Uno no conoce del todo México hasta que no ha visitado Chiapas. Y no porque este estado mexicano tenga paisajes espectaculares o restos precolombinos de primer nivel sino porque supone un importante contrapunto al resto del país. Sin Chiapas el cuadro resulta incompleto. El mestizaje que caracteriza a México aquí es minoritario y deja espacio a una mayoría de comunidades indígenas que prolongan su presencia más allá de la frontera guatemalteca. Esas comunidades tienen sus lenguas propias, algunos ni siquiera hablan español, y una religión católica fusionada con credos evangélicos o creencias indígenas diferente a la del resto de la república. A menudo, uno tiene la sensación de que los siglos han pasado de manera diferente en esta zona.

San Cristóbal de las Casas con sus coloridas calles es lo más conocido de Chiapas. Esta pequeña ciudad debe su apellido a Fray Bartolomé de las Casas, fraile dominico y primer obispo de Chiapas, defensor de los derechos indígenas en los inicios de la colonización. Pero la fama actual hay que concederla al Subcomandante Marcos y su EZLN. Ese grupo armado indigenista lanzó una ofensiva militar en 1994 reclamando más derechos para las comunidades indígenas. Poco a poco, atraídos por este sucesor del Che Guevara, San Cristóbal se convirtió en lugar de peregrinación de numerosa población extranjera. La cuestión indígena sigue muy presente y los problemas que tenían entonces continúan a día de hoy pero el aumento del turismo gracias a la transformación del EZLN en movimiento político hace que hayan proliferado modernos hoteles, restaurantes y locales nocturnos que chocan con esa reivindicación indigenista.

A poca distancia de San Cristóbal encontramos San Juan Chamula con su importante comunidad tzotzil y su vistosa iglesia donde quien la visite observará un buen ejemplo de cómo las poblaciones indígenas absorben el catolicismo y lo transforman.

El Cañón del Sumidero es otra de las atracciones de Chiapas. Este impresionante desfiladero que alberga en su seno al río Grijalva ya en tiempos de Carlos I fue la estampa que decoraba el escudo de armas de la región. No fue navegable hasta la construcción de la presa de Chicoasén a finales de los años 70 que se completó con la construcción de una central hidroeléctrica. A partir de entonces se garantizó un caudal estable y el recorrido en lancha, de unos 36 km de ida y vuelta, se convirtió en una de las atracciones más destacables de Chiapas. El cañón, visto desde los miradores de arriba o desde abajo, es una preciosidad de la naturaleza con puntos de hasta 1000 metros de altura.

Pero hablar de Chiapas sin hablar de sus ruinas arqueológicas sería un gran error porque esas ruinas son el pasado directo del chiapaneco actual. Hay en total 10 zonas arqueológicas. A las más impresionantes Palenque o Bonampak se le unen otras más modestas como Tenam Puente pero que por ser menos visitadas pueden resultar más atractivas. Chiapas es pues otro México que poco tiene que ver con las rancheras o los mariachis y que entronca con un mundo precolombino que ha perdurado hasta nuestros días.