Ca Pepico es uno de los grandes templos del vino de España. Muy pocos restaurantes con estrellas tienen una bodega como ésta. Ni tan amplia, ni tan cautivadora. Aquí hay vinos de relumbrón, pero sobre todo hay vinos interesantes. No es una de esas cartas hechas a base de comprar las botellas más afamadas de cada catálogo. Más bien al contrario, es una carta para dejarse sorprender por vinos poco conocidos pero muy seductores. Además, beber aquí no te produce un roto. La mayoría de los vinos no supera los 35 euros. En cualquier caso, lo mejor es conseguir que Pepe Ferrer te maride la comida. El maridaje no es una opción, sino más bien un regalo de la casa que Pepe hace cuando quiere y cuando puede. La experiencia es tan cautivadora que vale la pena intentarlo, suplicarlo si hiciera falta. Si lo logramos, por nuestra mesa irán pasando una colección de vinos interesantísimos que Pepe elegirá en función de nuestros gustos y ánimo. Porque como él reconoce, «aquí los vinos no maridan platos sino que acompañan momentos».

En la mesa, cocina de terruño que no exhibe ningún marchamo de kilómetro cero pero es de estricta cercanía. Todo respira ese aire de cocina casera tan difícil de reproducir en un restaurante. Ana, hermana de Pepe, no mira el reloj ni la factura. Y con estas dos premisas las cosas no pueden estar malas. El producto es de primera. Lo son sus gambas rojas, que no son grandes pero sí muy frescas, sus cigalas y también las patas de calamar que guisa con cebolla durante horas para que queden melosas y tiernas. En las mesas se suceden bocados tradicionales que recuerdan los que comimos con nuestras madres: las croqueta de bacalao, las de puchero€ y un esgarraet que se prepara sólo con unos pimientos muy carnosos y verdadero bacalao inglés. Ana lo elabora al momento para que el bacalao no se ablande en contacto con el pimiento.

Dos platos me impresionaron por encima de los demás. El primero fue una sardina de bota que, después de desalada, se fríe con harina de garbanzos. El segundo un soberbio arroz en fesols i naps. Ana lo prepara con clavo, canela, pimienta negra y nuez moscada. Es potente pero no resulta pesado. De los mejores que he probado.

Reconozco que la cocina de Ca Pepico me había pasado desapercibida hasta hoy. No sé si, deslumbrado por la imponente figura de Pepe, presté toda mi atención a su bodega. O, tal vez, simplemente ahora se come aquí mejor que nunca y yo no tenga ninguna razón para sentirme culpable. Sea como fuere, lo cierto es que me encontré una cocina de terruño, muy fresca y sabrosa.