La suiza valenciana alrededor de una ciudad medieval

"Es el pueblo del porvenir, la imagen de una España emancipada, laboriosa y culta que tal vez tarde un siglo en formarse (€) ese pueblo modelo es ejemplo permanente de lo que sería la población de los campos al limpiarse el fanatismo y la barbarie, que parecen hoy condiciones indispensables de nuestra vida rural (€) como si la población de Buñol se hubiese formado por la influencia del ambiente, los que pueblan ese pintoresco lugar y viven y respiran en la continua contemplación de soberbios paisajes, que son risueños derroches de la naturaleza, más que valencianos y más aún que españoles, parecen hermanos de aquellos sencillos y cultos campesinos, entusiastas de su libertad y sus derechos, que pueblan las gigantescas montañas de Suiza"

Vicente Blasco Ibáñez, 1898, periódico El Pueblo.

"Nada hace presentir la belleza de este lindo rincón al forastero, hasta que se halla de improviso, en el momento de juzgarla por completo. Imaginad el camino que se pierde en un hondo barranco, y en cuya terminación se dibujan unos arruinados muros que parecen servir de dique contra el torrente. Después, y á medida que os va atrayendo el barranco, á cuyo lado juguetea culebrando el camino, los muros se elevan lentamente hasta colocarse un centenar de piés sobre vuestra senda, como empujados desde el fondo de la tierra, por una mano poderosa. El pigmeo se convierte en gigante, y las débiles paredes en un pintoresco castillo, situado sobre las rocas, que la imaginación mas tardia ve instantáneamente cubierto de escuderos, pages, hombres de armas y sombríos señores. Y á sus piés, ocultándose tímidamente en su sombra, el pequeño pueblo con sus lindas casas y con su altiva torre (€) Lejanas colinas, coronadas por otros castillos que parecen hablar todavía entre si en el lenguaje de las hogueras y de las fatídicas trompas, vieran este magnífico paisaje y semejan vigilantes centinelas que se defienden de las miradas de todos"

Eduardo Serrano Fatigati, Revista La Moda Elegante, 1963.

Buñol se encuentra en el sector central de la provincia de Valencia, a 40 km de València, en la comarca de la Hoya de Buñol-Chiva. A más de 400 metros sobre el nivel del mar la ciudad, que acoge unos 10.000 habitantes, se organiza en torno a su castillo de origen musulmán.

La localidad medieval de Buñol se encuentra en la falda de una colina, con una formación irregular debida al hecho de que se fue construyendo rodeando al citado castillo. Sigue teniendo un marcado carácter medieval de calles estrechas y cuestas empinadas que permiten el acceso al castillo. Las casas son de uno o dos niveles de altura y sus paredes están encaladas. El laberinto callejero que caracteriza al casco viejo, junto con el castillo, forman el núcleo más antiguo de Buñol.

Buñol y su castillo

El origen de la ciudad de Buñol se encuentra en su castillo, edificado en época árabe y reformado por cristianos después de la conquista. Se encuentra rodeado por el barranco de los Mudos, con el río Buñol a un lado y la población al otro. La fortaleza está situada en lo alto de la antigua villa y se divide en dos partes, una al norte y otra al sur, por un gran y profundo foso que originalmente tenía puentes levadizos.

La parte norte es la más antigua, en la que destaca una torre almenada que defiende la entrada. Pasada la torre se encuentra un núcleo de viviendas rodeadas por dos calles que llevan a la zona sur de la fortaleza. Allí nos recibe también una torre almenada y un puente, antes levadizo. En el interior de sus murallas encontramos pequeñas viviendas, pegadas al interior de los muros, y una ermita.

El castillo de Buñol fue tomado por Jaume I durante la conquista y cedido a Rodrigo Linaza en 1238. El propio rey Jaume I se alojó allí en varias ocasiones, coincidiendo con los encuentros con Alfonso X. Así lo relata en su Llibre dels Fets: "I després ens arribà noticia que le rei de Castella volia veure's amb nós entre Requena i Bunyol, i nós li responguérem que ens plaïa. I eixírem cap allà per rebre'l, amb la intenció de mostrar-li el regne de València; i eixírem a rebre'l a Bunyol, i després al camí de Requena, i els rebérem bé i gentilment, a ell i a la reina, i amb molta alegría i solemnitat".

Rodrigo Linaza lo entregó a los caballeros hospitalarios en 1241, que lo mantuvieron hasta 1260. Jaume II lo donó a Guillem de Moncada, quien inició las reformas, de ahí que aquello que se conserva sea de época cristiana.

Años más tarde Alfonso IV lo donó a su hijo Jaime, conde de Urgell, que al negarse a aceptar el resultado del Compromís de Casp, en el cual no se le reconocía sus derechos sobre la corona, dio lugar a que el castillo fuera sitiado por tropas reales. Después de pasar por varias manos Alfonso V se lo vendió a Berenguer Mercader, cuya familia se convirtió con el paso del tiempo en condes de Buñol, título creado por Felipe III. El primer conde fue Gaspar Mercader en 1604, tiempo en el que la mayoría de la población era morisca. Después del decreto de expulsión de 1609 la población quedó prácticamente deshabitada.

En la Guerra de la Independencia albergó una guarnición francesa que saqueó y destruyó la población. En 1835 pasó a pertenecer al pueblo, cuya indiferencia ante la fortaleza hizo que acabara en ruinas. Fue casa para mendigos, incluso cárcel, y las familias pobres construyeron en él sus viviendas, algunas todavía conservadas. En 1911 se derrumbó parte de la muralla, lo que supuso la destrucción de dieciocho casas.

En los últimos años el castillo de Buñol ha experimentado ciertas actuaciones coordinadas por el Ayuntamiento dirigidas a la conservación, rehabilitación y valorización. Por ejemplo, destaca la intervención arqueológica dirigida por la Universitat de València, o los encuentros de artistas y artesanos que exponen sus obras.

La suiza valenciana

Constantí Llombart escribió una de las obras sobre Buñol más conocida, La Suiza valenciana. Guía de Buñol y sus alrededores. Publicada en 1884 con motivo de la inauguración del ferrocarril que uniría Valencia con la comarca de Requena-Utiel. Escrita con carácter de guía turística y dirigida a los visitantes que, según el escritor valenciano, la llegada del ferrocarril traería consigo.

Han sido y son varios los atractivos que tiene la ciudad de Buñol, además de su castillo y el casco viejo. El Palacio condal del siglo XVII, de dos plantas, atractivos balcones y rejas, residencia de los condes de Buñol como alternativa al castillo. La Iglesia de San Luis Beltrán, del siglo XVIII y estilo neogótico. La Iglesia de San Pedro, también del siglo XVIII pero de estilo neoclásico. El cementerio masón, curiosidad que data de 1886 y cuenta con más de 400 tumbas en la que se aprecia simbología masónica.

Pero sin duda una de los mayores atractivos de Buñol son sus alrededores, ideales para los aficionados al turismo natural y rural. Sus bellezas naturales y el carácter de sus habitantes hicieron que pronto se le conociera como la Suiza Valenciana. En palabras del propio Llombart: "Situado el pueblo en accidentado terreno, y como se ha dicho, a la margen derecha del río Buñol, al que dá nombre, presenta un pintoresco y bellísimo aspecto, siendo por esto causa de las preciosas vistas que desde allí se gozan, la abundancia y riqueza de las aguas y el templado clima, pues lo guardan de los vientos los elevados montes que lo circundan, y de que sea llamado por los habitantes de esta comarca La Suiza Valenciana, a la que acuden durante el veraneo y la mayor parte de los días festivos del año, hallando facilidad y economía para ello en la nueva línea de ferrocarril. Algo exagerados, decía un apreciable corresponsal de El Comercio de Sevilla, están los valencianos al llamarle Suiza: mas si no presenta cordilleras como el Righi ni el Junfrau, colosos como el San Bernardo y el Mont-Blanc, mares de hielo y temibles aludes, es innegable que tiene puntos de vista deliciosísimos y panoramas encantadores. La elevada cordillera de las Cabrillas, que cerrará todavía por algún tiempo el poso a la locomotora, que terminará por vencerla, y los montes de Jorge, Serratilla y la Solana de la Cabrera, presentan en estos picos, accidentados pasos, enormes rocas e imponentes derrumbaderos que traen a la memoria les mauvais pas de la cordillera de los Alpes".

El alma de Buñol se encuentra en la naturaleza, en sus innumerables fuentes, lagos, corrientes y cascadas, así como en sus huertas y montañas. Entre los parajes que visitar destacan dos cuevas. La Cueva de las Palomas, en el término municipal de Yátova, de escarpado paisaje, con pozas de agua y cascadas en periodos de lluvia. En el camino que lleva a la cueva se ven algunas casas de campo abandonadas y caminos rodeados de frondosa vegetación. La otra cueva de visita obligada, ya en el término de Buñol, es la Cueva del Turche, una gran cascada que el río forma cuando va crecido y que se precipita en un lago desde una altura de más de 45 metros. Aun en épocas en las que no hay cascada se trata de un lugar que merece la pena visitar. En el siglo XIX un artículo en una revista de moda lo describía como "rincón de tierra donde el hombre desaparece envuelto y amenazado por las rocas, que (lamidas en su base por límpidas fuentes) parecen reírse de la gravedad y sostenerse únicamente por una voluntad imperiosa". Los aficionados al senderismo no se sentirán decepcionados con rutas como la del Barranco del Carcalín o la Ruta del Agua.

El río Buñol y su entorno paisajístico constituyen excelentes atractivos que merecen ser reconocidos. Al paisaje abancalado fruto de la organización del regadío tradicional se le suman las huellas de lo que en su día fue una fructífera industria papelera que conforma una docena de molinos hidráulicos distribuidos a ambas márgenes del río.

Buñol hoy, núcleo de atractivos turísticos

Buñol tiene una gran tradición musical y es sede de dos sociedades musicales cuya formación se remonta a fines del siglo XIX: la Sociedad Musical La Artística y el Centro Instructivo Musical La Armónica. Desde 1974 las dos bandas ofrecen conciertos en las fiestas de Buñol, tradición conocida como "mano a mano" que se realiza en el auditorio de San Luis, construido a tal efecto en 1985.

En Buñol también se celebran las Fallas (tiene cinco comisiones falleras) y la Noche de San Juan, que se celebra un viernes en torno al 24 de junio. Además su fiesta es la última semana de agosto, en honor a San Luis Bertrán y la Virgen de los Desamparados, patronos de Buñol.

Sin embargo la festividad más conocida es sin duda la Tomatina. Famosa a nivel internacional se celebra el último miércoles de agosto y consiste en el lanzamiento de tomates maduros entre la multitud de asistentes. Aunque su origen no está del todo claro, la versión más extendida es la que cuenta que en 1945 unos jóvenes lanzaron tomates a las autoridades por no dejarles participar en un desfile de gigantes y cabezudos. El suceso se repitió hasta 1950, cuando las autoridades franquistas intentaron impedirlo, provocando así que toda la población se uniera al lanzamiento de tomates. Actualmente la Tomatina dura 1 hora, desde las 12 a la 1 del mediodía, tiempo en cual alrededor de 40.000 personas de numerosas nacionalidades se lanzan alrededor de 120 toneladas de tomates.