En su DNI figura el nombre de Rafael Ojeda Rojas, pero responde al nombre de Falete. Ha sido pionero en todo. Su madre lo parió con tan solo 15 años, empezó a cantar cuando dio sus primeros pasos y fue uno de las primeras figuras públicas en reconocer su homosexualidad. Y en un sector como el flamenco. Asegura que sigue siendo el mismo que se sentaba frente a Jesús Quintero hace 15 años, pero ha ganado en sabiduría. Falete se subirá este sábado al Teatre El Musical de València para cantar «a los grandes» como dice él. Nino Bravo, Rocío Jurado, Raphael, María Jiménez... Sabe que en un futuro le tocará tomar el relevo, pero «me queda mucho por aprender».

P Hacía unos cuatro años que no cantaba en València. La espera se ha hecho larga.

R Sí, tenía que volver a la ciudad. Recuerdo que la primera vez que actué aquí fue hace 13 años en el antiguo cauce del río Turia. Fue un concierto a medias con Niña Pastori. Estaba a reventar. Después toqué en el Ateneo Mercantil.

P Había mucha expectación. De hecho, ¿sabe que hace un mes y medio que se han agotado las entradas?

R ¿No me diga? Qué alegría, eso es señal de que me esperan con ganas. Las mismas con las que yo voy a coger al público.

P ¿Esas ganas no desaparecen con el tiempo?

R En absoluto. Es más, se intensifican. Con el paso de los años el cansancio físico se nota. La fuerza que tienes con 25 no es la misma que tienes con 41 años. Sin embargo, tienes mayor responsabilidad, es por eso que la experiencia sobre el escenario se intensifica. Soy una persona a la que le gusta superarse en el día a día. Me meto presión.

P ¿La presión es mayor cuando se agotan entradas?

R Sí. Cuando pasa eso entras al escenario pensando que la gente ha asistido con una expectativas, que tenía ganas de verte actuar. Te pones nervioso. Las ganas de hacerlo bien se intensifican. Cuando sabes que el público está entregado, tú no puedes evitar dárselo todo.

P Le ponen los retos.

R Muchísimo. Me encanta exigirme. El artista que se queda estancado es como un agua que no se depura. Termina echándose a perder. El público es el primero que lo nota. El juez más sabio que puede tener un artista es el público.

P Durante el espectáculo «Falete en el corazón» canta canciones que han marcado su vida. ¿Tenía ganas de hacer algo más personal?

R Sí. En «Falete en el corazón» canto temas que han formado parte de mi biografía y que nunca las he llevado al escenario. Crecí con esas letras. Las he oído cantar a mi padre en fiestas durante mi infancia. No me pregunte por qué nunca me atreví a cantarlas porque ni yo lo sé. Creo que ahora era el momento. Me apetecía cantarle a Raphael, a Nino Bravo, a Rocío Jurado... Aunque también he hecho un hueco en el espectáculo a las canciones con las que yo me di a conocer, como «Lo siento mi amor», «Procuro olvidarte» o «SOS».

P Siempre se le ha conocido por ser muy abierto en cuanto a su vida. Este espectáculo es una muestra más. ¿Sobre el escenario rememora las vivencias que experimentó con estas canciones?

R Sí, sobre todo me acuerdo de mi padre -Falín, miembro de los Cantores de Híspalis-. Era un hombre al que le gustaba mucho la música. Tocaba el piano, la guitarra, el saxo... Más de una vez me emociono sobre el escenario pensando en él. Pero no es tristeza, sino alegría, porque sigue vivo el recuerdo. Además, muchos artistas que homenajeo con el espectáculo ya no están entre nosotros, como Nino Bravo o Rocío Jurado. Es muy bonito.

P ¿Ha pensado que tendrá que tomar el relevo a otros artistas cuando fallezcan?

R Uff... Me queda muchísimo que aprender todavía. No me veo tomando el relevo. Siempre he tenido una cosa muy clara en la profesión: yo quiero seguir aprendiendo a cantar. Y esta -cantar canciones de otros artistas- es la mejor manera.

P ¿Qué le gustaría hacer después de este espectáculo?

R En mi cabeza tengo mil historias, pero por el momento estoy preparando un disco de versiones, en la onda de mi primer disco, Amar duele. Verá la luz en primavera. A largo plazo, quiero seguir aprendiendo y experimentando. Soy muy inconformista. No me conformo con nada de lo que hago.

P El gran público le conoció a raíz de su participación en el programa de Jesús Quintero, «Ratones coloraos» de Canal Sur. Después de 15 años no ha desaparecido de la televisión. Le hemos visto en espacios como «Tu casa es la mía» o «Tu cara me suena», y sigue siendo el mismo.

R Con los años te vuelves más selectivo, pero la esencia no la he perdido. Y ya no hablo de artistas, sino de personas. El día que perdemos la identidad, lo perdemos todo. Sigo teniendo mil defectos y mil virtudes. Soy una persona muy normal, y eso se ve.

P ¿Ha percibido un cambio en la televisión? ¿Se le trata igual?

R No me atrevería a decir que la televisión se ha deteriorado. Lo que sí le digo es que no hay espacios musicales como aquel tan maravilloso que hacía La 1, «Noche de fiesta». Han ganado los realities. Pero es cierto que te puedes adaptar al medio. Es decir, hay que llevarte el formato a tu terreno. Cuando participé en el reality de Cuatro, «Famosos al volante», yo cantaba. También lo hacía en «Splash» de Antena 3. Además, hay pocos espacios en los que hablar de ti y de tu día a día. No de nadie, de ti.

P Este formato sería «Mi casa es la tuya», ¿no?

R Sí o como el de Jesús Quintero, donde había una entrevista cordial y donde educadamente se podía hablar de todo. Sin faltas de respeto. La televisión ha cambiado mucho en ese sentido. Cada cosa tiene su momento, supongo.

P ¿Cree que estamos retrocediendo en las formas?

R El respeto se ha perdido hace mucho tiempo. La libertad de expresión se ha convertido en libertinaje. Deberíamos pararnos a pensar y mirarnos frente al espejo. Hay que hacer un autoanálisis y recordar cómo nos han educado nuestros padres. Así iría todo mucho mejor.

P ¿Nos hemos inmunizado ante las faltas de respecto y la violencia?

R Yo creo que un poco sí. Se nos está yendo de las manos. La violencia contra las mujeres, la intolerancia por cuestiones de raza o de orientación sexual... Es el pueblo quien tiene que poner fin a todo esto.