Después de 19 años de la primera añada del Maduresa, uno de los vinos icónicos del panorama enológico valenciano, Pablo Calatayud da un nuevo golpe de timón al Celler del Roure, la bodega familiar que dirige en el Moixent, para virar hacia la esencia de las uvas del Mediterráneo.

Desde los orígenes de su proyecto enológico en 1995, Pablo ha estado inmerso en una continua progresión, reestructurando el viñedo y reinterpretando formas tradicionales de elaboración.

Todo ello se ha ido reflejando en sus vinos, desde Maduresa y Alcusses, sus «clásicos» de estilo cosmopolita con varietales internacionales como protagonistas, hasta los «antiguos», como él los define (Cullerot, Parotet, Safrà y Vermell), en los que plasma el paisaje de Terres dels Alforins con uvas tradicionales que elabora en trullos de piedra y hormigón (cups) y en tinajas de terracota de su «Bodega Fonda». Y recientemente con «Les Filles d'Amàlia» (Les Prunes y Les Dances), en los que hace brillar a la rescatada tinta Mandó.

Con el Maduresa de 2017 ven la luz algunas de las decisiones tomadas en los últimos años y cambia el concepto de vino moderno a vino de varietales mediterráneas. El de ahora es un cambio radical, arriesgado, pero él siempre ha pensado que Maduresa tenía que ser Monastrell, y en barrica, dejando la Mandó para las tinajas. Y ha encontrado en la Cariñena la fortaleza de su cuerpo y estructura, con una chispa de fruta roja que combina de forma maravillosa con la seriedad y la fruta negra de la Monastrell. Todo ello sin perder de vista el cambio climático, pues ambas están acostumbradas al calor y las escasas precipitaciones. Entre las dos consigue un cuerpo más afilado y elegante en un vino de aroma a frutos rojos y negros maduros, balsámico, que contrasta con un paladar fresco y fluido, con finos taninos que también han de madurar un tiempo en botella.