La ciencia zanja un debate de dos décadas
Hay un cráter de impacto enterrado en el Mar del Norte
Hace más de 40 millones de años una steroide tocó, una vez más, a Europa

Un Mar del Norte poco profundo, durante el Eoceno medio, hace entre 43 y 46 millones de años, recibió el impacto de un meteorito de unos 160 metros de diámetro viajando a 15 kilómetros por segundo. / NASA.
El cráter de Silverpit, situado en el subsuelo del Mar del Norte, fue originado por el impacto de un asteroide. El hallazgo de minerales de choque en muestras de la zona, combinado con imágenes sísmicas de precisión, no solo confirma el origen extraterrestre de la estructura, sino que permite reconstruir el cataclismo con todo detalle.
Durante más de dos décadas, una estructura circular oculta bajo las aguas del Mar del Norte ha sido objeto de un debate científico. Conocida como el cráter de Silverpit, su origen ha desconcertado a los geólogos, dividiendo a la comunidad entre quienes defendían que fue el resultado del impacto de un asteroide y quienes proponían explicaciones más terrenales, como el movimiento de depósitos de sal subterráneos o la actividad de antiguos respiraderos hidrotermales. La controversia llegó a tal punto que, en 2009, una votación pública en la Sociedad Geológica de Londres se inclinó mayoritariamente por un origen no extraterrestre, dejando la cuestión en un prolongado estado de suspenso.
Ahora, una investigación publicada en la revista Nature Communications zanja la discusión confirmando que Silverpit es el resultado de un impacto cósmico ocurrido hace millones de años.
Radiografía del suelo marino
El nuevo estudio presenta un análisis forense de la estructura, combinando tecnologías de vanguardia y un trabajo de laboratorio para reconstruir el cataclismo. La pieza central de la investigación son los datos obtenidos a través de una especie de ecografía tridimensional de alta resolución del subsuelo marino, conocida técnicamente como sísmica de reflexión 3D.
Estas imágenes, mucho más nítidas y completas que las disponibles anteriormente, han permitido a los científicos visualizar por primera vez el cráter en su totalidad y con un detalle sin precedentes.
Lo que revela es una anatomía clásica de un cráter de impacto complejo: una elevación central, rodeada por una especie de foso anular y una zona de daño exterior con múltiples fallas concéntricas. La calidad de los datos ha permitido identificar cráteres secundarios más pequeños en los alrededores, formados por los escombros lanzados durante la colisión principal.
Huella dactilar
Además de la evidencia visual, los investigadores descubrieron la “huella dactilar” del impacto al analizar muestras de fragmentos de roca extraídos de un pozo de perforación cercano.
En ellas observaron granos de cuarzo y feldespato con unas microestructuras internas muy particulares, conocidas como laminillas de choque. Estas deformaciones rocosas solo pueden producirse bajo las presiones extremas, de entre 10 y 13 gigapascales, que se generan instantáneamente en una colisión a hipervelocidad, presiones imposibles de replicar mediante cualquier otro proceso geológico terrestre.
Este hallazgo confirma sin apelación posible el origen extraterrestre de Silverpit. Además, el análisis de nanofósiles (restos fósiles de plancton microscópico) en los sedimentos permitió obtener datos muy precisos sobre el evento: el impacto tuvo lugar en un mar poco profundo durante el Eoceno medio, hace entre 43 y 46 millones de años.
Simulación del impacto
El equipo científico utilizó potentes simulaciones numéricas para recrear el suceso en un superordenador, modelando la física del impacto desde la colisión inicial hasta la formación del cráter final. Los modelos que mejor se ajustan a la morfología observada sugieren que un asteroide rocoso de unos 160 metros de diámetro, viajando a 15 kilómetros por segundo, chocó con la Tierra. El impacto inicial excavó un cráter transitorio de 3 kilómetros de ancho y 1 de profundidad en apenas unos segundos. Inmediatamente después, la estructura colapsó por la gravedad, formando la elevación central y las fallas circundantes que se ven hoy.
La simulación también muestra cómo el agua del mar volvió a entrar violentamente en la cavidad, generando tsunamis y redepositando los materiales en el interior del cráter. El estudio incluso ha podido reconstruir la trayectoria del impacto, determinando que fue un choque oblicuo, en un ángulo bajo, procedente del oeste-noroeste.
Una de las observaciones más precisas es la textura "picada" de la capa de tiza en el centro del cráter, lo que sugiere que el calor del impacto fue tan intenso que provocó la volatilización de la roca, liberando enormes cantidades de dióxido de carbono y vapor de agua.
Más impactos en Europa
El impacto que originó el cráter de Silverpit no es un evento aislado en la larga y violenta historia geológica de Europa. Nuestro continente está salpicado de cicatrices similares, testigos de colisiones cósmicas que han modelado su superficie a lo largo de millones de años. Aunque hoy muchas de estas estructuras están erosionadas, enterradas o sumergidas, la ciencia ha logrado identificar y confirmar la existencia de varias de ellas.
Uno de los ejemplos más estudiados y visibles es el cráter Ries de Nördlinger, en Alemania. Con un diámetro de unos 25 kilómetros, este impacto, ocurrido hace aproximadamente 14,8 millones de años, es tan grande que la ciudad de Nördlingen se construyó completamente dentro de su depresión. El evento fue de tal magnitud que los astronautas de la misión Apolo 14 entrenaron allí para aprender a reconocer las rocas formadas por un impacto.
Referencia
Multiple lines of evidence for a hypervelocity impact origin for the Silverpit Crater. Uisdean Nicholson et al. Nature Communications, volume 16, Article number: 8312 (2025). DOI:https://doi.org/10.1038/s41467-025-63985-z
Pieza clave
No muy lejos en el tiempo geológico, pero mucho más al norte, se encuentra el Anillo de Siljan, en Suecia, considerado el mayor cráter de impacto confirmado de Europa, con un diámetro de más de 50 kilómetros. Formado hace unos 377 millones de años, este evento fracturó la corteza terrestre a gran profundidad, creando un entorno único que todavía hoy alberga vida microbiana antigua en sus profundidades, un hallazgo con importantes implicaciones para la búsqueda de vida en otros planetas.
El registro geológico europeo incluye asimismo otros impactos notables, como el cráter de Rochechouart en Francia, de unos 23 kilómetros de diámetro y algo más de 200 millones de años de antigüedad. En las profundidades del mar de Barents, al norte de Noruega, se encuentra el cráter submarino de Mjølnir, de 40 kilómetros de ancho y formado hace 142 millones de años. Y en Ucrania está el cráter de Boltysh, de 24 kilómetros, que con sus 65 millones de años es casi contemporáneo al famoso impacto de Chicxulub que contribuyó a la extinción de los dinosaurios.
Y aunque en términos de tamaño Silverpit es más modesto que otros gigantes europeos, su excepcional estado de conservación y su naturaleza submarina le otorgan un protagonismo científico de primer orden.
No es solo la primera estructura de impacto confirmada en el Reino Unido, sino una pieza clave para comprender cómo estos eventos violentos, tan comunes en el sistema solar, han moldeado los fondos oceánicos y las costas de nuestro planeta.
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