como una herramienta fundamental para abordar los problemas más apremiantes de la humanidad. Sin embargo, una reciente encuesta global realizada por Nature revela una preocupante desconexión entre el conocimiento científico y su aplicación en las políticas gubernamentales.
El estudio, que involucró a cerca de 400 especialistas en políticas científicas de todo el mundo, arroja luz sobre una realidad inquietante: en un momento en el que las actitudes anticientíficas prosperan en la sociedad de la confusión en la que vivimos, la mayoría de los expertos están insatisfechos con los sistemas que proporcionan asesoramiento científico a los responsables políticos. Este hallazgo plantea serias preocupaciones sobre cómo se utiliza la ciencia para abordar desafíos críticos, como pandemias, inteligencia artificial y cambio climático.
Una brecha profunda entre ciencia y política
Los resultados de la encuesta son alarmantes. El 80% de los participantes calificó el sistema de asesoramiento científico de su país como deficiente o irregular. Más preocupante aún, el 70% indicó que los gobiernos no utilizan rutinariamente el asesoramiento científico en sus decisiones.
Esta desconexión se manifiesta en una doble incomprensión: por un lado, el 80% de los encuestados considera que los responsables políticos carecen de suficiente comprensión de la ciencia. Por otro lado, el 73% opina que los investigadores no entienden cómo funciona la política. Esta falta de entendimiento mutuo crea una barrera significativa para la implementación efectiva de soluciones basadas en evidencia científica. Eso significa que estamos a la deriva en el peor momento de la historia de nuestra especie.
La pandemia de COVID-19 puso de manifiesto otra debilidad crucial en los sistemas de asesoramiento científico: su falta de agilidad en momentos de crisis. Muchos de estos sistemas están diseñados para funcionar a un ritmo pausado, produciendo informes detallados que pueden tardar meses en completarse. Sin embargo, en situaciones de emergencia como una pandemia global, los responsables políticos necesitan información y recomendaciones en cuestión de días o incluso horas.
Esta lentitud se ve agravada por la falta de claridad en la definición misma de "asesoramiento científico". Para algunos, se limita a los mecanismos formales por los cuales un gobierno accede a evidencia científica para informar políticas y decisiones. Para otros, abarca cualquier forma en que la investigación informa la política, incluyendo think tanks e incluso búsquedas en internet realizadas por burócratas.
El dilema del asesoramiento
Otro punto de controversia en el campo del asesoramiento científico es el grado de involucramiento que los científicos deben tener en la toma de decisiones políticas. La frase de la ex primera ministra británica Margaret Thatcher, "los asesores asesoran y los ministros deciden", sigue generando debate 35 años después de ser pronunciada, según Nature.
Aproximadamente la mitad de los encuestados estuvieron de acuerdo con esta idea, que sugiere que los científicos deben limitarse a proporcionar hallazgos de investigación sin expresar opiniones sobre decisiones políticas. Sin embargo, más de un tercio de los participantes discreparon con este enfoque.
A pesar de estos desafíos, hay señales de evolución en el campo del asesoramiento científico. Países como Finlandia están experimentando con nuevos modelos para proporcionar asesoramiento más efectivo. La Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos está trabajando a su vez en formas de acelerar la entrega de informes para adaptarse al ritmo rápido de trabajo de los responsables políticos. Y España ha fichado a 22 asesores científicos que se incorporarán a los ministerios para reforzar los puentes entre el Ejecutivo y la comunidad científica y contribuir así a la mejora del diseño de las políticas públicas con una perspectiva innovadora que todavía no se conoce bien.
En este contexto, una tendencia emergente es la de ofrecer un abanico de opciones políticas, detallando las implicaciones científicas de cada una, en lugar de buscar un consenso único entre los expertos. Este enfoque permite a los responsables políticos comprender mejor las diferentes perspectivas científicas y sus posibles consecuencias.

El Gobierno de España, la semana pasada posando junto a los 22 asesores y representantes del Grupo de Trabajo de Asesoramiento Científico al Gobierno. / Presidencia del Gobierno.
Perspectivas de futuro
Los científicos plantean la necesidad de reinventar los sistemas de asesoramiento científico para abordar problemas complejos como la desigualdad intergeneracional, la salud mental juvenil y el cambio climático, ya que en la actualidad el asesoramiento científico no está diseñado para gestionar esos temas.
La creación de la Junta Consultiva Científica de las Naciones Unidas el año pasado representa un paso hacia la mejora de la toma de decisiones basada en evidencia a nivel global. Sin embargo, el camino por recorrer es largo y complejo.
Para el futuro, será crucial desarrollar sistemas de asesoramiento científico más ágiles, inclusivos y capaces de comunicar efectivamente la complejidad de la ciencia a los responsables políticos. También será necesario fomentar una mayor comprensión mutua entre científicos y políticos, quizás a través de programas de formación cruzada o colaboraciones más estrechas.
En última instancia, el desafío radica en crear un ecosistema en el que la ciencia y la política puedan interactuar de manera fluida y productiva, permitiendo que el conocimiento científico informe efectivamente las decisiones que dan forma a nuestro mundo. Solo así podremos aprovechar plenamente el potencial de la ciencia para abordar los grandes problemas de nuestro tiempo.
Y el tiempo corre.
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