Soraluze (un municipio de la provincia de Guipúzcoa, País Vasco), entre rodaje de escena y escena, Eneko Sagardoy atiende al teléfono. Son las doce de la mañana y el actor está en plena grabación de la serie Patria, la adaptación televisiva de la novela de Fernando Aramburu, un relato que transcurre a lo largo de tres décadas en el País Vasco y que cuenta la historia de dos familias divididas por las consecuencias del terrorismo de ETA. En la serie, para HBO, Sagardoy interpreta a Gorka. Pero la llamada telefónica tiene otro fin, la hemos concertado para hablar de El hijo del acordeonista, la película que hoy se estrena y que cuenta la historia de David Imaz, un vasco que tuvo que huir de su tierra a mediados de los años sesenta acusado de traición. El joven encontró la felicidad en California, pero el pasado le sigue atormentando. Su antiguo amigo de la infancia Joseba Altuna acude a verle para despedirse y aclarar asuntos del pasado. La película, tras su adaptación teatral, la lleva al cine el director Fernando Bernués.

P La diferencia entre tener un Goya y no tenerlo es que, entre otras cosas, ahora puedes elegir y ser más selecto con tus trabajos.

R Soy de los que va poquito a poquito y eso no quiere decir que no tenga proyectos o ambición. Tengo dónde elegir y para aceptar trabajos estoy teniendo que decir no a otros. Si tener trabajo ya es un lujo y un privilegio, el poder elegir ya ni te digo. Tengo propuestas tanto de cine como de teatro y estoy feliz. Es un problema, digamos que secundario, el de tener que elegir, pero es mi problema ahora mismo. ¡Hay tantas varas de medir que€!

P Vamos que tu vida, como la mayoría de los actores, es como una noria. Llegaste a confesar que habías cobrado del paro.

R Efectivamente. Ahora estoy recogiendo los frutos de algo que hice en 2016. Handia es la que lo ha cambiado todo. En esta profesión los tempos son tan particulares y la flor tarda tanto en madurar que€ Aquí hay que tener mucha paciencia. Ahora estoy trabajando y preparando distintos personajes que no sé cuando verán la luz. Soy consciente del ahora y del tener claro que, llegue donde llegue, lo que busco es crecer en un terreno en el que no deje de disfrutar. Me muevo entre ser precavido y disfrutar del buen momento en el que pueda estar.

P ¿Qué te llevó a decir sí a Fernando Bernués?

R Fernando me habló del proyecto antes de que pudiera ser posible. Yo ya había trabajado con un texto de Atxaga, autor de Obabakoak ,y me había gustado porque me interesa mucho el mundo que él dibuja, con las cosas mágicas, la infancia, el sexo, la violencia€ él sabe crear paisajes muy interesantes. Pero sobre todo le dije que sí porque Fernando es amigo. Me contó que el papel era pequeño pero que le gustaría que lo hiciera yo. No lo dudé. Rodé mientras hacía la gira de Fedra. ¡Jo, trabajar con amigos es un gustazo! Cada vez tengo más claro que lo que quiero es pasármelo bien sin que eso suponga menos exigencia.

P La novela de Atxaga es una delicia.

R A Atxaga lo admiro desde niño. No soy mucho de creer en señales pero€ en otoño haré una película y Atxaga será quien repase los diálogos y quien afine el guion. Es un autor maravilloso. Una de las peores cosas que tiene este oficio es que vas cambiando de familia constantemente y no te da tiempo a enraizarte a ningún sitio ni a nadie por lo que todo lo que sea repetir con alguien te da cierta sensación de hogar, de compartir un camino por pequeño que sea.

P Dices que no eres mucho de creer en señales, pero hoy se estrena El hijo del acordeonista y ahora estás en el País Vasco rodando Patria, basada en el libro de Aramburu.

R Exactamente. En la vida, según qué mirada pongas, todo te puede parecer más o menos simbólico, o más o menos casual. Estoy en una fase digamos que de bloques. Me fui a Madrid porque quería hacer teatro y me salió Fedra. De repente, y cuando tenía la necesidad de volver a casa, me salió Patria. Estando aquí me han salido otros proyectos que también se ruedan aquí. El trabajo me está permitiendo vivir aquí (País Vasco) y, sinceramente, parece que todo se une.

P Las temáticas de El hijo del acordeonista y Patria son muy parecidas.

R Somos una generación que nos va a tocar trabajar mucho para crear un relato, más o menos certero, sobre el conflicto vasco. Aun tocando el conflicto y sus distintas voces, cada película aporta una visión distinta porque pone la cámara en un sitio concreto. Parece que en el cine algo se mueve con voces muy distintas. Será interesante ver cómo se aborda qué pasó en el País Vasco. Ambas películas hablan de violencia y de todo lo que heredamos sin haber sido partícipes de ello. En El hijo del acordeonista el conflicto armando no es el núcleo pero sí lo que desencadena la historia y el elemento activador.

P En Handia hiciste de gigante y en Errementari de diablo. ¿Cómo es tu papel en El hijo del acordeonista?

R Es un personaje muy entrañable que no tiene mucho texto pero que flota a lo largo de toda la película. Es uno de los mejores amigos del hijo del acordeonista y casi diría que es la infancia misma. Los dos amigos son un ejemplo del distanciamiento por el pensamiento ideológico, o más bien, por el peso que tiene la familia y el miedo por ver que su hijo se relaciona con alguien que no es afín a su pensamiento y, son esos problemas, los que truncan la relación aunque ellos son íntimos amigos.

P ¿Sabías o has aprendido para este rodaje a montar a caballo?

R He aprendido. No tenía ni idea. Me tuvieron que dar el caballo más manso y mayor que encontraron. Ha sido una experiencia muy bonita y, de hecho, creo que voy a repetir pronto por lo que me ha venido muy bien para quitarme el miedo. Ha sido maravilloso. Nunca es tarde para aprender. La verdad es que nunca habría aprendido a montar si no me dedico a lo que me dedico.

P Amistad, traición, violencia€ La película es muy atractiva.

R La verdad es que no he visto la película montada porque me da pena verla en pantalla pequeña. Creo que es una película que va a funcionar bien porque no deja de ser una historia de dos amigos, una historia de reparación y de búsqueda de la amistad. Creo que con eso nos podemos identificar todos porque son temas que se entrecruzan constantemente en la vida.

P Una curiosidad, ¿dónde guardas el Goya?

R En el salón de casa de mis padres.

P ¿Al mirarlo qué sientes?

R Cuando lo miro tengo una sensación de extrañeza y de pensar que ese hijo no es mio. Me da una sensación de irrealidad... pero a veces también pienso que es la hostia.

P ¿Te fue difícil asimilar el salto del cero al infinito?

R No fue un salto. Un Goya lo que hace es colocarte en el mapa y hacerte más conocido, pero lo que te hace mejor actor, es el seguir trabajando y acertar en los retos. A mí, para lo que me ha servido es para encarar las expectativas y en creer más en mí. Un premio no deja de ser un premio, una palmada en la espalda. Nada más. Si algo he hecho en esta vida es trabajar y meter horas y horas y arriesgarme como cualquier otro trabajador. Sigo pensando en que lo que más frutos me da es el trabajar y el hacer un buen trabajo. Creo que pesa mucho más un buen trabajo que un premio.